Razones y pasiones: La Memoria y Cuenta de Maduro

Por: Eleazar Ontiveros Paolini…

La Memoria y Cuenta es un documento oficial que el Presidente debe presentar a la Asamblea Nacional en los primeros 15 días del periodo parlamentario, en un todo de acuerdo con el Artículo 237 de la Constitución.

Violentando esa disposición, el Tribunal Supremo de Justicia, alegando lo del manoseado desacato, decidió que se presentara ante él y no ante la Asamblea. Calcularon que al hacerlo ante el TSJ, el aforo no estaría conformado por diputados opositores, sino por su tren ejecutivo, militares, gobernadores e invitados enchufados al régimen, lo que le aseguraba  aplausos constantes, como respuesta a cualquier elevación de la voz; a las alabanzas al supremo, nombrado más de veinte veces; a cualquier mentira sobre supuestos logros excepcionales; a los insultos a la burguesía y a dirigentes de oposición como Ramos Allup y  Henrique Capriles al que llamó señorito y, por último,  al maldecir el imperio.  En otras palabras, aprovechó la transmisión en cadena por televisión y radio, para dar la sensación a los venezolanos por efecto de esos aplausos afiebrados, de que todo lo que decía sobre lo  hecho y lo por hacerse era grandioso. Faltó que alguna camarada se desmayara o apareciera llorando de la emoción.

Oí el discurso. Como es imposible adentrarse en especificaciones, solo hagamos consideraciones generales: lo aceptable de lo dicho como informe: Seguro Social, Misión Vivienda y aumentos salariales, podría haberse analizado en poco tiempo. El grueso de éste fue utilizado para denunciar un nuevo intento de magnicidio, la guerra mediática, el saboteo económico; para desplates demagógicos e invocaciones reiteradas del supremo; malos chistes; exaltar a conmilitones y a dictadores como Kadaffi; insultos y ofensas;  llamado a la radicalización;  dar órdenes a los ministros; y, lo más risible, para hablar de un futuro promisor, como si estuviera en campaña electoral.  Criticó el modelo rentista sin recordar que tienen 17 años  aplicándolo y de cómo utilizaron la cuantiosa renta petrolera en años pasados para  despilfarrarla y estimular la corrupción. Rellenó el discurso con retazos de la historia patria y con pensamientos de algunos intelectuales, por ejemplo de Rosa de Luxemburgo, cuyo contenido podría aplicársele a lo negativo de  su gobierno. Y al final, entre la batahola de los aplausos, aseguró que si la revolución era seriamente amenazada, iría a la guerra continental (¿…?) para defenderla  e incluso, si fuera indispensable, se internaría en  monte como guerrillero.

Como corolario aseguró que todo lo malo que ha sucedido en su administración  no se debió en lo absoluto a sus equivocaciones y deficiencias, sino al  proceder antipatriótico de la derecha en connubio con el imperio. Definió el nuevo cono monetario como un logro de la revolución, como si no se tratara de una demostración fehaciente de la abrumadora inflación. Exaltó las posibilidades del arco minero, desconociendo lo dicho por expertos ecólogos. Pero para nada se refirió a la escasez, cifra de homicidios, crecimiento de la inflación, producción petrolera, mengua de reservas internacionales, oro vendido, al hambre,  falta de medicinas,  falta de productividad, el éxodo de venezolanos y la lacerante inseguridad. Todo  lo ocultó con locuacidad, labia insustancial y el histrionismo emocional. “Quien se jacta de ganar una batalla, está fraguando su derrota” (Séneca)