Por la calle real: Un viaje a Cúcuta

Fortunato González

Por: Fortunato González Cruz…

Sentimos la sensación de haber llegado a la libertad. Jaime Grimaldo lo comentó justo cuando pasamos el puente internacional Simón Bolívar y algunos taxistas ofrecieron sus servicios para trasladarnos al hotel. Del ambiente cargado de militares de la Guardia Nacional y del Ejército con alcabalas, controles, colas y horas de espera al otro donde nos esperaban unos policías municipales, taxis y gente que esperaba bajo unos toldos para recibir noticias de la trinchera venezolana.De aquella frontera viva, llena de vida y de actividad comercial casi no queda nada, pero hay diferencias.

Cúcuta ya no necesita de los venezolanos para tener sus comercios, hoteles y restaurantes llenos de clientes. Los supermercados con mercancías de todo tipo y muchos clientes comprando lo que se les antoje. El centro renovado, con aceras anchas bien arboladas, bien iluminadas, con ambiente musical y cámaras se seguridad, tráfico ordenado y la amabilidad de siempre ahora es para las colombianos. Antes lo compartíamos con ellos y acudíamos a hacer las compras de Navidad, el mercado semanal, las cortinas de la casa, el traje de novia y el flux de los casamenteros. Todas las tiendas están allí con más y mejor mercancía y nosotros frente a los cristales como los niños del poema de Andrés Eloy Blanco. ¡Nuestros bolívares no sirven ni para comprar un pan de bono!

Por supuesto que hay impactos negativos pero el espíritu es de superación. Las políticas acertadas y concertadas con el sector privado han logrado una ciudad moderna, dinámica, con una economía sólida que muestra orgullosa sus logros. Ha conseguido incluir a la antes numerosa población pobre y aunque subsisten problemas no hay duda de la mayor justicia distributiva. Del otro lado casi todas las industrias de Ureña cerradas, el aeropuerto sin servicio, el comercio apenas subsiste, triste y solo, y la población sin conseguir que comer víctima de las políticas erradas, de la corrupción, del secuestro de la libertad.

Nuestros alumnos son funcionarios del Ministerio Público del Ecuador y pese a que el Fiscal General de ese país hermano habló con Maduro en su encuentro con Santos en Quito y le dijo que “el problema no es con ustedes” su aparente voluntad no se tradujo en la orden a la frontera y no pudieron pasar. Fuimos en excursión hasta La Parada como un ejercicio práctico de evaluación de políticas públicas para que comprobaran allí los efectos nefastos de políticas erradas de la que han sido víctimas. El plan era que esos 35 alumnos llegaran a Mérida.

El sentimiento de fracaso nos deprime, la sensación de libertad experimentada por primera vez al cruzar la frontera nos sorprende, el contraste entre la miseria de allá y la prosperidad de aquí nos conmueve. La nostalgia por aquella ciudad donde nos compraban los estrenos nos asalta. No obstante, sabemos que más temprano que tarde acabará este disparate. Esta experiencia es útil para el trabajo académico, el análisis politológico, es como un laboratorio vivo que permite la reflexión científica y nos da lecciones a todos.