La crónica menor: La lección del Playón

Cardenal Baltazar Porras

Por: Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo…

El Playón es un sector popular en las afueras de la ciudad de Mérida vía El Valle de San Javier, uno de los parajes más hermosos de nuestros Andes. Muchos establecimientos viven del turismo y abundan hoteles y posadas. En una de estas se hospedó un grupo de unas diez personas procedentes del centro del país durante los días santos. La música a todo volumen y los piques de lujosas camionetas en horas de la madrugada provocó el reclamo de uno de los vecinos. La sorpresa fue mayúscula pues se bajó del vehículo un señor armado, al parecer escolta o guardaespaldas de ellos y apuntó en la cabeza a un menor de edad.

El bochornoso incidente corrió como pólvora y levantó a la población, uniéndose al reclamo. La sorpresa fue mayúscula porque a los pocos minutos apareció la Guardia Nacional a resguardar al grupo y arremetiendo con bombas lacrimógenas y perdigones contra los pobladores. Las fotos hablan por sí solas y el contingente que llegó superaba los cien efectivos. La información recogida es que eran órdenes muy de arriba porque el grupo de turistas es familiar o cercano a la pareja presidencial. Estos se retiraron del lugar bajo custodia y fue detenido el administrador de la posada, comandante de la policía vial del municipio, quien no tenía arte ni parte en el asunto. Lo demás es conocido por la difusión que tuvo en las redes sociales.

Vale la pena preguntarse, ¿al servicio de quiénes están los órganos de seguridad del Estado? ¿El abuso en el comportamiento público puede ampararse en la cercanía del poder? ¿Por qué no se persigue con la misma saña al hampa desatada en nuestras calles?

La raíz de todo está en la desintitucionalización generalizada que corroe el país y en la impunidad que ampara a quienes no debe y apresa a otros, que en la mayor parte de los casos está etiquetado como no oficialista.

La pérdida de la confianza y credibilidad en la generalidad de las instituciones públicas la señalan las encuestas. La ciudadanía no siente que están a su servicio sino a los intereses del gobierno. Los poderes públicos y los órganos de seguridad no son parte del Estado sino del Gobierno. Esto explica el caos existente: desde las cárceles se dirige el hampa, si quienes mandan manejan las leyes a su real saber y entender, por qué cualquier persona o grupo no tiene derecho de tomarse la justicia por su propia mano. Vivimos en una sociedad sin ley, anómica, catalogada por los especialistas como “malandra”. Cada quien hace lo que quiere amparado en la ineficiencia, en la impunidad, pues la mayor parte de los delitos ni se investigan ni se sancionan.

Los habitantes del Playón reclamaron con lo único que tienen y en abundancia en aquel lugar, piedras de todos los calibres. Pero tuvieron el coraje de la palabra y el plantarse firmes ante quienes deberían ser sus custodios y no sus verdugos. Tamaña lección. El camino de la recomposición de nuestra sociedad no se debe dirimir sino en el diálogo sincero y en el reconocimiento de que la gente tiene, en la mayor parte de los casos, mayores y mejores razones que quienes nos gobierna. Nos lo dijo el Papa Francisco en su saludo pascual refiriéndose a Venezuela.