Razones y pasiones:Miseria

Por: Eleazar Ontiveros Paolini…

Una expresión de la miseria humana,  protagonizada individualmente, por grupos humanos  o  por gobiernos, es la de no reconocer los méritos de los otros,  a pesar de que estos  puedan ser sobresalientes, relevantes, y por tales, socialmente apreciados en su justa dimensión. El reconocimiento a los méritos no puede estar condicionado por cuestiones de color,  sexo, xenofobia,  religión, enemistad; o lo peor, por diferencias políticas. Para completar, en determinadas circunstancias, acentuando la arbitrariedad y la carencia de sindéresis, esa falta de reconocimiento es reforzada por ignominiosas manifestaciones de desprecio.

Cuando eso sucede, quienes con propiedad aplauden los méritos y colocan a quienes los tienen en el pedestal de la admiración y del ejemplo, inevitablemente se indignan, se enojan, se enfadan como resultado de una reacción que emana  de pensar en la irracionalidad de quienes los niegan, sea cuales sean los argumentos que esgrimen para ello.  Se incluyen en esa cáfila   a los hipócritas que si bien en su interior aprecian los méritos, los rebajan o niegan públicamente por miedo a perder algún tipo de prebenda.

La otra cara perversa de la moneda se hace presente cuando en contraposición, casi siempre por razones políticas, se hacen floridos y pomposos  reconocimientos a quienes no produjeron nada relevante, pero son o han sido incondicionales al dogmatismo gubernamental.

Las consideraciones anteriores obedecen al hecho de que a nuestro “gallardo gobierno” y sus organizaciones supuestamente culturales, les haya “resbalado” el sentido fallecimiento de Sofía Imber. Pero lo entendemos. A ellos les perturban lo demócratas exitosos, constructores de bienes sociales, sólidamente formados  y conocidos  por  la plenitud de su intelecto.  Bastaría para perpetuar su memoria el haber logrado a sangre y fuego el Museo Contemporáneo de Arte Moderno, inaugurado en 1973 y al cual dirigió durante 30 años.

Este, más temprano que tarde, volverá a llevar su nombre.  En dicho Museo hay unas 4.500 obras de importancia, distinguiéndose 100 grabados de Picasso, cuadros de Matisse, Chagall, Botero, Miró, Borges y otros. Sofía fue una insigne periodista. Colaboró en periódicos nacionales y del extranjero, hizo periodismo televisivo y  escribió en varias revistas. Recibió el Premio Nacional de Periodismo y el de Artes Plásticas. Doctora Honoris Causa de la Universidad Simón Bolívar. Recibió decenas de  órdenes en países latinoamericanos y europeos.

Por eso resulta insólito, extravagante y definitorio de la pequeñez de quienes nos dirige, llamémoslo régimen, recordar el boato, la intensidad, el despliegue propagandismo que se hizo al morir el diputado Robert Serra, quien intelectualmente no tenía ni conque limpiarle los zapatos a  la gran mujer  que fue Sofía Imber. De todas maneras, tenemos la plena seguridad de que ella hubiera protestado desde su tumba  si a las luminarias que dirigen el país, y de manera especial a la mal llamada “cultura socialista”, se le hubiera ocurrido hacerle algún tipo de homenaje. Por lo tanto, esperamos que se entienda que lo que hemos expresado hoy, solo tiene el carácter definitorio e identificatorio de algo miserable y no el de una reclamación, pues en definitiva, un fingido o flaso homenaje hubiera rebajado su dignidad.