El gabinete ejecutivo y el juego de la silla

Por: Germán Rodríguez Bustamante…

El juego de la silla es un juego musical competitivo, utilizado para la animación sociocultural o dinámica de grupos.  Es una recreación de conocimiento, en el que la música marca el ritmo y la emoción. Los recientes anuncios realizados por Maduro se parecen mucho a esa representación en la que se intercambian sillas, entendiendo estas como los cargos gerenciales en la estructura de gobierno, lamentablemente no hay un examen para verificar los conocimientos requeridos para ocupar un puesto especifico. Pareciera un juego cerrado en el que las sillas se mantienen y lo único que pasa es que los jugadores revolucionarios se rotan por los asientos, manteniendo el desastre en la gestión pública. En la mayoría de los casos los valores agregados derivados de los intercambios, producen daños superiores, es decir los enroques no sirven para nada. De vez en cuando se incorporan nuevos jugadores que estaban en la banca, manteniendo el número de sillas. En estos tiempos de copa mundial, el tren gerencial de la Dictadura mantiene su nómina intocable, enfriando en la banca a algunos jugadores malísimos en su desempeño y aborrecidos por los aficionados (el pueblo mismo). La velocidad de reacción es extremadamente lenta, en consecuencia, los naufragios no sorprenden a nadie.

La modelación es un elemento imprescindible en la administración de instituciones y organismos públicos, las representaciones ideales y  simplificadas, ayudan a la comprensión de sistemas reales complejos. En economía los modelos se usan para explicar su funcionamiento, las relaciones entre los factores y elementos y para realizar predicciones sobre el comportamiento de los hechos. En el caso venezolano la revolución ha utilizado algunos elementos de los modelos económicos para justificar su actuación, por ejemplo sus esfuerzos para eliminar la pobreza, a pesar de que los mismos han terminado en pura retórica, sin avanzar en los elementos que impactan a la misma, en consecuencia el fenómeno se profundiza cada día más, llegando a la miseria extrema generalizada. El modelo de planificación centralizada pretendido por el régimen, según el cual debía progresarse hacia una etapa en la que el Estado fuere propietario de los medios de producción, ha caído en la ruina total llevándose en su camino a los ciudadanos. Problemas de adaptación a los cambios experimentados en el entorno colocaron a nuestro país, en una situación vulnerable sin poder reaccionar a tiempo, las previsiones fueron y son inútiles en consecuencia reina la improvisación en todos los aspectos del acontecer económico. La burocracia al servicio del Estado creció, convirtiéndolo en un paquidermo deforme, sin capacidad de reaccionar y la estructura de gestión pública en un lastre pesado financieramente, con una productividad en etapa terminal. No existen datos confiables para poder asumir los riesgos derivados de inversiones y sostenimiento de iniciativas empresariales, el entorno económico es totalmente hostil para la actividad privada. Estas razones desnudan el fracaso del modelo, experiencia que no ha funcionado en ninguna parte del mundo; sin embargo la dirigencia revolucionaria pretende imponer por la fuerza, obviando las relaciones entre los factores y hechos económicos que los obligarán a corregir el rumbo por la inviabilidad de las políticas adoptadas. Lamentablemente mientras los ajustes se difieren los venezolanos vemos como nuestra calidad de vida empeora; quedando una casta conectada con el poder protegida de las inclemencias del entorno social, económico y político.        

El modelo económico es inservible para intentar resolver los problemas presentes en el entorno, por el contrario la continuidad del mismo profundiza los daños. La gerencia del modelo está en una situación similar, entendiendo la gerencia como un proceso mediante el cual variadas acciones integradas busca administrar recursos, bien sean técnicos, humanos, tecnológicos y financieros, aplicando distintas herramientas para lograr un fin determinado y así alcanzar  metas comunes   en   la organización, bien sea esta pública o privada. No existe responsabilidad moral y política, concebida en términos jerárquicos; no hay compromiso de las organizaciones públicas con respecto a la autoridad política electa, con una cultura organizacional, para el abordaje de los problemas y las soluciones de la colectividad; no hay grado de involucramiento, motivación, e inclusión de los actores o servidores en el proceso, con la finalidad de mejorar, optimizar los servicios y buscar  la capacidad de gobierno para lograr  condiciones de mejora continua en los procesos administrativos, y así resolver de manera eficiente y expedita los problemas que presenta la sociedad en su conjunto.

La gerencia publica fue asaltada por un régimen de corte militarista que utilizo a los integrantes de las fuerzas armadas, como gerentes forrados de valores morales superiores y quienes con esa reserva tomaron la conducción de ministerios, empresas básicas e instituciones con resultados fatales para la salud del Estado. La corrupción infecto toda la estructura gerencial pública, dejando un Estado putrefacto y a un gobierno comprometido con el mayor desastre cometido en contra de un país y su pueblo. Pareciera que la capacitación demostrada para el ejercicio de un cargo en particular no es necesaria, es suficiente ser militar o camarada, estar vinculado con la proeza golpista de los años noventa y demostrar una subordinación a la calaña que maneja el país. 

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