La crónica menor: In memoriam Juan «Pelotas» Dugarte

Cardenal Baltazar Porras

Por: Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo…

La población de El Morro está de luto. El 5 de marzo falleció uno de esos personajes populares que hacen historia. Juan Bautista Dugarte Contreras, hombre polifacético al que no había oficio que se le resistiera, deja en una habitación de su casa el taller de trabajo con infinidad de instrumentos de toda índole: carpintero, ebanista, electricista, pintor, zapatero, talabartero, le encontraba arreglo a cualquier apuro. Pero sobre todo fue un gran músico, arte que trasmitió a los suyos y a paisanos. Instrumentos de viento, percusión o cuerdas los ejecutaba con maestría. Sus seres queridos y unos cuantos paisanos conformaban su conjunto, indispensable en toda fiesta religiosa, civil, luctuosa o familiar.

Junto a su esposa, Ana Julia Dugarte formó un hermoso hogar en el que procrearon cinco hijos: Darcy Coromoto, Ada Marlene, Edilce, Edgar Antonio y Ramón Iván. Uno de sus nietos es sacerdote, Yan Darwin. De carácter fuerte pero a la vez con gran sentido del humor y del servicio al prójimo. Hombre de fe estaba siempre presente en todos los actos religiosos de su pueblo. Amigo cercano de todos los sacerdotes que han pasado por El Morro, gozó del cariño y la admiración de Mons. Salas, a quien le gustaba visitarlo y conversar con él cada vez que pasaba por El Morro.

Fue prioste y mayordomo de varias sociedades y cofradías. Acercarse a él era ocasión para beber en esa sabiduría popular, sencilla, serena y profunda que lo hacía vivir las virtudes humanas y cristianas con naturalidad. Como es normal en los pueblos la gente lo nombraba por el apodo “Juan Pelotas”, que aceptaba complacido pues se lo pusieron en edad temprana sus compañeros por la invitación que hacía a jugar con la pelota. Para todas partes iba con Ana Julia su mujer. Compañía indispensable para todo, hasta para regañarlo. Él no le discutía pero se hacía el sordo si no quería hacerle caso. Su ausencia le causó un gran vacío. Ya está junto a ella en la presencia del buen Dios y la Virgen de Candelaria a la que le tuvo profunda devoción.

Hay muertes que hieren y otras que son sanadoras. A sus ochenta y seis años, había nacido el primero de agosto de 1928, nos dejó, pidiéndoles a sus hijos que le cantaran porque ya estaba a las puertas de la muerte. Iba gozoso al encuentro del buen Dios. Tanto sus familiares como numerosos morreros y amigos de Mérida se hicieron presentes en sus exequias, en las que se respiraba la acción de gracias por las bondades que derramó a lo largo de su vida. Son los ejemplos de vida cristiana, sin aspavientos, con virtudes y defectos, pero en las que sobresalió siempre su amor a Dios y al prójimo. Descanse en paz.