Robar la esperanza

Cardenal Baltazar Porras

La crónica menor

 Por: Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo

La navidad no es tiempo de “pasada”, ni una tregua o un alto en el camino para descansar, para seguir en las mismas. Navidad, epifanía y año nuevo son tiempos para la conversión, para estar alerta en pensar en el bien del otro, para allanar dificultades.

Los males de nuestro mundo no pueden ser excusa para dejarnos robar la alegría y la esperanza. Miremos los desafíos para crecer. “Aunque nos duelan las miserias de nuestra época y estemos lejos de optimismos ingenuos, el mayor realismo no debe significar menor confianza en el Espíritu ni menor generosidad” (Papa Francisco).

El año 14, bicentenario de las matanzas de Boves, fue el peor de una guerra a muerte fratricida. Los jóvenes que dieron su vida en la batalla de La Victoria, no puede ser motivo para exaltar la épica de la muerte. Necesitamos a los jóvenes con vida, con ideales y ganas de servir y sacrificarse por el bien común.

Se anuncia un año con una economía desquiciada, con inflación galopante que exige correctivos profundos, diálogo y entendimiento entre todos los que pueden aportar soluciones viables, para que el peso mayor no lo paguen los más pobres. Es significativo que por primera vez en quince años, el Presidente de la República se reuniera con todos los nuevos alcaldes y se pudiera hablar con libertad y respeto. Pero a la par, ciertos discursos políticos llaman más al odio, la exclusión y la violencia que a la concordia. La elección de la directiva de la Asamblea Nacional es un contratestimonio. Todo organismo plural debe tener representación de la diversidad en su dirigencia. Es ineludible “reconocer” al otro, sin lo cual no puede construirse la paz.

Los caminos del diálogo hay que afrontarlos con creatividad y coraje. Hay que convencer a la sociedad, al pueblo, a los ciudadanos, conversando. Es la única manera de que crezca el bien común, no el de una parte.

El Papa Francisco nos da la pauta: “una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos” (la alegría del evangelio, 86).

El mensaje navideño de paz pasa por la fuerza de la debilidad. Dios es Jesús niño, aparentemente impotente, pero pleno de la clave del triunfo que es el amor, la ternura y la acogida del “otro”. ¡No nos dejemos robar la esperanza! Así, sí vale la pena desearnos feliz años!

1.- 6-1-14 (2617)