Razones y pasiones: ¡Libertad! (I)

Por: Eleazar Ontiveros Paolini…  

La liberación condicional con medidas cautelares, es decir, no plena,  de  algunos de los políticos presos ha llenado los espacios noticiosos  y determinado  los más variados  análisis, dándose una diversidad importante de  enfoques interpretativos.

Pero en todos los casos hay una coincidencia: no hubo delitos demostrables que justificaran su humillante encarcelamiento, causa por la cual, sin posibilidades de equívocos, se sostiene que se trató de “presos de conciencia”, es decir, que fueron privados de la libertad por ejercer casualmente la libertad que tiene todo hombre para pensar y obrar según su propia voluntad, claro, entendiendo, que si pensar no tiene límite alguno, el obrar está condicionado  por  lo establecido en las leyes, pues de lo contrario la vida en sociedad sería imposible. Y ese obrar, que desconoce las leyes es sin duda delictual, pero tal aspecto nunca fue confirmado con los presos políticos. Algunos casos se basaron en suposiciones e interpretaciones rebuscadas de los discursos políticos, en los cuales se determinó “subliminalmente” que eran subversivos e incitaban a la violencia (es el caso emblemático de Leopoldo López); en otros procesos se condenó a ciertas autoridades civiles por haber sido incapaces de contener protestas violentas, como si estos hubieran poseído los medios persuasivos y físicos para hacerlo. En las protestas, y eso es incontrolable, particularidades con emotividad extrema, llegan a cometer actos de violencia difíciles de predecir, pero que en todo caso si se llegan a  considerar delitos penales estos son castigados haciendo exclusivamente imputaciones personales. No hay posibilidades de acusaciones  penales de carácter colectivo. Siempre la pena es personalizada. Un tercer grupo, especialmente conformado por estudiantes universitarios y de los liceos, fueron condenados por expresar a viva voz las arbitrariedades del régimen y por llamar a sumarse a la protesta social. No es e extrañar, la palabra es el arma más peligrosa contra cualquier tipo de poder  tiránico. Éste hace todo lo posible por no ser cuestionado, procurando así  que las críticas no se generalicen.

Lo anterior, incluso, puede ser enfocado desde el punto de vista teológico si consideramos que Dios les dio a los hombres el libre albedrío para que poniendo en juego su conciencia  obren o no adecuadamente, es decir, tengan la libertad de ejercer por sí mismos  acciones plausibles o acciones deliberadamente nefastas, que pueden clasificarse como pecados. Dios tampoco juzgará a grupos. Juzgará individualmente y en forma directa  aunque haya cohonestación  de otro u otros en el pecado que se comete y que por tal serán también medidos individualmente.  

En ambos casos, salvo cuando haya  enajenación mental y  grados de significativa ignorancia, los actores, con seguridad,  conocen previamente cuales son las consecuencias de actuar correcta o incorrectamente.

Nota: en la próxima entrega (II) continuaremos con el tema.