El billetico de 100

Nada más popular que el billetico de 100 para los venezolanos de los últimos tiempos. Hasta hubo osados que pretendieron requerirle al Papa Francisco que lo canonizara pues ni el Presidente había logrado eliminarlo, muy a pesar de las múltiples amenazas para sacarlo de circulación. Ya nada, o casi nada, podía comprarse con el fulano billetico a no ser que se canjeara por el modesto pasaje urbano, antes que el todopoderoso Sindicato lo condenara al ostracismo.

Ciertamente, le llegó el día al billetico de 100 y ahora, de mano en mano, su suerte se va depreciando sin misericordia porque los transportistas le decretaron fecha de vencimiento. Los “colectores”, que hacen su agosto en agosto, están encargados de inhabilitarlo, gritándole maldiciones por doquier: bueno-para-nada, inservible, basura, poca-cosa y en el largo etcétera llegan a darle altisonantes adjetivos como alcalde, diputado o presidente, si se les antoja.

El billetico de 100 no merece tanta tirria junta. Lo cierto del caso es que parece que le llegó su cuarto de hora y en ello, los transportistas o quien los manda, se hicieron sus bárbaros verdugos. Muchos se preguntarán qué hace el gobierno local, estadal o nacional ante la crisis del efectivo. Pues nada, apenas verán pasar los tropeles de miseria como hasta ahora y el pueblo seguirá aguantando con estoicismo los bandazos de la galopante crisis.

Del billetico de 100 hay más tela para cortar. En las escasas tiendas donde venden algún producto, no los quieren ver ni en pintura. Los niños en casa tampoco los aceptan ni para el monopolio porque están desgastados y al gobierno ya no le agrada verlo ni olerlo porque eso de “cien bolívares” no es llamativo. Imagínense con un “Bolívar” no han podido, menos lo harán con 100. La suerte del billetico es concluyente, espinosa, oscura.

Por los vientos que soplan, tocará a los del transporte público el siniestro oficio de sepultureros del billetico de 100 porque de su estrella aciaga no lo salva ni El Chapulín Colorado que resucitara a escudarlo. En este país que todo, o casi todo se esfuma en obra de instantes, el billetico de 100 logró pavonearse como el gran invicto frente a un todopoderoso que cual Rey Midas, todo lo hace trizas con su cayado de mengua.    

Por: Ramón Soda Pérez