El Big Ben Deportivo: El “fuera de lugar” no pitado a Nicolás

Por: Andrés E. Mora M..

“Questo regime mi ricorda il fascismo che mio nonno ha vissuto”, le dice Massimo Romanazzi a Incrédulo Sinduda al momento de darle un abrazo instantes antes de abordar el microbús que lo llevará al aeropuerto Juan Pablo Pérez Alfonzo de la ciudad de El Vigía – el terminal aéreo más cercano a la capital merideña la cual, después de 8 largos años, aún sigue desprovista de las operaciones comerciales del Aeropuerto Nacional Aberto Carnevali – para tomar el vuelo a Maiquetía desde donde partirá a Italia mañana domingo 29 de mayo. “È morto convinto che il Campionato mondiale di calcio 1934, ha giocato in Italia, la squadra azzurra ha vinto perché Mussolini ha comprato l’arbitrato. Allo stesso modo io dico addio a Venezuela convinto che il governo nazionale ha acquistato gli arbitri della democrazia. Forza Venezuela! Sì, è possibili!”, son las palabras de despedida de Massimo quien ya ocupa el asiento asignado en el vehículo y desde donde estira su brazo a través de la ventana para entregarle a Incrédulo un pedazo de papel con una de sus caras escrita de su puño y letra.

“Este régimen me recuerda el fascismo que vivió mi abuelo. Él murió convencido que el Campeonato Mundial de Futbol de 1934, jugado en Italia, lo ganó el equipo italiano porque Mussolini compró el arbitraje. Del mismo modo yo le digo adiós a Venezuela convencido que el gobierno nacional tiene comprado a los árbitros de la democracia. ¡Fuerza Venezuela! ¡Sí se puede!”, le lee Incrédulo a sus padres – nuestros buenos amigos Ingenuo e Incredulina, con quienes almuerza en el inicio de esta tarde sabatina – la nota dejada por Massimo quien fuera su amigo más cercano en el período infancia-adolescencia y que hace 10 años – siendo un veinteañero – dejó, junto a toda su familia, la tierra que lo vio nacer para residenciarse en la nación europea cuya forma recuerda una bota, la Italia de sus ancestros.

“Massimo en su visita desconfió hasta de su sombra por la propagación en el país de esa despreciable nueva especie de plaga denominada ʻpatriota cooperanteʼ – que aunque con características propias de esta disque revolución – pertenece al género parasitus-jalabolis de la familia parasitus, típico de gobiernos fascistas”, le describe Incrédulo a sus progenitores la paranoia que tan detestable azote combinado con el decreto de Estado de Excepción – inconstitucional, aunque los ʻexpressʼ digan lo contrario – originó en quien, a pesar de los años y la distancia, sigue siendo su amigo entrañable. “Por eso el hombre me hablaba en italiano, claro con la consabida traducción a posteriori, apenas veía desconocidos a su alrededor y por eso optó por entregarme el papelito con la traducción de sus palabras de despedida”, añade el hijo de los Sinduda.

“En ese papel Massimo dejó plasmado lo que muchos pensamos: el ʻsocialismo del siglo XXIʼ es en realidad el fascismo de este joven milenio”, opina Ingenuo.

“Comparemos entonces”, propone el catedrático. “Se dice que Benito Mussolini de fútbol conocía muy poco – algo así como Nicolás de economía – pero esto no le impidió percatarse de las posibilidades políticas y propagandísticas que este juego podía proporcionarle, a diferencia de Nicolás que aún no se percata de la importancia de la economía para un país. ʻIl Duceʼ – como se le conocía – estaba convencido que organizar el mundial de 1934, y por supuesto ganarlo, catapultaría al fascismo a niveles inimaginable de popularidad sobre todo por ser la juventud, la acción, la fuerza y la violencia los valores que exaltaba ese movimiento político de carácter totalitario fundado por él”, explica Ingenuo con sus dotes de docente universitario.

