Con fundamento: Mérida sigue siendo su casa

Por: Bernardo Moncada Cárdenas…

No sorprende la decisión de Su Santidad Francisco al encargar como Administrador Apostólico de la Arquidiócesis caraqueña a Monseñor Cardenal Baltazar Porras Cardozo. A la dimisión, por razones estatutarias, del Cardenal Urosa Savino, el más importante gobierno eclesiástico de la nación no podía quedar acéfalo. Providenciales a este respecto han sido su creación cardenalicia e integración al nuevo y significativo Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida en El Vaticano. Después de una vida eclesiástica plena, ligada en su efectividad a varias regiones de Venezuela y, sobre todo, a los Andes, raíz profunda del tronco familiar, si hay en el clero venezolano alguien preparado para esta compleja responsabilidad, en un momento de desafíos, es él.

En su servicio a la Iglesia ha desempeñado en dos periodos la Presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana (1999-2003, 2003-2006), y ha sido Primer Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Latinoamericana CELAM (2007- 2011). Además de destacar como acucioso cronista de su ciudad adoptiva, Mérida, se lo reconoce como investigador de la historia. En su amena conversación y sus respuestas a la prensa destaca como crítico ponderado, perspicaz y documentado, del devenir político de su  patria, actitud que le endosa una responsabilidad nunca eludida. Su palabra oportuna, bien fundamentada y cordialmente expresada es orientación necesaria para su pueblo.

Especial rasgo con que sobresale el obrar del Cardenal Porras Cardozo en nuestros entrañables recuerdos, es su inmediata conexión con el mundo universitario a varios niveles tras su ordenación, en 1983. El joven Obispo Auxiliar, fue factor de concordia y unidad entre grupos políticos estudiantiles –tanto los de posiciones extremas como los más moderados- y autoridades universitarias y civiles. Es que la indudable vocación sacerdotal que le ha ido señalando para las más destacadas responsabilidades eclesiásticas nunca ofuscó la certeza de ser sobre todo un servidor de Cristo y de su feligresía. Sin menoscabo de una paternal y activa atención y guía de los sacerdotes en la Arquidiócesis, Baltazar Porras ha sido un Pastor con mayúsculas al alcance de los fieles laicos, de los no consagrados que, bautizados, conformamos el cuerpo místico del Redentor. Lo saben quienes han colaborado directamente con su histórica misión pastoral, tanto como las más modestas personas en rincones casi inaccesibles del territorio.

En la personalidad de Su Eminencia Cardenal Porras, detectamos encarnada la respuesta de la Iglesia al corazón humano, la respuesta de Cristo al hecho de que “en la sociedad encontramos, a pesar de tantas contradicciones, una sed de justicia y de paz muy difundida e intensa; una conciencia más viva del cuidado del hombre por la creación y por el respeto a la naturaleza; una búsqueda más abierta de la verdad y de la tutela de la dignidad humana; el compromiso creciente, en muchas zonas de la población mundial, por una solidaridad internacional más concreta y por un nuevo orden mundial, en la libertad y en la justicia. Junto al desarrollo cada vez mayor del potencial de energías ofrecido por las ciencias y las técnicas, y la difusión de la información y de la cultura, surge también una nueva pregunta ética; la pregunta sobre el sentido, es decir, sobre una escala objetiva de valores que permita establecer las posibilidades y los límites del progreso” (EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL PASTORES DABO VOBIS DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II, 6), lo cual lo ha motivado a asumir tareas que no están exclusivamente reservadas a los políticos de oficio. No solamente comparte así nuestras preocupaciones y deseos, sino asume el papel necesario de orientador y mediador hacia ese sentido de la vida y de la historia, del cual todos tenemos sed en cualquier circunstancia.

No podemos saber cuál será el rumbo definitivo en la trayectoria de nuestro Cardenal. Venezuela toda, no solamente Caracas, requiere esa “formación intelectual [que] se relaciona profundamente con la formación humana y espiritual, constituyendo con ellas un elemento necesario; …una exigencia insustituible de la inteligencia con la que el hombre, participando de la luz de la inteligencia divina, trata de conseguir una sabiduría que, a su vez, se abre y avanza al conocimiento de Dios y a su adhesión” (Ibid, 51), que ha tutelado y acrecentado el mejor archivo diocesano en Venezuela. Una sabiduría que toda la nación necesita en su angustiosa situación actual. Desde la capital, imbuido por el Espíritu Santo, Baltazar Porras Cardozo podrá prodigarla más expeditamente a toda la nación.

Reiterando: si hay en el clero venezolano alguien preparado para esta compleja responsabilidad, en un momento de constantes desafíos, es él. Así pues, Su Eminencia, amigo y pastor, va rumbo al destino que su Señor le depara, el Espíritu le lleva allá donde Venezuela lo necesita. Que siga creciendo en su servicio a su patria y a la Iglesia, sabemos que no nos olvidará. ¡Mérida sigue siendo su casa!