Con fundamento: Venezuela: el segundo calvario de Michelle Bachelet

Por Bernardo Moncada Cárdenas…

Vaya por delante la anécdota de un amigo, otrora estudiante de posgrado en Chile de los ’70. Descuidado, en una calle de Santiago, tocó con su vehículo el parachoques del que iba delante. El conductor chileno se apeó y lo bañó en improperios, a lo que el venezolano respondió con un puñetazo que le rompió la nariz. Sangrando, el chocado empezó a llorar: “¿Pero por qué me pegas, won?, yo solamente te dije unas palabras”. Y el amigo comentaba al contarlo: “Sí, ¡pero por menos de eso, aquí en Venezuela te rompen la nariz!”. Viene de cuento porque ilustra bastante bien un trasfondo de algunas reacciones a la visita de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, la chilena Michelle Bachelet. ¿”Entendís”? como diría un chileno.

Por fin vino a Venezuela un funcionario de la ONU investido de tal responsabilidad. Vino invitada por quien se dice presidente de la república y quien-en parte forzado por la formidable presión internacional y en parte, supongamos, esperanzado por el perfil ideológico que Bachelet nunca ha negado- le extendió solicitud oficial. No hay datos de solicitud alterna por parte de otro poder del Estado. La Comisionada entonces cumplió, como toca a un representante diplomático, su protocolo. Fue recibida por quien solicitó su presencia y, simplemente, respetó la agenda pautada para ella en la primera parte de una breve y cautelosa visita. Puede señalarse varios acontecimientos fundamentales: el encuentro con instituciones que representan a quien solicitó su presencia;la visita al PNUD, el Programa Ampliado de la ONU para el Desarrollo, presente en Venezuela; la entrevista con el Ingeniero Juan Guaidó, Presidente de la legítima Asamblea Nacional, quien lo designó como Presidente Interino, carácter en el cual ha sido reconocido por más de cincuenta países y ha recorrido, venciendo abusivos obstáculos, el territorio venezolano; el encuentro en el Paraninfo de la Universidad Metropolitana, con familiares y víctimas de la violenta represión de estos años, y con organizaciones defensoras de derechos humanos (según lo revisado hasta ahora no aparece, extrañamente, el Foro Penal); finalizando la reunión con el la Conferencia Episcopal Venezolana. En prácticamente día y medio desarrolló una actividad exigente y sin pausa.

Activistas y directivos de varias ONG hubieran querido llevarla en ese tiempo a hospitales, minas ilegales, prisiones, escuelas, barriadas, etc., hasta centros de refugiados en los países vecinos. Huelgan comentarios sobre esta laudable, aunque imposible, pretensión. Lo sustancial es que, cumplidos los temas protocolares en los cuales debe haber intuido una sarta de falsedades auto justificadoras, suficientes horas dedicó a la otra cara de la moneda. Cabe pensar que, tanto el PNUD, como el Presidente Interino, la Conferencia Episcopal, y ese largo y emotivo encuentro con parte representativa del océano de víctimas que aún permanece en el país (que en otra circunstancia hubiera sido hostilizado y reprimido por el aparato opresivo cuyas acciones desmedidas son ya política de Estado), le expresaron suficientemente lo que sufre y dice la inmensa mayoría de venezolanos.

Con impasibilidad de expresidente chilena, sólo quebrada por su conmoción ante los más dolorosos testimonios que compartió, dio sus precavidas declaraciones asomando unos primeros compromisos en términos claros, aunque que no satisficieron a ciertos portavoces de autodenominada oposición; se dirigió a Maiquetía y se marchó por donde vino. Los hechos dirán el veredicto final.

La reacción contra su actuar era fácil de anticipar. Al igual que los partidarios del ilegítimo gobierno, muchos –entre los que honestamente se incluye el suscrito-, esperaron debido a su alineación ideológica un descarado sesgo complaciente y legitimador en las declaraciones. Por boca de muchos es ese prejuicio el que sigue vociferando, sin revisar los hechos y sin entender que todavía no se ha rendido el informe definitivo de esta histórica visita. Al igual que el amigo de la narración que abre esta columna, los atorados venezolanos de las redes quieren romperle la nariz a la visitante chilena, sólo por sus (nada ofensivas y sí bastante significativas) palabras, por no repetir consignas que a ella no corresponde vocear.

El escándalo desatado en su contra a lo largo de, y después de, su comparecencia en Venezuela no quiere dejar margen al tiempo y debe ser indignante para ella. Es de esperarse que los puñetazos no hagan mella en su austral compostura y la objetividad domine la redacción de un contundente Informe Final.