“El ganar, entonces, era una obligación para el dictador. De ahí que se diga que Mussolini se dirigiera a Giorgio Vaccaro, presidente de la Federación Italiana de Fútbol y miembro del Comité Olímpico Italiano, de la siguiente manera:

—No sé cómo hará, pero Italia debe ganar este campeonato.

—Haremos todo lo posible…

—No me ha comprendido bien, general… Italia debe ganar este Mundial. Es una orden”, recuerda el profesor jubilado de la ULA la breve pero contundente conversación extraída de algún sitio en Internet.

De repente interviene la ocurrente Incredulina: “Me imagino una conversación similar entre ʻJorgitoʼ – defensor presidencial contra el revocatorio y quien siempre encuentra una excusa para no desempeñar sus funciones como alcalde de Libertador – y las rectoras del CNE:

—No sé cómo harán, pero el revocatorio no se debe realizar este año.

—Haremos todo lo posible…

—No me han comprendido bien, señoras rectoras… El revocatorio no se debe realizar este año. Es una orden”.

“Lo cierto del caso es que el arbitraje fue descaradamente parcializado tal y como lo expresó el abuelo de Massimo”, prosigue Ingenuo luego del inciso hecho por su esposa. “Italia venció 1-0 a España en el partido de reposición de cuartos de final cuando el árbitro suizo René Mercet validó el gol del mítico Giuseppe Meazza – el mismo cuyo nombre identifica al estadio de Milán en donde Real Madrid y Atlético de Madrid disputan hoy la final de la Champions – a pesar de que el italiano Demaría estaba obstaculizando a Nogués, el arquero suplente español. Anteriormente el juez había anulado sendos goles a Regueiro y Quincoces, por inexistentes fueras de juego. La actuación de Mercet fue tan desastrosa que, cuando regresó a su país, fue expulsado de por vida del arbitraje, tanto por la FIFA como por la federación helvética”, añade Ingenuo.

“La final no estuvo exenta de polémicas. El sueco Ivan Eklind – quien había pitado la semifinal que Italia, con un gol en claro offside, derrotó 1- 0 a Austria – fue designado árbitro del partido que decidía el campeón, siendo la primera y única ocasión en que un árbitro dirige una semifinal y la final. Esta designación arbitral, por supuesto, fue obra del mismísimo Mussolini quien se encargó de establecer el arbitraje de cada encuentro de la copa organizada por él”, señala el esposo de Incredulina. “Al finalizar los 90 minutos la squadra azzurra levantaba su primera copa mundial al vencer 2-1 al seleccionado checoeslovaco”, remata el acucioso profesor.

“El chavismo – tal como el fascismo, no podía ser de otra manera – designa los árbitros a su conveniencia. De ahí que la Sala Constitucional del TSJ con su sentencia publicada en la Gaceta Oficial número 40909 de fecha 23 de mayo de 2016 se erija como el Ivan Eklind una vez más. Y digo que una vez más porque con las descaradas decisiones tomadas en el pasado reciente se ha convertido en referente del desprestigio moral y ético en el país, supremacía que – en dura y reñida pugna – disputa con el CNE, organismo que no se queda atrás en cuanto a resoluciones sesgadas y falta de imparcialidad se refiere”, sostiene el caraqueño adoptado por Mérida, sus paisajes y su gente.

“Eso significa que el TSJ con esa sentencia validó el gol que Nicolás le marcó al país en clarísima posición adelantada. Un descarado offside o ʻfuera de lugarʼ – por encontrarse su lugar de nacimiento fuera de Venezuela, tal y como lo evidencia tamaña jugarreta – que la Sala Constitucional no pitó para irresponsablemente convalidar la anotación que está acabando con el país”, protesta un Incrédulo vehemente.

(٭) Prof. Titular jubilado ULA – Cronista deportivo
aemora@gmail.com, @amoramarquez