La miseria reflejada en las colas

El que conoce la ciudad de Mérida sabe la distancia que hay entre el Seguro Social y el Garzón, son muchas cuadras, y sin embargo, así de largas y espeluznantes, son las colas de miles de personas  que esperan poder llegar al  conocido hipermercado con la esperanza de adquirir algún alimento regulado para mitigar el hambre que con fuerza  cada vez más intensa agobia a los venezolanos.

Rostros cansados, ojerosos. Miradas tristes, frío intenso en el cuerpo y en el alma de hombres y mujeres, adultos mayores, embarazadas , que al abrigo de una cobija, una toalla o cualquier trapo que pueda protegerlos del intenso frió de la noche, esperan horas y horas, y ven llegar la madrugada motivados por la única razón de llevar algo de comer a sus casas.

“Esto es insoportable-dice la señora Arelis Cárdenas de 70 años. Yo me quedé sola con mis tres nietos porque mi  hija, la madre de ellos, tuvo que irse a Perú para ver si lograba encontrar trabajo y ayudarnos a nosotros .Aquí donde me ve, ni café he tomado y tampoco he probado bocado desde ayer. Estoy que me desmayo”

Las historias de necesidad e  indignación se repiten en cada persona que hace la infernal cola. Las caras llenas de tristeza, con la mirada perdida, impotentes ante una situación irracional, inexplicable, en un país como Venezuela que en otros tiempos, y aun cuando hubiera problemas, la gente podía comprar lo que necesitara para su subsistencia.

“Esto se lo llevó el diablo, refiere Carlos Pérez, un profesor de historia jubilado”. Al hablar, se pasa constantemente la mano por sus ojos que están llenos de sueño y malestar. “no es posible que este Gobierno que dice ser demócrata y participativo, nos mantenga en este estado deplorable de miseria. Es inhumano mantener a un pueblo subyugado, inerte, que solamente piensa en satisfacer sus necesidades básicas. Anoche llovió, refiere el profesor, y nos mojamos, y sentimos el frío, el hambre y el dolor. Venezuela está herida de muerte, y quienes deberían sanarla, están pensando en reconversiones monetarias y en quedarse con el poder a costa de lo que sea. Sin embargo, la historia no se equivocay se repite, esto no puede durar para siempre.

Hay un movimiento extraño en la fila,un hombre grita “no te colees”.El profesor hace un gesto con la mano, como diciendo” ya no hablo más”. Las voces  de los efectivos militares que “custodian” a la gente, tiene un acento irritante, antipático, gritan “del 1 al 20, fórmense “, “Aquí nos tratan como a animales, ¿será que ellos no son pueblo también?  se pregunta una joven

Si analizamos la actualidad venezolana patentizada en las colas de Garzón, que se repiten con idénticas características en todo el país, nuestra población atraviese, de modo inminente, una hambruna .No hay suficientes recursos, no hay políticas alimentarias que estén dando resultados, y tampoco hay voluntad para poner un alto a este situación.

Yuca, plátanos y arroz, cuando se consigue, representan hoy en día la dieta de los venezolanos y sobre todo el cambur, maravilloso alimento que ha venido a sustituir otros, ante la imposibilidad de comprar algo más.De allí que veamos, las calles y avenidas de nuestra ciudad alfombradas de conchas de cambur.Un feo y peligrosos espectáculo que nos refiere a lo mal que estamos como país. “En la Venezuela actual, hay solamente dos clases sociales, los ricos y los pobres, la clase media desapareció, estamos en lo más bajo”,comenta un profesor de de la ULA.

Todos…¿ son bachaqueros?

Algunas personas comentan que en las largas colas que se presentan casi a diario en los supermercados de Mérida, “todos son bachaqueros” a quienes no les importa pasar por cualquier inconveniente para poder adquirir a precios regulados productos que posteriormente  venderán con ganancias exorbitantes, manteniendo la nefasta práctica de hacerse con un dinero, burlándose de la necesidad de sus compatriotas. Es posible que hayan algunos de estos seres sin conciencia que se lucran de la miseria,  pero en nuestro recorrido, también vimos pueblo, gente honesta que, lamentablemente está pasando hambre y que lo poco que ganan no les alcanza para comprar productos “bachaqueados”. Vimos madres exasperadas, padres de familia con rictus de consternación en sus rostros, ancianos, y muchas venezolanos que ya no aguantan más , pero que sin embargo, como zombis, están allí , aguantando lluvia, o sol, sed.No  hay capacidad de respuesta, solamente desmoralización.

AE.LL.