Razones y pasiones: Las protestas

Por: Eleazar Ontiveros Paolini…

Las protestas en las verdaderas democracias son  apreciadas por los gobernantes como expresiones públicas que les permiten conocer problemas y en función de ello, hacer los correctivos correspondientes. Esto es así si al conocerse las razones que motivan las mismas estas se consideran válidas, siendo necesario, casi siempre, llegar a convenimientos satisfactorios. Y si no se estiman objetivamente razonables, pudiendo ser incluso arbitrarias, optar por el convencimiento adecuado, por las explicaciones claras y precisas que conduzcan a la normalidad con base al entendimiento.

La protesta implica, y es su mejor acepción, expresar por las vías legalmente establecidas, quejas con vehemencia, oposición o disconformidad por lo que se pueda considerar injusto, ilegal, absurdo, inmoral o refutable.

Quiere decir que democráticamente sindicatos, gremios, instituciones, organizaciones sociales, la sociedad indiferenciadamente, colegios profesionales, etc. tienen el pleno derecho, si es que sus haberes le son conculcados total o parcialmente, de manifestar públicamente, pero sin violencia.

Ahora bien, como sucede entre nosotros, las protestas dirigidas a un gobierno que sólo considera como lícitos, legítimos y genuinos los caminos, las decisiones y procedimientos que controla con base en la sustentación de las botas militares, nunca responderá a las protestas adecuadamente, en especial si son parciales, desentendiéndose de ellas y hasta burlándose de quienes optan por reclamar, solicitar o requerir legitimidad.

Por estas últimas razones, llegamos a considerar, lo que no es necesariamente un criterio compartido, que los paros universitarios aislados como modo de protesta no tienen repercusión y son subestimados por un gobierno que ve en ellos algo sin importancia,  llegando, por el contrario,  hasta  a estimar que los mismos pueden ser un valioso argumento para lo que en definitiva desea, es decir, la intervención de las universidades autónomos, pues entienden que es el bastión fundamental de la oposición. Por otra parte, la experiencia lo demuestra, el paro institucional desactiva la amplitud y contundencia de las protestas, ya que muchos  universitarios, incluyendo estudiantes, se separan de sus obligaciones y no responden masivamente a ningún tipo de convocatoria.

Por lo tanto, la universidad debe permanecer abierta, manteniendo a la masa profesoral, estudiantil y de empleados activa y alerta. De todo lo anterior se deduce que resulta necesario tener el convencimiento de que las protestas tendrán algún efecto si se realizan  nacionalmente, en conjunto con otras organizaciones, en especial las sindicales y gremiales, sustentadas en metodologías compartidas y sin ambigüedades; con intensidad tal que mueva las fibras interiores de una población que parece estar cada día más aletargada, sumida en la indiferencia a que ha sido inducida.