Saludos Amigos!
No podía consagrar una crónica a Daniel Baremboim, la semana pasada, sin dedicar este domingo un espacio semejante a su amiga de infancia, la pianista argentina Martha Argerich, nacida en Buenos Aires un año anterior a Baremboim, o sea en 1941.
Los dos representan una misma medalla, la del genio absoluto. Pero, cada uno ofrece una mirada, una fachada distinta de lo que es el genio, lo que es un Artista. De cierta manera, Martha Argerich es lo opuesto de Baremboim. Aquella que recibió todos los superlativos para describir su talento excepcional, su magnetismo (“Genio del piano”, “Milagro de la naturaleza”, “Ciclón argentino”) tiene un instinto musical único, una sensibilidad artística a flor de piel, una hipersensibilidad que la tortura desde su niñez, que la hunde en una duda permanente, a pesar de una técnica pianística transcendental y de una musicalidad profundamente conmovedora.
De ella, Baremboim dijo un día: “Martha es un bello cuadro, sin marco”. Es cierto, su libertad, su independencia, su carácter de fiera incontrolada que suspende los conciertos al último instante, crean una personalidad carismática, que genera emociones de una intensidad única en las salas de concierto de todo el planeta. Carlos Kleiber, la leyenda de la dirección orquestal de la segunda mitad del siglo XX, dirigía solamente, según sus propios términos, cuando su nevera estaba vacía! Martha, ella, toca cuando el temor, los nervios, el miedo de no estar a la altura del genio que debe servir, no la paralizan, no crean la duda en el corazón de su sensibilidad de ser desollada.
Al contrario, Baremboim, se presenta delante del público desde su niñez, con la alegría de tocar, la alegría de compartir con el público su pasión. Baremboim, es el intelectual, el cerebral, el racional, el que maneja y domina los conceptos, sin la febrilidad de los niños prodigios que recibieron una presión constante de los padres, tan orgullosos del genio de su progenie.
Los dos tienen más de un punto en común. Judíos, de orígenes rusos, ambos crecieron a través de la misma enseñanza pianística gracias a este profesor de piano, verdadero terror de los niños, el famoso Vincenzo Scaramuzza. Scaramuzza, nacido en Crotone (Italia), empezó una carrera de virtuoso cuando contaba 21 años, pero paralizado por los nervios tuvo que renunciar a su vida de solista y se dedicó a la pedagogía. Llegó a Buenos Aires en 1907, y tras unos años de reflexión científica sobre el virtuosismo, ligado al estudio de la anatomía, Scaramuzza abrió su conservatorio en Buenos Aires a partir de 1912. En la mitad de un siglo, dicho personaje desabrido y colérico, va a formar cuatro generaciones de pianistas, entre ellos cuarenta concertistas conocidos. Enrique Baremboim, quien transmitió este arte a su hijo Daniel, fue uno de ellos.
Aunque Scaramuzza no aceptaba a niños prodigios, Martha Argerich entró en su clase y estudió con él, entre los 5 y 11 años. Así, los dos niños, sin estudiar en el mismo lugar, recibieron la misma base técnica, una fina aleación de mente y cuerpo, según las palabras de Baremboim hijo!
Sin duda alguna, el método Scaramuzza no era muy ortodoxo y su discurso pedagógico podía perturbar o destruir a los niños más frágiles. Pero su contenido técnico fue excepcional: la dosificación del peso de los brazos (de las manos), el desarrollo de la sensibilidad de la pulpa de los dedos y la igualdad en la fuerza de cada dedo, contribuyeron a construir una técnica ejemplar en las manos de una niña que recibió del cielo unos dones maravillosos, que aún hoy día, siguen fascinando a los aficionados del piano del mundo entero.
Escuchen en los siguientes fragmentos este temperamento de fuego, esta delicadeza del alma que acaricia el teclado para extraer las evanescencias poéticas de las grandes páginas románticas.
Hasta luego!
Por:Christophe Talmont-Director Musical
Orquesta Sinfónica de la Universidad de los Andes
-Liszt Piano Concerto No 1 in E flat major
-Tchaikovsky Piano Concerto No 1
-Schumann – Kinderszenen (Scenes from Childhood)
-Chopin. Nocturne Op. 27 No. 2
-Chopin Barcarolle Op.60
