Razones y pasiones: ¡Increíble!

Por: Eleazar Ontiveros Paolini…

La mayoría de quienes habitamos en Mérida, muchos de los cuales no nacimos en ella, hemos dimensionado, con sentido de pertenencia, su excepcionalidad en cuanto a espacio natural inigualable, su condición de ciudad culta, tranquila, hecha para el estudio, lo intelectual, la meditación y el arte. Pero ahora vemos con preocupación que todo se  ha venido diluyendo en una tormenta social que como nunca nos arrambla a situaciones de minusvalía material y moral.

Y uno ejemplo contundente de lo que decimos es el atropello, la humillación, la vergüenza y  la iniquidad a que fueron sometidos los jóvenes seminaristas en la avenida “Tulio Febres Cordero”,  al ser atacados por hordas de obcecados que inmisericordes, prevalidos de la fuerza, los desnudaron y luego les quemaron la ropa, dejándolos inermes, desamparados, llenos de temor en una situación de esas para las cuales no hay conductas aprendidas.

Ahora bien, son igual de cobardes y  absurdos, los que con el mayor desparpajo han tratado de aplacar las voces críticas que claman porque se haga justicia, asegurando que tal reacción se debe al hecho de que se trataba de seminaristas, de pichones de curas y como tales incondicionales a una iglesia retrógrada y antirrevolucionaria. ¡No es así! El reclamo, el clamor sería el mismo que si se hubiera tratado de jóvenes liceístas o de universitarios,  de evangélicos o de ateos, pues la aberración es el hecho en sí, que en todos los casos tendría la misma calificación y produciría la misma inquietud y turbación.

Pero,  lo más preocupante y fue lo que nos indujo al título dado a la columna, es el  haber leído en el teléfono celular de un amigo, mensaje enviado por un reconocido profesor, con relevantes credenciales, asegurando que todo no había sido más que  un show mediático montado por el Arzobispado. Tamaño despropósito. Tamaña miseria. Tamaño fanatismo. Tamaña obcecación. Resulta elemental que si hubiera sido un montaje, los seminaristas se habrían prestado para ello en contra de los principios en que se forja su formación sacerdotal y que quienes los atacaron, estaban confabulados para hacerlo como parte de guión escrito por los promotores ¿…? Es bueno recordar que no hay mayor miseria que admirar miserablemente, tal como le sucede a algunos con el cacareado proceso revolucionario.