El remate de la faena

Por: Fernando Luis Egaña…

 El sucesor no ha perdido tiempo en continuar la faena destructiva del predecesor. Y tanto es así, que ya Venezuela está a punto de convertirse en un país importador de petróleo. Cuando el predecesor llegó al poder, nuestro país era el exportador petrolero más reconocido e importante del hemisferio occidental, y ahora, casi 16 años después, se nos ha transmutado en importador. Ya lo somos de distintos productos petroleros y ahora, muy probablemente, en importador de crudos.

Y eso lo que significa es la progresiva destrucción de la economía petrolera de Venezuela. Vale decir, del conjunto de la economía. Vale decir, del conjunto del país. Vale decir, de la Venezuela de lucha y trabajo, que es la abrumadora mayoría de los venezolanos. Porque hay un grupete de jerarcas y asociados de la hegemonía roja que se han hecho billonarios o trillonarios a costa de esa destrucción. Y en ese particular latrocinio, el sucesor tampoco pierde tiempo en continuar la faena del predecesor.

O deberá decirse, los sucesores, porque el poder establecido se encuentra diversificado en ramales o carteles, cada uno vas voraz que el otro, en cuanto al afán de control y depredación de los recursos disponibles, en especial si se trata de divisas. Porque no nos confundamos. Los conflictos internos del oficialismo no son por razones ideológicas o por criterios de pragmatismo u ortodoxia. No. Son por el apoderamiento de los dólares. De los que da el petróleo, de los que la deuda, de los que dan los chinos, de los que sean.

La faena destructiva del siglo XXI es extensa y profunda. No ha dejado hueso sano. Ni en las instituciones del Estado, pulverizadas por el tribalismo. Ni en la economía productiva, golpeada sin misericordia. Ni en la convivencia social, erosionada por una violencia criminal que nos sitúa en los primeros lugares entre las naciones más violentas del plantea. Si eso no es faena destructiva, nada lo es.

Y ahora la hegemonía va por el remate. Por la embestida. Por la ultimación. Ante el agravamiento colosal de la crisis, sus jerarcas están dedicados a rematar todo lo que puedan. Por eso la justa percepción de que nada funciona, de que todo falta, de que el país es un caos sin orillas. Pero ojo, el remate de la faena pueda extenderse en el tiempo. Si no hay alternativa sólida que le enfrente y supere, el remate seguirá en lo suyo. Y eso es lo que no debe pasar.

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