Pido la palabra: Socialismo mamarracho

Por: Antonio José Monagas…

Con entera razón, puede decirse que lo del socialismo quedó en pura y anodina enunciación. Como propuesta ideológica, no llegó a ningún lado. Todo lo desquició.

En estos tiempos de revolución bolivariana, gobernar se convirtió en una suerte de maroma. Es decir, en un prosaico acto de equilibrio al momento de atravesar la “cuerda floja”. Y además, negligentemente. Resulta inconcebible que, avanzado el siglo XXI, no se haya comprendido el concepto de gobernar en su justo y exacto sentido. La acepción más cercana que maneja el régimen venezolano, se ha visto confundida con el hecho de imponer o someter al pueblo. O a quienes, se atreven a protestarlo o impugnarlo pues la manera de ejercer el poder es al mejor estilo prusiano. O sea, emulando la peor forma de dominar al desvalido ciudadano con criterio marrullero.

Cualquier  decisión asumida por el régimen, en nombre de la soberanía nacional, de la revolución bolivariana o, sencillamente, del socialismo del siglo XXI, termina siendo una verdadera e inicua  incongruencia. Ni es lo que fue aludido entre aplausos y gritos de grotesco respaldo, ni tampoco lo que fue parte de algún proyecto contenido en los lineamientos del arrugado “Plan de la Patria”.

A decir por lo que se infiere de las realidades, el país va en deprimente y franco retroceso. Aunque el régimen pregona por todos los medios posibles, que su gestión anda “a paso de vencedores”. Sólo que no queda claro que es de vencedores “vencidos”. De vencedores aplastados por el fragor de una batalla ficticia y novelesca. En medio de tan desvergonzado ocio, la gente del régimen se ha dado a la descarada burda tarea de sostenerse en el poder para lo cual se han valido no sólo de la represión que le permite el mecenazgo mantenido con la cúpula militar. También de la impunidad y la corrupción, factores éstos entendidos como coartadas bien administradas para detentar el poder político y económico que corresponde a la nación con capacidad democrática.

Ya ni siquiera cabe aplicar aquello de que todo lo que el régimen toca, lo convierte en pudrición. Ahora lo que tienta se transmuta en “cuchillo para su garganta” pues las contradicciones delatan la incoherencia que caracteriza la gestión de gobierno adelantada desde que quedó al descubierto la absurda pretensión de desarreglar la institucionalidad democrática inspirándose en la idea de hacer de Venezuela un país al mejor modelo castro-cubano.

Hacer un recorrido por el país, buscando advertir las convulsiones que han afectado la salud social, económica y política de Venezuela, detallando los problemas que tienen tomada la distribución del ingreso, la degradación del ambiente, la infraestructura vial, el suministro eléctrico, la ocupación irracional del espacio, la congestión urbana, la calidad de vida, el empleo, la educación en todos sus niveles, el abastecimiento alimentario, los esquemas de producción, la cultura ciudadana, entre otros, es reconocer que el régimen no ha sabido gobernar. Más aún, si ello se hace a partir de las expectativas que infundieron las múltiples promesas electorales. Promesas enmarcadas por clamores de libertad, justicia, promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo, y las garantías del cumplimiento de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución de 1999, que ni siquiera se vieron reflejadas al día siguiente de haberse asumido la responsabilidad de dirigir los destinos del país. Mucho menos, con el cuento chinchorrero del mal llamado “socialismo del siglo XXI” pues ni siquiera sirvió para fundamentar la socialización como agente de unificación social. Al contrario, el país comenzó a escindirse al extremo que, social y culturalmente, se disgregaron tradiciones, familias y valores. Hoy, Venezuela ya no es de todos puesto que se extraviaron los principios sobre los cuales se juntaba su población para sobreponerse a las penurias que la vida blande. La historia política y económica del siglo XX,  es testimonio de ello. Por eso puede decirse, con entera razón, que lo del socialismo quedó en pura y anodina enunciación. Como propuesta ideológica, no llegó a ningún lado. Todo lo desquició. Por tanto puede hablarse de socialismo mamarracho.

“Cuando un gobierno alude a su gestión con exagerada retórica, es porque debajo de sus intenciones poco o nada hay. Posiblemente, su propuesta ideológica está construida sobre pilotes de brizna”

AJMonagas