Pido la palabra: Discurso torpe para tontos útiles

Por::Antonio José Monagas

 La oratoria en tiempos de populismo, no es otra cosa que mero engaño. Cae en la categoría de la alocución “orillera” pues escasamente funciona para rellenar espacios mediáticos fútiles.

Quien domina el lenguaje, tiene ganada buena parte de una confrontación. En política, tan significativo hecho, termina por dominar el pensamiento de un colectivo. O de amoldar las ideas de una persona. Es cuando la manipulación se convierte en recurso de proselitismo. O en condición para desvirtuar razones por cuyos efectos pueden generarse cambios capaces de voltear o trastocar cualquier realidad. Por mayúscula que sea. Sin embargo, no hay duda de que existen tantos lenguajes como oficios o ámbitos facultativos puedan haber. Y el ejercicio de la política, no escapa de tan inexorables exigencias. Sólo que en medio de su praxis, se plantean confusas combinaciones semánticas y dialécticas que someten el lenguaje de la política a duros tratamientos que exasperan las propias realidades. El caso que representa Venezuela, es ciertamente patético. Sobre todo, porque sus realidades políticas se hunden en el marasmo y la desesperación. Fue acá donde se incitó el recrudecimiento de una crisis de Estado que azotó no sólo su ya precaria economía. También, sus esquemas de gestión política y de estructuración social. Tanto, que el país cayó a niveles de repulsiva oscuridad. El país se extravió entre situaciones que incitaron a que su sociedad perdiera la idea de civilización, el sentido de ciudadanía y la imagen de país democrático que, con esfuerzos, había logrado consolidarse.

Dado el tamaño de esos problemas, el país devino en caos. Fue de tal naturaleza el efecto de dichos problemas, que la democracia se vio cercenada. Además, secuestrada por un grupo de politiqueros y militares disfrazados con atuendos de presunta moralidad y civismo  quienes han pretendido ignorar y borrar no sólo la institucionalidad democrática construida, sino además a quienes se atreven a adversarios. Y precisamente, en medio disquisiciones como estas, los personajes de marras han querido encubrir los embrollos que sus vapuleos han incitado. Para ello, se han valido de la mediación del lenguaje. Pero de un lenguaje enredador y sedicioso a través del cual estos gobernantes criollos abusan de la labia con la única intención de desfigurar el deber de los asuntos públicos gubernamentales.

 En estos escenarios de grotesca prosopopeya, estos politiqueros son habilidosos para no decir nada con el máximo de palabras empleadas a través de toda declaración ante los medios de comunicación o ante las masas. No sólo abusan con equivocados significados que terminan desquiciando el lenguaje. También, desnaturalizando conceptos para acabar con el sentido de las realidades en que se circunscriben los problemas en cuestión.

Estos politiqueros de mal agüero, en poco o nada se compadecen de las conflictos que gravitan sobre el devenir de la nación. Por lo contrario, se ufanan de servirse de prédicas que, sencillamente, tienden a malograr el desempeño de todo cuanto debe definir la funcionalidad del país. La oratoria en tiempos de populismo, no es otra cosa que mero engaño. Cae en la categoría de la alocución “orillera” pues escasamente funciona para rellenar espacios mediáticos que, de quedar vacíos, fomentarían más consternación de la que normalmente incita la “ambientación socialista”.

Por ejemplo, las declaraciones emitidas por el Ministro-Presidente de PDVSA, luego corroboradas por el presidente de la República, en torno a la recurrente suspensión de vuelos desde y hacia Venezuela, son absolutamente absurdas. Sin reconocer que el problema se debe al desastre económico que la gestión del régimen ha causado, por culpa del desorden administrativo y la corrupción asentida, gracias a la impunidad e inmoralidad revolucionaria, estos personajes pretenden difundir la especie de que ello fue por “la desviación de rutas producto de la Copa de Brasil que se disputará el próximo mes. De manera que no obedece a la deuda con las aerolíneas” la cual asciende a más de 4 mil millones de US$. Ante tan chapuceras expresiones, ¿cómo quedan quienes han creído en la reivindicación de la democracia desde instancias y promesas del poder político gubernamental? ¿Será que sus proclamas son para estúpidos? ¿Cómo han de sentirse quienes han hecho esfuerzos personales para disfrutar de viajes por cualquier razón hacia el exterior y ahora ven asfixiados sus derechos? No hay duda.  Estos actores de la demagogia populista se valen de actitudes mojigatas para pronunciar sus disparates en cada  discurso torpe para tontos útiles.

 “El populismo se vale de frases sin sentido para confundir. Y cuando lo tienen, las utiliza con el perverso propósito de sembrar la demagogia sobre la cual se afianzan las patrañas a emprender” AJMonagas