CAVANDO SU PROPIA TUMBA
VENTANA DE PAPEL
SU DISCURSO NO AGUANTA UN ANÁLISIS
Las ciencias sociales, hoy día, vienen utilizando el análisis del discurso como recurso metodológico para observar no sólo estructuras verbales, sino además para indagar estructuras semánticas por las cuales es posible comprender el sentido crítico de ideas aludidas. Particularmente, para analizar el papel del discurso en la reproducción de la dominación entendida como abuso del poder, al igual que en la resistencia contra la dominación.
De manera que la tentación de vislumbrar lo que hay tras el discurso del recién presidente de la República en ejercicio, es inevitable. En sus palabras no hay forma alguna de comprender un significado que de clara idea de lo que busca asentir. Un breve análisis crítico del discurso arroja datos que sólo revelan la precariedad de quien, por ahora, tiene la conducción del país en sus manos. Y resulta contradictorio inferir que, en las conexiones entre las situaciones social y política referidas y el uso lingüístico, no hay fundamento que avale las consideraciones expuestas.
En lo que se llama “las huellas del contexto”, son apenas inconclusos pretextos que, por las razones esgrimidas, se tornan de efímera proyección por lo cual no hay posibilidad de dar con inferencias sólidas que permitan extraer un ideario político de calidad por lo cual no hay posibilidad de deducir inferencias sólidas, indicios firmes o “huellas del contexto” desde el cual pudiera haber estamentos conceptuales que fijen una idea completa. Es lamentable pues observar, señor presidente, que su discurso no aguanta un análisis.
“PALABRA DE HONOR”
A quien no le gusta la verdad, aplica la huída como razón de supervivencia. Aunque también acude a la palabra disfrazada para distraer. Sin embargo, a quienes la sensatez y la enjundia los define en lo social y en lo político, se les estima y respeta por su responsabilidad frente a la palabra comprometida. No hay peor actitud que la de incumplir con la palabra dada. Sobre todo, ante circunstancias que merecen la atención y cuidado de todos. Lo contrario, motiva serios problemas en virtud de las complicaciones que de la situación pueden generarse.
Antes que las realidades comenzaran a diversificarse por causa del influjo descomedido de las nuevas tecnologías de la información y comunicación, la palabra era un asunto de honor. De hecho, ante cualquier compromiso, no era necesario firmar algún papel. Bastaba la palabra empeñada y todo se asumía como un pacto entre caballeros. No obstante, debe reconocerse que la dinámica política y la vehemencia con la cual se ha ejercido la política en los últimos decenios, ha infundido la denominada “ceguera ideológica” ocasionándole así un profundo desgaste a quienes siguen considerando la palabra como un serio compromiso.
¡Qué peligro para los polítiqueros no medir las consecuencias de sus palabras en tiempos de redes sociales donde la información se dispersa con más velocidad que un vendaval! Nada tan cierto como aquel sabio precepto acuñado por Sigmun Freud: “Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice”. En ello se resume el poder de la palabra. Tanto, que se dice que un hombre vale por su capacidad para cumplir con su palabra. He ahí el sentido de valorar el hecho de callar o de hablar. Callar para evitar convertirse prisionero de la propia palabra. O hablar para exhortar ideas que construyan vida con la sencillez y la humildad que exige la palabra. Pero también, con respeto hacia ella. Así podrá comprenderse el significado de lo que envuelve una “palabra de honor”.
EL MÁS PURO FASCISMO
Una cosa es la política, otra es la guerra. Aunque entre ambas situaciones hay relaciones cuyas variables definen condiciones de coerción y hasta de intimidación. Pero en ningún caso, dichas variables ostentan valores que permiten la violación de derechos fundamentales. Particularmente, cuando se trata de problemas que toquen espacios dedicados a la salud del ser humano. Más, por cuanto sus servicios están dirigidos a brindar la atención necesaria y oportuna a quien acude al mismo en busca de la asistencia médico-quirúrgica que corresponde al restablecimiento físico que exige una dolencia o enfermedad.
De ahí que resulta inadmisible estar de acuerdo con los hechos ocurridos contra el centro de salud de la Universidad de Los Andes, CAMIULA. La alevosía de acérrimos violentos, el pasado martes, quienes con absoluta impunidad arremetieron contra la humanidad de pacientes, personal médico, empleados y obreros universitarios, así como de visitantes y de quienes para ese momento huían del terror que en la calle sembraban facinerosos para desalentar a personas que protestaban pacífica y constitucionalmente ante el CNE, no tiene parecido.
El ataque de estos furibundos motorizados, vestidos a la usanza oficialista, y ante la mirada contemplativa de los cuerpos de seguridad pública estatal, generó no sólo un terror incalculable. Sino además, el rechazo colectivo pues ante su presencia se perpetró la agresión en cuestión causando así destrozos de instalaciones, equipos médicos y material de oficina. Incluso, el revuelo ocasionado por la incursión de estos forajidos, animó el hurto de computadoras de uso médico-administrativo tanto como la quema de motocicletas de visitantes y vehículos de trabajadores de dicho centro asistencial. Ese día, estos desalmados dejaron ver el alcance de su encubierto poder, acontecimiento nunca visto en Mérida. Fue una vergonzosa veneración a la consigna oficialista: “Patria, Socialismo o Muerte”. Fue apenas un ensayo que sirvió para hacer alarde de lo que es el más puro fascismo.