El Vía Crucis de la gasolina en Venezuela

Aun cuando el término Vía Crucis es netamente eclesiástico y significa «camino de la Cruz», es decir, el que recorrió Cristo durante su Pasión, desde el Pretorio de Pilatos hasta el Calvario, se adecúa perfectamente para denotar lo que le está ocurriendo a los venezolanos, en esta momento aciago de su historia, en el cual, un país reconocido mundialmente por sus riquezas, y especialmente abundante en petróleo , ahora, tras la devastación paulatina pero certera de todas sus estructuras, se encuentra paralizada porque la gasolina también se acabó. 

Lo que estamos presenciando es inédito, largas e interminables colas para tratar de cargar combustible, caos, desesperación, tiempo perdido, indignación e incertidumbre. Abuso de poder, mentiras y engaños por parte del oficialismo que con absoluta desfachatez declaran que “todo se solucionará en tal o cual fecha”, pero los que estamos sufriendo la falta de combustible sabemos que la solución no llegará a corto plazo, porque al igual que con la problemática eléctrica, el colapso ya está aquí.

Permitir que el problema alcanzara estas dimensiones de desastre humanitario, es un crimen. Las consecuencias de la falta de gasolina y sus derivados  están repercutiendo sobre todos los sectores: transporte de alimentos y medicinas, movilización de personas a sus centros de trabajo, los niños sin poder asistir a sus escuelas, los universitarios sin poder trasladarse. En fin un pandemónium, digno de la novela de terror que estamos escribiendo.

La situación empeora con cada hora que pasa; los conductores hasta pernoctan en los lugares con la esperanza de que llegue la gandola. Ciudadanos trancas las vías y retienen las cisternas para que les sean atendidas sus estaciones de gasolina, impidiendo así que arriben a los sitios a los que estaban destinadas. Los motorizados reclaman también sus derechos de ser atendidos. El transporte público padece la problemática. Las fuerzas del orden público se hacen presentes pero los gravísimos escenarios los rebasan.

Lamentable decirlo, pero en es este país anárquico, colmado de distorsiones, de corrupción, de “viveza criolla”, de abusos de poder y de falta de respeto, intentar llenar un tanque de gasolina, es un esfuerzo titánico, desgarrador y absolutamente injustificable.

La provincia, es la que padece con más fuerza los rigores de esta desesperante coyuntura. El régimen intenta preservar a Caracas, capital de la República, pero ya importantes Estados como Carabobo, Maracay entre otros, comienzan a sentir los rigores de esta escasez.

Choferes consultados en las colas, demuestran su descontento y su angustia, clamando por una solución, pero cuál puede ser, si depende de muchísimos factores inherentes a políticas del Estado venezolanos, que a todas luces permitieron que la crisis llegara, sin tomar las medidas correctivas a tiempo. A estas alturas, ya nadie  cree  en la guerra económica, el saboteó o las sanciones, porque hay formas de blindarse ante estos supuestos ataques foráneos.

Entre apagones, cierre de vías, exasperación de la ciudadanía, hiperinflación, falta de agua potable, destrucción de equipos, imposibilidad para trabajar, transcurre la vida en Venezuela. Pareciera que las huestes del mal están desatadas y amenazan con destruir totalmente un país que en el 2009, según estadísticas publicadas por el Almanaque Mundial mostraba cifras positivas y de crecimiento en: exportaciones petróleo y sus derivados,  agricultura, ganadería, servicios, educación, salud, industria en general. Es decir éramos un país en vías de desarrollo, hoy en el 2019 estamos sumidos en una de las crisis más notorias, profundas  y agudas de nuestra historia.

La única recomendación que podemos darle a nuestros lectores es que hagan acopio de toda su fortaleza, paciencia y cordura. Si no necesita con urgencia utilizar su vehículo, no haga cola, no se desespere. Es un hecho demostrado por la naturaleza “después de una gran tormenta, llega la calma y el sol vuelve a salir”. Este Vía Crucis terminará también.

C.C.–Foto. Leo León