Con fundamento: La paciencia de Dios

Por: Bernardo Moncada Cárdenas…

En un dos por tres, pues los días van como succionados por un torbellino histórico, estamos en Miércoles de Ceniza de 2018. Occidente cristiano inicia el Tiempo de Cuaresma. Este Tiempo, con mayúsculas, dura cuarenta días. La cifra está basada en el significado del número cuarenta en la tradición hebrea. Cuarenta días dura el diluvio, cuarenta años erró el pueblo judío por el desierto, cuarenta fueron los días de Moisés y de Elías en la montaña, cuarenta días estuvo Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, 400 años duró la estancia de los judíos en Egipto. En la cosmogonía judía, el número cuatro representa el orden cósmico, los ceros que se le puedan añadir significanla duración de nuestra vida terrestre, con sus pruebas y dificultades. Cuaresma es la síntesis de nuestra vida adulta.Cada año, desde el siglo IV, la cristiandad la celebra, una conmemoración que no se repite. Los años y tiempos litúrgicos se reiteran, en una recurrencia donde la libertad de cada uno juega papel protagónico, añadiendo (o no) novedad ennuestra mentalidad.

Cada año litúrgico, igual que cada tiempo litúrgico de ese año, reanuda un vigilar del camino y laexperiencia como miembros de la Iglesia; es una oportunidad que nos da la paciencia misericordiosa de Dios, observacióny testimonio del esperado surgir de la criatura nueva en nosotros; de nuestra respuesta, según la Gracia que se nos haya dado. Es tiempo para asumir honestamentenuestras faltasy de cambiar cada vez algo de nosotros, para ser mejores y poder vivir más cerca de nuestro ideal. Es el tiempo litúrgico de conversión, que una y otra vez nos señala la Iglesia para prepararnos a una gran fiesta: la Pascua.

El Papa Francisco ha saludado la llegada de la Cuaresma en sus palabras del pasado jueves 8: “Una vez más nos sale al encuentro la Pascua del Señor. Para prepararnos a recibirla, la Providencia de Dios nos ofrece cada año la Cuaresma, «signo sacramental de nuestra conversión», que anuncia y realiza la posibilidad de volver al Señor con todo el corazón y con toda la vida.” No hay Cuaresma sin la perspectiva de la Pascua. Un tiempo de arrepentimiento y penitencia, culminando en la Pasión de Jesús, no tendría sentido sin la gloria de la resurrección en el horizonte. El Padre no Lo lleva a morir inútilmente, no es un dios de sadismo y muerte; el Hijo vencerá la fatalidad pues es el Dios de la misericordia y la vida.

Este año, Francisco exterioriza su amor por la humanidad sufriente titulando su mensaje con la frase del Evangelio de Mateo: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (24,12). Habla del Amor, la “Cáritas” fraterna, en riesgo de ser sustituida por la competencia despiadada, el canibalismo entre nosotros, la incapacidad de llevar con decisión y alegría una verdadera vida social, en la cual prevalezca el bien de todos. “Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, «raíz de todos los males» (1 Tm 6,10) –dice el Papa-; a esta le sigue el rechazo de Dios y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación…”Es una avidez desesperada por las posesiones materiales, una obsesión que traspone los confines de culturas e ideologías, afligiendo por igual capitalistas o socialistas.

Este enfriamiento lleva no solamente al maltrato indiferente de nuestros hermanos, sino al maltrato de la naturaleza, del ambiente: “También –dice Francisco- la creación es un testigo silencioso de este enfriamiento de la caridad”. Y, prosigue, “El amor se enfría también en nuestras comunidades… Las señales más evidentes de esta falta de amor. estas son: la codicia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar contiendas fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse solo de lo aparente”.En sus palabras, Francisco palabras de Jesús refiriéndose a una “situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles: frente a acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio.

Se refiere a quienes “Son como «encantadores de serpientes», o sea, se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren” y, por otra parte, a “Otros falsos profetas que son esos «charlatanes» quienes ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles”. Son los grandes demagogos que pululan en la política de hoy, cautivando y confundiendo naciones enteras. Sus palabras describen los duros rasgos de este momento. Y propone, ante “la medicina a veces amarga de la verdad”, el “dulce remedio” del Tiempo de Cuaresma vivido adecuadamente, si queremos salvarnos de los falsos profetas.

La conversión, este proceso de vida que no termina hasta que seamos llamados por el Padre, es una necesidad cada vez más apremiante para confrontar momentos como los que a diario vivimos los venezolanos. La desesperación, el odio, la pasiva inmovilidad, y el atropellado recurso a la huida, hacen ver cuán poco preparados estamos para afrontarlos.Sólo viviendo como Jesús, en la escucha del Padre y dispuestos a ser protagonistas en Su plan, más que en nuestras apetencias, pretensiones o imágenes, saldremos de la confusión, la cólera visceral, la sensación de impotencia, y el odio al otro, que se han sembrado en nosotros para bloquearnos.

La Cuaresma es entonces nueva ocasión. No vivamos este tiempo como la repetición de rituales ni, aún peor, como la búsqueda supersticiosa de favores y remedios, sino experimentando una fe consciente, seriamente atentos a “vivir juntos en Cristo, firmes y en alegría” a través de la liturgia y los gestos de estos cuarenta días.Replantear la caridad fraterna debe ayudarnos para llevar nuestra cruz socorriendo a los demás, con la expectativa cierta de la resurrección, la conciencia serena de ser perdonados y, por ello, poder perdonar. Estonos acercaráa restablecer la vida en colectividad que hoy añoramos. Que vivir la Cuaresma nos traiga la paz mental que necesitamos, para la actitud con que abordamos el encuentro con los demás, y las decisiones que nos toca asumir a cada uno en los momentos pesados y oscuros que estamos compartiendo.

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