¿Diálogo? ¿Cuál diálogo?

Por: Fernando Luis Egaña

No creo que Maduro y compañía tengan la más mínima intención de promover un diálogo sincero y abierto con los representantes de la oposición política, y después de las elecciones municipales, menos que menos. Otra cosa es que hablen de eso y declaren al respecto, y hagan llamados públicos e incluso monten alguno que otro escenario para «formalizar» el diálogo.

Eso sí es previsible porque ha ocurrido varias veces en el pasado de la “revolución”. Pero el objetivo planteado para nada sería el intercambio de pareceres entre opuestos o contrarios para alcanzar acuerdos –o sea, el diálogo político propiamente dicho–, sino la simulación de un diálogo para guardar ciertas apariencias y hasta el estímulo del llamado «salto de talanquera», tan de moda en estos años de mengua.

Sin ir muy lejos, en vísperas del 8-D el señor Maduro anunció que promovería un «diálogo nacional» con los alcaldes electos, indistintamente de sus afiliaciones políticas. Después limitó el asunto, al declarar que el diálogo sólo se realizaría con aquellos alcaldes que aceptaran el «plan de la patria», o sea la nueva trampajaula comunicacional del Psuv.

Y encima de todo, después del 8-D, el cacareado «diálogo» empezó con la consabida metralla de insultos a muchos de los alcaldes electos o reelectos de oposición, y con el nombramiento de candidatos oficialistas perdedores como «protectores» municipales y hasta ministros citadinos. Vale decir, como alcaldes paralelos. ¡Tronco de diálogo!

Y no parece haber en el tema del supuesto diálogo –como en tantos otros– una posición clara y unitaria de parte del conjunto opositor. Unos voceros sugieren una postura, otros otra, y otros no sugieren sino que se van deslizando hacia las fronteras del poder rojo. Nada de lo cual ayuda a encarar las interrogantes que ha dejado el 8-D, ni tampoco a aprovechar sus posibilidades. Al fin y al cabo, haber ganado las alcaldías de gran parte de las principales ciudades del país, es un activo político de gran significación.
Para la hegemonía imperante, el diálogo no es un bien en sí mismo sino una necesidad de hora undécima para ganar tiempo y capear temporales. O un instrumento meramente publicitario. Si antes de las municipales, Maduro y compañía no hicieron nada para promover un diálogo real, cuando acaso lo necesitaban, ahora que se consideran consolidados en el poder, no tienen incentivo alguno para ello.

En democracia, el diálogo es lo normal, pero en satrapía una anormalidad que se evita a toda costa. Pero eso sí, se evita en cuando diálogo efectivo, pero se plantea en cuanto insumo para la propaganda, sobre todo la que proyecta en el exterior la imagen de un régimen democrático que no se cansa de hacer elecciones…

¿Diálogo? ¿Cuál diálogo? ¿El de escuchar, aplaudir y obedecer? Eso no es diálogo y entrar en ese tremedal es perder mucho. Si el poder establecido demostrase auténtica voluntad de diálogo, otro gallo cantaría. Pero eso no se aprecia en el horizonte.

flegana@gmail.com