Ansiedad

Por: Eleazar Ontiveros Paolini…

Es de esperarse que la situación del país genere en muchos ciudadanos estados de ansiedad  que   pueden intensificarse hasta estadios inconvenientes, pudiendo generar situaciones mentales de gravedad. La ansiedad es un grado determinado de conmoción, nerviosismo, inestabilidad y preocupación. Esta puede llevar a la angustia, es decir, a la aflicción y la congoja, perturbando el quehacer normal de quien la sufre. De manera muy especial, dicen los psicólogos, cuando se combina con estados de neurosis. La ansiedad y la angustia no permiten el descanso adecuado, la distensión  y la paz, lo que no solo perturba a quien las sufre, sino a su familia y en general sus relacionados, que ven la situación con preocupación, en especial si las manifestaciones son reiteradas.

La ansiedad genera como respuestas huir o luchar. El responder con la lucha por eliminarla conduce a la razón a dimensionar las posibilidades de superarla al hacer consciente la validez o no de lo que la determina. Y cuando la ansiedad es el resultado de problemas sociales, su resolución puede estar dada por lograr definir con firmeza la esperanza de que se pueda erradicar, máxime si la participación personal tiene significación en cuanto a participar en los caminos que conducen a las concreciones deseadas.

Dada la persistente situación de anomia social, la ansiedad se ha apoderado de muchos venezolanos, en especial  de las amas de casa, que, por razones obvias, sienten de manera especial sobre sus hombros  el peso de la carestía y de la inflación, lo que las obliga a indeseables e incompletas adecuaciones.

Algunos, producto de la ansiedad, y esto hay que considerarlo como previsible, manifiestan que en el país nada cambia a pesar de la aparición de Guaidó como líder respetable que goza de la aceptación de la gran mayoría de los venezolanos, tal como ha quedado plasmado en las manifestaciones multitudinarias a las que ha convocado en más de una oportunidad.

Ante esta situación, es necesario insistir por las vías posibles que se tienen, la convicción de que hay  una esperanza que no es quimérica, y que, día a día, aunque muchas decisiones y acuerdos no sean percibidos  por algunos, se están dando pasos seguros, irreversibles, para cambiar la arbitraria conducción actual del país por un sistema genuinamente democrático.

Como ya lo dijimos, no hay que tomar el camino de HUIR sin saber adónde, sino el de LUCHAR por lo que debe entenderse como la calidad de vida que todos merecemos.

Lo considerado implica tener claro que Guaidó no es un Mandrake caído del cielo como el maná,  sino un demócrata consciente que para suerte de todos tiene una nueva manera de pensar, estar y aclarar, asumiendo una actitud cerebral y no emocional en cuanto a  determinar la forma en que el régimen actual debe desaparecer . Claro que no es nada inmediato. Para ello es necesario un proceso que como está sucediendo, vaya reduciendo la “operatividad del régimen” y así, cuando llegue a un grado tal de reduccionismo, tendrá que optar por una negociación en la cual prevalecerán los criterios de la oposición. Se quiere decir que sin un margen aceptable de operatividad, el régimen fenece por consunción. Y esa disminución de la operatividad ya se está haciendo objetiva: incapacidad manifiesta para solventar los problemas básicos de agua y luz; una educación carente de una conducción científicamente capaz de darle uniformidad y relevancia, amén de no poder resolver problemas de orden físico (locales y servicios) y logísticos (organización y planificación satisfactoria), amén de tratar a los maestros como parias que reciben un salario de miseria; falta de dólares para importar, lo que determina, dada la irrisoria de productividad, una inflación indetenible , signada por el hambre y la carencia de lo elemental para vivir decentemente; pérdida de relaciones diplomáticas con países de gran importancia en la escena mundial; debilidad de las relaciones con los países aliados, tal como sucede con Rusia que reclama, poniendo plazo, el pago de una deuda aproximada de 7.000 millones de dólares; el reconocimiento internacional de Guaidó como Presidente; la obsolescencia manifiesta del  llamado socialismo, al no poder con base en sus principios ideológicos, solventar los problemas y lograr la estabilidad social; la carencia de incondicionales capacitados para  dirigir con propiedad las instituciones públicas y las industrias expropiadas, recurriendo a “cualquiera”, dispuesto solo a recibir órdenes, pero no a innovar y mejorar; la imposibilidad de obtener préstamos en los organismos internacionales y multilaterales que los conceden, a los cuales se han fustigado hasta grosera y despectivamente. Estos y otros muchos aspectos creemos que deben hacer que los venezolanos, y de manera especial los ansiosos,  tengan la seguridad de que se están conduciendo adecuadamente, de manera integral, todos los aspectos implicados en la ruta del definitivo desmoronamiento del régimen. Ello debe tener como respuesta la participación militante en todas las protestas, necesarias para mantener activa a la ciudadanía y no se caiga en la pasividad que como tal es cohonestadora