El espacio que queremos

En momentos de incertidumbre, decepción, dejadez, rabia, acción desde allí, voluntad, ímpetu, dolor, fe, amor, entrega, confusión, angustia, incertidumbre; en ese orden, las cosas en nuestra casa interior comienzan a estar un poco desordenadas, ver y sentir ese mismo desorden nos pueden conducir a sentir aún más confusión. No hay paralización quizá, solo en algunos, pero la acción de otros puede venir desde una base no muy sana, y si apunta a un objetivo bien definido pero por caminos complicados, borrascosos, lastimados, enredados; la consecución del mismo podría tornarse más larga, tortuosa y menos efectiva.

Hablar de lo que sentimos, muchas veces es tabú, destapar el alma para saber exactamente qué pasa con nosotros, y en principio para nosotros mismos pareciera ser cosa de postergación, de miedos, de vergüenza.

Situaciones difíciles como las que enfrentan los venezolanos en momentos tan turbulentos entre la sociedad civil y el gobierno y todo el sector oficialista, es un claro ejemplo de manifestación de todos los estados mencionados.

Gabriel Ruda Pino es sicólogo, y también es venezolano, es conferencista internacional y en días pasados escribía entre el abatimiento de conocer el dolor por el que pasaba uno de sus compatriotas amigo, y el propio dolor por otros tantos que no le son tan cercanos, sobre algunas consideraciones que como profesional de la psicología y doliente de lo que ocurría en su tierra, recomendaba hacer.

La esperanza es aquello de lo cual nunca nadie debe apartarse, atenta escuchaba mientras le entrevistaba e iba interiorizando “abran el corazón más que la razón, buscamos pruebas tangibles, hechos concretos (…) hace muchos años, San Agustin escribió un manifiesto que decía, fe es creer aquello que no ves y la recompensa de esa fe es terminar viendo aquello en lo que crees”. Con estas palabras comenzó su manifiesto.

“La esperanza no defrauda”, recuerdo que dijo el párroco de la iglesia Santiago de la Punta de Mérida, en ese mismo país de gente que sueña, que lucha, que espera y de gente que se siente hundir y levantar. Nunca olvido esa frase cuando me encuentro en la acción de este penúltimo verbo.

Deseosa de saber cuántas cosas más existen para sentir bienestar y nunca perder la esperanza abordé a Ruda Pino, y siguió dejándome claro que no existe una fórmula mágica.

“Hacer de nuestra mente un espacio que nos permita visualizar en dónde queremos vernos, qué queremos construir, en lugar de enfocarnos en lo que está pasando” continuaba, y ¿para qué otra cosa la tenemos? ¿has pensado cuántas cosas te la invaden, en su mayoría aquellas que causan preocupaciones? Invitó a cuestionarnos: si yo quisiera tener esperanza, ¿qué quisiera sentir dentro de mí? ¿qué quiero visualizar? Leer, ver, informarse de lo ocurrido y destruido es natural, y si lo quieres ver como una obligación, genial, pero lo más importante es no permanecer conectado con ello, con los hechos de dolor, sino decirnos en silencio “esto va a pasar”. No llegar a niveles exagerados de información, “cada cosa que nos llega nos va socavando esas ganas de hacer las cosas, toca un momento en el que la información se vuelve infoxicación” enfatizó.

Sé que comenzar una dieta casi siempre lo dejamos para los lunes ¡y vaya que no es seguro! Pues en estos casos Gabriel también recomienda hacer un poco de ello en el tema de la información, hacer una pausa de no información, estar atento a lo que consumimos, medir, auto monitorearse, y no olvidar la esperanza como broche de oro de esta dieta, y que puede que no sea inmediato pero después de esa pausa, seguir haciendo lo que consideramos correcto con constancia y con reinvención, ver, “lo que te da resultado y lo que no”.

Hay un aspecto que tendemos a pasar por alto cuando un conflicto está en pleno punto de ebullición, los más plantados, los más aguerridos parecen ser los que se enfrentan con armas letales, y no advertimos armas poderosas como el no atacar, hacia allí también se dirige Ruda en su lista de recomendaciones, podría sonar etéreo, y lo destaca, pedir por los que de forma desmedida agreden sin límites, “el ataque lo que genera en el otro es deseo de repostar”, señala. Y es que debajo de superficialidades, de uniformes, de vestimentas, sin duda, hay piel y hay algo más que eso.

Leí hace poco, “no aislarse”, un tanto como no dejarse empapar de lo fatal del entorno, que afecta nuestros pensamientos, sentires, acciones, pero que no somos nosotros en sí. Resulta chocante recibir invitaciones, o comentarios, o ver imágenes de allegados con contenido no trágico como ese en el que podríamos estar viviendo, pero allí podría estar la clave para encausar el equilibrio y continuar.

¡Tienes que hacer ejercicio! respondió Gabriel a un amigo que creía estar equivocado, y agregó “es que no hay una maquina en el mundo que soporte un trabajo constante sin espacios de renovación, lo necesitamos para poder seguir trabajando por lo que estamos buscando”.

Desde nuestro espacio interno, nuestro espacio sagrado, invitó a buscar y construir lo que cada uno de nosotros quiere transformar; desde nuestra mente y nuestro corazón, con ellos tomar la decisión de ver con qué conectarnos.

Por: Salomé Higuera-Morales

@salomehiguera