Con fundamento: Francisco, comunión y comunitarismo vs comunismo

Por: Bernardo Moncada Cárdenas…

Marx no inventó nada”… “Los comunistas nos han robado la bandera de los pobres

(Papa Francisco, entrevista a Il Messagero, julio 2014)

En lo que llamamos la Iglesia, la figura del papado se insinuó, según los Evangelios, ya con importante carga polémica. Además de aquel “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia” (en Mateo 16) o de las palabras “Apacienta mis corderos” (Juan 21), Pedro, cuyo nombre encabeza la impactante lista de 266 Papas que se lee en la basílica de San Pedro, había sido ensalzado por Jesús: “Bendito tú, Pedro, porque lo que has dicho viene de Dios”… (Mateo 16), para ser increpado casi inmediatamente: “¡Apártate de mí, Satanás, porque no ves las cosas como Dios las ve…!” (Ídem). En resumen, Pedro es un personaje contradictorio, quien termina su vida dándola por su Maestro y por la Iglesia. Después ha habido otros grandes y santos pontífices, aunque también los hubo como el Papa Borgia, sí, de la escandalosa familia de aquella Lucrecia de torva fama. En pocas palabras, la institución del papado no ha sido un ejemplo del buenismo o de lo politically correct, como a los fariseos de la posmodernidad hubiese encantado. Santos han sido algunos pontífices, mas sin embargo los papas han sido y son ante todo humanos.

Desde Pio XII podemos decir que la prensa ha puesto la lupa en los papas, y una lupa a menudo bastante mal intencionada, teñida, a priori, de oscuros tonos. Salvo rostros como los de Juan XXIII y Juan Pablo II, poseedores de intocable carisma mediático con el cual, a veces, cierto periodismo quiso eclipsar su ejemplar servicio pontificio, personalidades como la de Benedicto XVI fueron tratados con antipatía por comunicadores y columnistas, negados a observarles con interés y comprender su labor. Desde 2013, sin embargo, año de la elección de Francisco, primer Papa latinoamericano, es evidente que el papado sufre un verdadero ciclón de opiniones, vientos que giran en cambiante dirección como intentando derribarlo. Una de las mayores preocupaciones que motivan tales vientos es el presunto izquierdismo del Santo Padre, llegándose a acusarlo directamente de ser agente del comunismo mundial; uno se pregunta cómo es posible siquiera pensar tal cosa. ¿Es acaso por su insistente reclamo a favor de los pobres?

En verdad, no es Francisco el primer pontífice en abordar los temas de la desmesurada desigualdad social y de la injusticia que son correlatos del poder en la modernidad. León XIII, ante el clamor de las primeras grandes organizaciones que enarbolaron el socialismo obrero como ideología, promulgó el 1861 su encíclica Rerum Novarum, texto que reivindica el esencial derecho de todos los hombres a ser tratados de acuerdo a su dignidad originaria de hijos de Dios, con base en el Evangelio. Defiende al mismo tiempo el derecho a ser libres y a poseer cuanto Dios pone a su disposición, previniendo así contra las deformaciones que las doctrinas socialistas implican en la vida social y política de los pueblos. Consecuentemente se desarrolló la Doctrina Social de La Iglesia, cuerpo de ideas y lineamientos que se empeña en defender a quienes infortunadamente viven en pobreza extrema, intentando ayudarles a nivelarse y superar las limitaciones de su poco o ningún nivel de ingreso. En América Latina, donde se han acumulado grandes desigualdades, los obispos han puesto especial atención en la DSI, desarrollando la “Opción por los pobres”, y los políticos católicos adoptaron el comunitarismo como oferta organizativa de los llamados partidos demócrata cristianos. Las profundas crisis culturales de fines de los sesenta, acicateadas y aprovechadas hábilmente por los líderes comunistas, llevaron a extremar tal opción, y a caer en el injerto cristiano-marxista llamado Teología de la Liberación. Aparecieron además los curas guerrilleros, aquellos que no se conformaron con la atención espiritual de los combatientes, sino tomaron las armas dispuestos ellos mismos a matar. La respuesta a esta aberración, por parte de alguna jerarquía católica, no siempre fue adecuada, cayendo en reactividad extrema.

En ese contexto, marcado además por el contraste entre sangrientas, corruptas e injustas, dictaduras militares anti-marxistas, y sangrientas, corruptas e injustas, dictaduras marxistas, se desenvolvió la vida sacerdotal de Jorge Mario Bergoglio, nuestro actual Papa. Éste ha dicho dos frases que deben ser relacionadas, para entender la posición de Francisco acerca de la relación entre la propuesta cristiana y la propuesta marxista: “Los comunistas nos han robado la bandera de los pobres” (Il Messagero), y “acaso son los comunistas quienes piensan como los cristianos (La Repubblica). Efectivamente, resalta el pontífice en la misma entrevista con el director de La Repubblica, que fue Cristo quien por vez primera habló “de una sociedad en la que son decisivos los pobres, los débiles y los excluidos”, añadiendo inmediatamente que “Para obtener igualdad y libertad debemos ayudar al pueblo, a los pobres con fe en Dios o sin ella [sin excusiones], y no a los demagogos [los ideólogos marxistas y los populistas] o a los barrabás [los usureros y explotadores].” Pablo, en su Carta a los Gálatas, extiende y especifica la radicalidad del ser cristiano: “No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús. Ese “ser todos uno en Cristo” es lo que conocemos como Comunión, la posesión en común de un bien de valor trascendente y supremo, fundamento de dignidad, libertad y paridad entre los hombres. Nada qué ver con distribución forzosa y supuestamente igualitaria de los bienes; LA COMUNIÓN NO ES COMUNISMO.

Hubo un tiempo en que los Papas convocaban Cruzadas, pero la Iglesia toda, como el más humilde de los cristianos, se encuentra en camino de conversión; ese tiempo de Papas guerreros pasó. No nos confundamos. El tipo de cruzada que Francisco propone es una cruzada hacia la trascendencia misericordiosa, así como hacia nuestro propio corazón y hacia nuestros hermanos que sufren. Una “Revolución de la Ternura”, como dijo ahora en Colombia, donde ‘casi todas las personas consultadas han manifestado que la visita sirvió para impulsar un gran proceso de reconciliación nacional y nacen muchas preguntas sinceras y profundas, las más recurrentes: “¿Qué puedo hacer yo por la paz de mi país?“. “¿Qué puedo hacer yo por mi prójimo que sufre? ¿Qué puedo hacer yo por reconciliarme con mi hermano?”. Es la revolución de la ternura que acalla la revolución de las armas, la prepotencia y el odio; donde todos son familia y nación.  (Francisco, Cartagena). El cambio de época exige la radicalización del mensaje cristiano, único antídoto contra la prevalencia amenazante del comunismo corrompido y amoral de hoy. Quien no entiende a Francisco, no entiende la época que estamos viviendo.

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