Con fundamento: 23 de febrero, verdadero Día de la Resistencia Indígena

Por: Bernardo Moncada Cárdenas…

“Insisto que esto es un conflicto armado por la forma como llegaron las FANB que desde el día viernes, 22 de febrero de 2019, han venido atacando al pueblo, matando manifestantes indígenas y no indígenas y hasta esta fecha y hora, martes, 26 de febrero 2019 a las 5:55 pm sigue la guerra psicológica, hostigamiento y persecución militar, la intimidación donde a cada rato pasan los tanques, los convoy de efectivos militares, vehículos oficiales con supuestos efectivos de la policía allanando casas y con toque de queda, una situación que ya viene afectando a nuestros ancianos y ancianas, a nuestros niños y niñas porque jamás habíamos vivido una situación como ésta.” Lisa Henrito, indígena del pueblo pemón y defensora de derechos humanos, relata los acontecimientos ocurridos en las comunidades indígenas y Santa Elena de Uairén, entre el 23 y el 26 de febrero de 2019

Indígena pemón, comienzo subrayando, porque existe el pemón y los pemón y no “pemones” ni “pemonas” como se tiende a decir. Es una nación que cohabita dignamente dentro de un país definido como multicultural por la Constitución. Ésta reconoce explícitamente el aporte de los indígenas en la construcción de la nación venezolana El Capítulo VIII reconoce derechos obligantes al Estado venezolano hacia pueblos y comunidades indígenas. Se reconoce el de gestionar su propia organización económica, social y cultural; el derecho a titularidad sobre las tierras que han ocupado desde la antigüedad; el reconocimiento de las lenguas indígenas como idiomas oficiales de las etnias; la promoción y educación en los derechos culturales, tradiciones, cosmogonía e identidad étnica, conjuntamente con el derecho a gozar del bienestar nacional (salud, educación, trabajo, el derecho a la participación política y al control de proyectos que de alguna manera los pudieran afectar), además de ser reconocidos como parte integrante y patrimonio de la nación venezolana.

Los notorios episodios del pasado 23 de febrero, en flagrante desconsideración a la Constitución, así como en grave atentado contra los derechos indígenas a más de la Declaración Universal de Los Derechos Humanos, han destacado dolorosamente en las redes un sujeto ignorado por nosotros: las minorías étnicas que perviven en amplias zonas del territorio venezolano. No ostentamos imponentes ruinas de civilizaciones como los imperios azteca e incaico. Por fortuna, y por características históricas del proceso evangelizador y colonizador hispano-americano en Venezuela, podemos mostrar en cambio 44 etnias vivas (según el último censo indígena); cada una con su lengua, usos, tradiciones, y peculiaridades raciales. Y cada etnia es una nación, una nación integrada en un país que llamamos Venezuela. Con actos ha quedado demostrado el desprecio por esta realidad maravillosa.

Prédicas encubiertamente anti-cristianas y marxistas logran vender una versión actualizada de la Leyenda Negra, según la cual todo infortunio sufrido por los pobladores originarios de estas tierras se dio durante los siglos de dominación española y labor misionera, o por causa de las ambiciones expansionistas del naciente capitalismo. Con un manto de objetividad académica, se nos vende una supuesta concordia indígena violentada y exterminada por la presencia europea, implicando subrepticiamente, con el discurso ideológico indigenista, que la revolución marxistoide enmendaría todo entuerto.

Sin embargo, desde que Lenin clasificó todo escrúpulo moral como utilizables “prejuicios pequeñoburgueses”, se hizo previsible el carácter retórico de los melindres indigenistas. Al igual que frente a cualquier minoría, el marxismo planta su pretensión homologadora y totalizadora, según la cual toda diferencia está destinada a la aniquilación o a los campos de “reeducación”. Si en lugar de desembarcar Colón con su abigarrado grupito de marineros y curas, hubiese desembarcado el Che Guevara con robotitos comunistas, de esas 44 naciones indígenas quedaría exactamente un gran cero, fosa común como la de las víctimas campesinas que se negaban a adoptar su tenebroso credo.

Es hora de que tomemos en serio, sin doble moral, la existencia de este tesoro cultural que son las etnias. Que comprendamos su derecho a mantener visiones del mundo distintas a la moderna venezolanidad; que, como ese héroe del ecumenismo que fue el Padre Cesáreo de Armellada, nos dejemos fascinar por sus lenguas, sus cosmovisiones y narraciones míticas llenas de humanidad, entendamos y respetemos sus asentamientos y –sobre todo- militemos en el cumplimiento de normativas que ofrezcan balance entre los aspectos en que la modernidad ofrece mejoras y los aspectos donde debemos retirarnos respetuosamente para permitirles un desarrollo histórico propio. Si nuestro rechazo a los hechos iniciados el 23 de febrero dan lugar a una solidaridad comprendida en estos términos, esa fecha habrá de celebrarse como el verdadero Día de la Resistencia Indígena. Dios, Venezuela, y la naturaleza, nos agradecerán.