Con fundamento: Entre tramposos y tramperos

Por: Bernardo Moncada Cárdenas…

Aunque sean tan semejantes, las palabras «trampero» y «tramposo» tienen poco en común. Un trampero es el cazador que, en lugar de enfrentar su posible presa, escoge capturarla o matarla con artificios. No es figura familiar para nosotros, habituados cada vez más a proveernos en abastos y automercados. Nuestros hermanos indígenas suelen ser más cazadores que tramperos, prefiriendo rastrear y emboscar que confiar en la seguridad del que espera a salvo que su víctima caiga.  El trampero estudia y usa los hábitos de sus posibles presas, así coloca sus artefactos en sus senderos y espera el resultado confiadamente.

Llamamos tramposo, en cambio, a uno que acostumbra proceder contra las normas que los demás respetan. El tramposo burla confianzas, engaña y simula, manipula puntuaciones y valores, y parece deleitarse en el fraude, las cosas hechas sin fraude le aburren. El tramposo es un tipo psicológico, una forma de conducta que se torna rasgo psicótico de personalidad.

Esta divagación viene al caso por la manera de proceder que podemos observar en la conducción política del régimen enseñoreado en Venezuela. En su actuar cotidiano, el ejecutivo y sus apéndices, que desde el comienzo se configuraron como subservientes de la presidencia, incapaces de autonomía alguna, tuercen continuamente la ley, desde la Constitución vigente hasta la normativa más detallada. Pero todo viene falsamente justificado o escondido tras falsos controles, de modo que corrupción, peculado, abuso de fuerza, nepotismo, y otros males, llegan a ser tramposos modus operandi en el manejo de la cosa pública. Esto se vio colosalmente evidenciado en los números arrojados por la última votación organizada por el CNE. Si alguien tenía duda sobre la grotesca, ridícula, exageración de los resultados, suficiente es el escándalo del comunicado de Smartmatic para confirmarlo. La manera de reaccionar al verse descubiertos, con negaciones e intentos desvergonzados de desviar la atención, son típicas del tramposo contumaz.

Pero en la confrontación contra quienes legítimamente les adversan, los estrategas del régimen y sus asesores pasan a ser, además de tramposos, tramperos. Confiados en la ingenuidad de políticos relativamente jóvenes y enredados en las complicaciones producto de la engorrosa tarea de liderar una coalición ideológicamente heterogénea, aguijoneada además por la intemperancia de las redes sociales, ellos interponen celadas y ratoneras para hacer caer, o al menos debilitar a quienes más de una vez les han derrotado.

Viéndose acorralado, puesto en evidencia, ante la posibilidad cierta de perder el poder y afrontar las consecuencias, el proyecto dictatorial gobernante hace trampas desesperadamente. Pero al mismo tiempo pone peligrosas trampas. Tal es el modo y el momento del llamado a elecciones regionales.

Y ya se ve el triste éxito que están alcanzando. Esa es su verdadera trampa: DIVIDIR FEROZMENTE, LA UNIDAD. QUE USEMOS LA INDIGNACIÓN ACUMULADA PARA DESTROZAR TODA UNIÓN. Astutamente, las elecciones son convocadas como para exasperar a partidarios de presionar violenta y decididamente la  pronta salida del régimen y quienes, percibiendo el riesgo de entregar todas las gobernaciones, creen que lo mejor es participar.  Así buscan disgregar, desmontar el arma más contundente que les ha puesto en jaque hasta ahora.

Es imperativo que, por denunciar los tramposos, no dejemos de detectar y evitar las trampas de los tramperos. Urge diálogo entre los demócratas, desde la base hasta el liderazgo. Seamos agentes de unión y concordia. Estamos ante un duro y efectivo ataque contra la debilitada unidad que tenemos. No ayudemos a los tramperos. Orar y actuar por la unión.
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