¿Compartida o impuesta?

Cardenal Baltazar Porras

La crónica menor

Por: Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo

No son pocos los que creen que el llamado permanente a la reconciliación y al diálogo que hace la Conferencia Episcopal, es un sedante para apaciguar los ánimos de los más timoratos. La realidad es otra. “Reconocer” que el “otro” existe y que tiene derecho a ser tomado en cuenta, es absolutamente necesario para disminuir la violencia y disfrutar de iguales oportunidades para acceder a recursos, sin coerción o interferencias externas. En una palabra, tener capacidad para ser “agente” de su propia vida y no ser un sujeto clientelar y dependiente.

La realidad actual de Venezuela dista mucho de este ideal, porque la mayoría no decide ni ordena su propia vida sino en márgenes muy estrechos. Las interminables colas para recibir dádivas, rebajas o para comprar “lo que haya” y en las cantidades que estipula la oferta, son el mejor ejemplo de lo que no debe ser, tanto por parte de quien oferta como de parte de quien muerde el anzuelo. Un exagerado conformismo hace que mucha gente se “sienta feliz” de haber obtenido “algo”, como niños alrededor de una piñata.

El primer consenso es el de la convivencia, seguridad y paz. Comprometer todos los esfuerzos, -ciudadanos, instituciones y Estado-, en construir una Venezuela no violenta, segura y que viva en paz. Es algo más que el plan “Patria segura” diseñado exclusivamente por el gobierno. La erradicación de la pobreza, es el segundo consenso, que exige creatividad, coraje y confianza en la gente. Generar empleo productivo, promover una sana competencia y sentido de calidad en lo que se tiene entre manos. Exige una nueva cultura del trabajo y la convivencia; y a la par, una política que deje de lado el clientelismo y el asistencialismo.

Y entre otras, el apostar por una educación relevante, de calidad y accesible a todos. Ahogando las universidades, estrangulando la educación privada y creando centros educacionales bajo el control y la ideología del gobierno, no conduce a buen puerto. Los hechos así lo confirman. Las denuncias del Episcopado son un aldabonazo a la conciencia de todos; y un llamado a la creatividad, al respeto del otro, al pluralismo que genera competencia y esperanzas ciertas, de una sociedad mejor, en la que el recurso más valioso a cuidar es el de la dignidad humana y la calidad de vida. Nada impuesto lleva a buen puerto. Compartir es la consigna.