Con fundamento: ¿Qué esperamos hoy?

Por: Bernardo Moncada Cárdenas…

Grandes expectativas se han levantado respecto al evento nacional a desarrollarse hoy 23 de enero. En gran parte de Venezuela se han realizado los cabildos que, además de intentar recobrar el interés de nuestros conciudadanos, han querido hacer vislumbrar una ruta de cambio apoyada en la realidad –pues, como va el dicho, “deseos no preñan”- y preparar para hoy 23 una jornada en la cual los arrebatos y las provocaciones no impidan la expresión decisiva de la intención profunda que motiva nuestros gestos.

Hasta hace poco, uno de los factores que más esperanza ha generado, conjuntamente con el aplomo mostrado por la Asamblea nacional presidida por su joven líder, es la unidad que parece haber regresado a las filas que se presentan como demócratas; unidad que se pone a prueba una vez más, cuando llega una de estas horas de la verdad.

Obviamente, el éxito del plan de transición presentado por Juan Guaidó no conviene a quienes, ya en abierta usurpación, detentan el poder ejecutivo en Venezuela. Pero tampoco, internamente, convendría a quienes sigan apostando su capital político a una agenda de confrontación militar o guerra civil. En eso podemos estar claros. Si la unión de fuerzas pro-democracia no trasciende las declaratorias de buena intención para no quedar mal ante la opinión pública nacional y los países que presionan por una salida pacífica, corremos el riesgo de que el gesto de hoy, en el cual tantos compatriotas han puesto esperanzas y fuerzas milagrosamente recobradas después de tanta desilusión y castigo, sea desfigurado y desviado hacia situaciones que ya se juzgaban irrepetibles, que sólo favorecerán a quienes puedan levantar el dedo hipócritamente para cobrar, exclamando: “¡Se los dije!”

Un pueblo extenuado y desesperado por condiciones de vida que ve endurecerse más y más, es combustible apto para la menor chispa de provocación y es, al mismo tiempo, vulnerable a grandes escaladas represivas. Esos son los peores escollos para dar al traste con lo que hoy esperamos lograr: una base firme e inequívocamente fundada en la unanimidad de un pueblo prudente pero inamovible, base sobre la cual se lance el desafío que el régimen no pueda ya vencer; son escollos contra los cuales debemos estar preparados.

No hay día en que no elevemos oraciones por el bien de todo nuestro pueblo, por quienes nos representan y están en el deber de defender nuestra dignidad y felicidad desde altos cargos, hasta por quienes persisten en abusar de su poder y pisotear a Venezuela, pues uno cree en milagros y en la humana libertad de cambiar, así como oramos por la educación y exaltación de los menos favorecidos. Pero hoy hay que orar especialmente por la inmovilización de los posibles infiltrados, y por quienes sienten la tentación de inmolar en el altar de su soberbia toda oportunidad de liberación que no provenga de sus propios planes, para que entiendan que el bien de todos les incluye también y que ya  tendrán la oportunidad de imponer sus liderazgos en competencia libre y democrática, sin patear la mesa. También esto lo esperamos hoy. Venezuela tiene derecho a tiempos de esperanza y a la alegría del buen camino en el futuro próximo.