Ante la destrucción del parque automotor, el caballo ¿una alternativa?

El transporte público en Mérida está prácticamente desaparecido. De vez en cuando se ve pasar una buseta que la gente, desesperada, intenta abordar, sin importar la ruta que lleve,  necesitan ahorrarse aunque sea unas cuadras, para así no caminar tanto bajo el sol inclemente de agosto. En la tarde noche todo empeora, y si de día subirse a una buseta es casi quimérico, imagínense cuando llega la oscuridad a las calles semi desiertas de nuestra ciudad.   Los Yutong del gobierno, hacen lo que pueden. Cuando llegaron  eran cómodos, con aire acondicionado–siempre fueron insuficientes- pero ahora casi ni se ven. Muchos están averiados: también reflejan la crisis del país. Este  año aparecieron los camiones de estaca, o con tolvas, que ahora tienen barandas para transportar personas, son las lamentablemente famosas “perreras”  ¿un mal necesario?, pero a veces, es la única opción.

Volver al pasado

El merideño, creativo y corajudo, con valentía y a pesar de los pesares, intenta cumplir con sus actividades, y aun cuando sabe a lo que va a enfrentarse y busca alternativas: pide cola, saca su bicicleta, aunque no esté en muy buenas condiciones, camina largos trechos, incluso, ahora se ven personas andando en fila india por la carretera trasandina. En  la actualidad, ni los taxis, son una alternativa porque sus precios son tan altos, que para el ciudadanos común es imposible costear  una carrera que según las distancias puede llegar hasta los 5 millones de bolívares o más. Entonces, de continuar esta crisis nos tocará volver al pasado cuando los caballos, las mulas y los burros eran el medio de transporte más utilizado.

Cuenta la historia que durante la Edad Media los viajes se realizaban a pie, o utilizando a los animales que según sus características eran capaces de trasladar en su lomo, no solamente a viajeros sino bultos con pesadas cargas. Esos nobles animales  han marcado un hito en la vida de los hombres, pensemos por un momento ¿qué hubiera sido de nuestros patriotas, en su gesta emancipadora, sin contar con la valiosa intervención de sus cabalgaduras? Todavía en  los campos y montañas su uso es frecuente. Nuestro caballito criollo, el burrito peludo de Los Nevados, la mula terca de Mucuchíes están presentes cumpliendo su misión,  pero… y  en la ¿ciudad?, en esta Mérida que ya no es la misma que describe Don Mariano Picón Salas en su libro “Viaje al amanecer”. ¿Sería posible volver a cabalgar sin tropezarnos con montones de basura, o con miles de personas haciendo cola para cualquier cosa? o ¿los podríamos alimentar solamente con pasto?, así las cosas, parece que la utilización de los animales de tiro, no es una opción viable, pero tampoco, descartable porque el que tenga la ocasión, tendrá que hacerlo.

Ironías de la vida

Jesús Pérez, se arrepiente de no haber comprado, en su momento, una mula que le estaban vendiendo. “Es que me puse a pensar en qué iba a hacer yo con una mula, si tenía un carrito-dice-ahora me quedé sin el chivo y sin el mecate porque el carro no tiene reparación y el animalito ya no está en venta”. Aun cuando la anécdota parezca graciosa, si analizamos el fondo del asunto, sentimos que no es posible que en pleno siglo XXI, los venezolanos, tengamos  que pensar, seriamente, en trasladarnos al lomo de algún animal de tiro, ante las terribles dificultades que estamos padeciendo con el transporte, tanto público como privado, porque cada día más los dueños de vehículos particulares tiene que dejarlos de utilizar porque repararlos es muy difícil.

Un trabajador del volante  que pidió no ser identificado, padre de 3 hijos explica:” A nosotros nos afecta directamente el alto costo de los repuestos. Nos vemos obligados a acudir a personas que ni siquiera nos dan factura o garantía al hacer una compra. En años anteriores el precio del pasaje Mérida-Ejido era equivalente al costo de 1 litro de aceite o quizás muy similar al precio de un refresco, ¿pero ahora? Hablamos de millones de bolívares, entonces, tenemos que laborar arduamente, varias semanas, para comprar el aceite (lo más básico), pero, y ¿un caucho?¿u otros tipo de desperfecto? Todo está carísimo y lo que ganamos diariamente no nos alcanza. Lamentablemente-continua explicando -nos toca hasta desprendernos de algún objeto patrimonial para poder costear el mantenimiento del autobús, porque es nuestra fuente de ingreso directo y nos permite sobrellevar, a duras penas, la crisis que nos afecta a todos por igual.

Problemas sin soluciones

Los altos costos de mantenimiento, la disminución de importación de repuestos, hiperinflación, la falta de materia prima para la fabricación de cauchos, las carreteras en mal estado, donde los huecos van tomando dimensiones de cráteres y ausencia de políticas claras con respecto a los costos del pasaje, tienen al sistema de transporte de Venezuela, prácticamente en la ruina. A medida que pasan los días la situación se agrava. No hay acciones concretas para solventar. Cambio de Ministro, pero sin cambio de mentalidad, poco se puede hacer.“El camino al infierno está empedrado con buenas intencionesy el cielo de buenas obras, dice un conocido refrán. La población que está sufriendo requiere con urgencia de soluciones.

Y mientras tanto “llegan las buenas obras”, al menos tenemos la posibilidad como lo muestra la gráfica que acompaña este texto, de pedir un lavado y pulitura para nuestra cabalgadura, si es que la tiene, claro.

Arinda Engelke.

Foto: Leo León-@leoperiodista