Amnistía ya

Por: Frank Gavidia…

Sin duda alguna un tema de vasta preocupación en la Venezuela de hoy son los presos políticos, tal cual: presos políticos… Sin ese apelativo absurdo de “los llamados”.

Estamos próximos a despedir el año, pronto entraremos en el desenlace final de esta cuenta para dar paso a una nueva. Seguramente las fechas decembrinas que ya se asoman no contarán la algarabía que otrora tanto las caracterizaba. Razones sobran: un familiar muerto en manos del hampa, quizás en el exilio involuntario producto de la falta de oportunidades reinante en el país, o por qué no preso injustamente en flagrante violación de sus derechos inherentes y de todo procedimiento judicial.

De este último hecho que señalamos bien podríamos tomar como ejemplo el caso de Merino Rojas, de Villca Fernández, de Héctor Fernández o incluso de la juez María Lourdes Afiuni, ésa que fue victima de la arbitrariedad del poder, cuando en el cumplimiento de su deber asumió la responsabilidad de administrar justicia, y ahí vemos los hechos: injusta cárcel a su persona, paradójico ¿no? Y así muchísimos más…

Pero, esa no ha sido la única práctica de injusticia que hemos presenciado, existen quienes por disentir del régimen se han visto obligados a vivir lejos de la madre patria, de dejar para el recuerdo el regazo cálido de sus familias, y de vivir con la añoranza de volver al país, que en un momento los cobijo y formo. Recordemos a Oscar Pérez y Carlos Ortega, entre muchos otros…

Esta triste realidad, abominable por demás que vemos con estupefacción a diario, que parece olvidada por momentos, amén de que los venezolanos tenemos por terca costumbre olvidar, olvidar sin recordar que somos producto del pasado. Refleja la precariedad  institucional y moral de la que hoy somos victimas, la falta de solidaridad constituye uno de los principales obstáculos a superar para alcanzar las oportunidades de futuro. Venezuela debe salir adelante, y junto con ella todos los venezolanos, nadie puede quedarse atrás.

No podemos ser cómplices bajo el silencio aprobatorio, de ésta clase de tropelías, que se cometen bajo la sombra impune del poder. Huelga decir, que dicha situación plantea un reto, una responsabilidad inaplazable: reconstruir en su totalidad los poderes públicos, hoy secuestrados por la voracidad absolutista, del régimen actual.

Está es una ocasión propicia para proponer nuevamente ante la opinión pública el impulso de una Ley de Amnistía, muchos ven la iniciativa como bramar en el desierto –nadie nos va a escuchar- u arar en el mar… Si bien, quizás las condiciones no estén dadas, resultaría injusto, so pena de recibir una sanción moral, no propiciar su impulso.

La amnistía, es un mecanismo, que permite garantizar la corrección de los entuertos de la justicia, al ser ésta producto humano, per se, imperfecta, en ocasiones, es la solución a graves conflictos de confrontación política nacional. Caso en el cual entra a la medida Venezuela.

No podemos tolerar que la libertad de nuestros conciudadanos hoy se use como baraja de cambio para intercambiar rehenes, en búsqueda de legitimidad. En 2015 la Asamblea Nacional aprobó una Ley de amnistía que fue anulada por la arbitrariedad de la Sala Constitucional, plegada al gobierno. Es claro el desprecio por el Estado de Derecho, aún más por la dignidad de quienes se encuentran tras las rejas o forzados al exilio. Si en verdad existe intención de liberar a nuestros presos políticos, que ello se haga con mediación de la Iglesia Católica y la aprobación de una Ley de Amnistía y Reconciliación nacional que garantice una salida plena, sin chantajes, sin condiciones, sin ataduras.

Debemos propiciar las condiciones, fomentar los mecanismos, denunciar insaciablemente las tropelías, desafueros y desmedidas que desde el poder hoy se comete en contra de tantos venezolanos de forma impune. La violación de los derechos humanos, por ser estos derechos inherentes de la persona, al responder a una medida de protección de su dignidad frente al Estado y no ser concesiones ni de éste ni de la sociedad, no prescribe.  Tengamos presente ello, pues cuando se instale un nuevo régimen democrático, que este llamado a fomentar la reconciliación, esta no puede pasar –recordando la frase de un amigo- “ni de vainas” por la impunidad.

Por no haber llevado ante la justicia en su debido momento a Daniel Ortega en Nicaragua, en aras de fomentar la “reconciliación nacional” hoy éste se ha valido de diversos mecanismos desde el poder, para conducir a ese país centroamericano inexorablemente a una dictadura.

Tomemos este ejemplo para nosotros, fomentemos la reconciliación, la paz nacional y la unidad, pero tracemos claras fronteras con la impunidad. 

@FrankGavid1a