¿Cuántas vidas son necesarias para saciar el hambre del monstruo?

Con las heridas aun abiertas luego del entierro de nuestro estudiante Juan Carlos Dávila, quien fue vilmente asesinado en la noche del sábado, escribo estas líneas que más que esclarecer buscan plasmar una serie de preguntas y temores que padezco, al igual que seguramente la mayoría de los venezolanos.

Todos los días vemos cómo diarios y noticieros no encuentran ninguna dificultad para copar los espacios destinados a las noticias de sucesos, anhelo el día en que estos espacios queden en blanco, no por censura gubernamental sino por ausencia de hechos para reseñar. Y es que nos hemos acostumbrado a la violencia de tal manera que los diarios se venden al revés, como si la última página fuera la primera plana.

La violencia sí superó la división del pueblo venezolano. Ésta no mira sexo, raza, religión, edad o filiación política, no importa si se es amarillo, azul o rojo.

¿Dónde surge la violencia y cómo termina? ¿Qué detiene al violento? ¿Qué hacemos como universitarios, como ciudadanos y como sociedad para detener este monstruo que nos está dejando sin futuro? ¿Cuántas vidas tendrán que apagarse para que finalmente se diga “basta”? Muchas preguntas quedan sin respuesta.

Año tras año nuestro país figura internacionalmente como uno de los más violentos del continente y el mundo, exhibiendo cifras de muertes propias de guerra, pero en tiempos de paz, poniendo esta última entre comillas. Causa alarma que la mayoría de los asesinados y de los asesinos son jóvenes, en muchos casos casi niños, y así, cada joven masacrado le corta las piernas al futuro, poco a poco esta sociedad se irá haciendo vieja y no precisamente por el paso del tiempo.

Con este panorama, los planes de seguridad deben ir más allá de la propaganda política. Formación integral de los efectivos de seguridad, formación humana, seguridad social, sueldos dignos. Que el trabajo del policía se convierta en una opción de vida llena de honor y de amor por el ciudadano.

Juancho: hijo ejemplar, amigo, luchador, solidario, atleta destacado, estudiante dedicado, músico, cantaba en la iglesia, instructor de karate para niños, un venezolano que dio mucho en sus cortos 23 años ¿Qué le habrá negado su asesinato a Venezuela? Nunca sabremos, pero de seguro muchas cosas buenas.

Desde la Universidad de Los Andes siempre hemos rechazado la violencia: ¡hoy exigimos justicia! Entendemos que nada ni nadie nos devolverá nuestro hijo, pero sólo con justicia, tal vez evitaremos que estas tristes historias se repitan, pues la impunidad representa un claro mensaje a los criminales diciéndoles que delinquir no es un riesgo en este país.

Sólo el tiempo y la luz de nuestro Dios brindarán la fortaleza para aprender a vivir con las heridas abiertas que nunca habrán de sanar. Hoy la ULA llora la muerte de un hijo y el país sufre la muerte de un futuro.

Paz a su alma y fortaleza para sus familiares y amigos…

Mario Bonucci, Rector…