El Voto, La Protesta y La Desesperación

Por: Nelson Espinoza…

Toda sociedad tiene derecho a expresarse planteando de viva voz o por  escrito sus demandas, pronunciando sus ideas sin temor a ser perseguidos o señalados, esto implica además que existe derecho a disentir, criticar, señalar y exigir a los gobernantes de turno el cumplimiento de sus funciones, entendiendo que los gobernantes son funcionarios al servicio del pueblo y nunca el pueblo estará al
servicio de ningún gobernante.

Es por lo anteriormente expuesto que los sistemas de gobierno democráticos han establecido en sus principales acuerdos de convivencia, como lo es La Constitución Nacional, canales que permitan a los ciudadanos expresarse, dentro de los que se encuentran el voto o sufragio, la consulta popular, y también la protesta pacífica; sin embargo ¿Qué ocurre cuando ninguno de estos canales funciona?.

Las sociedades no levantan su voz por el mero gusto de hacerlo, se trata de la expresión de un sentir popular que debe ser escuchado y atendido por el gobernante de turno, independientemente de si la expresión emana de mayorías o minorías, de adversarios o aliados. Si la voz de la sociedad no es escuchada se puede considerar que los canales no están funcionando.

La desatención del clamor popular por parte de los gobernantes lleva a la sociedad a la desesperación y esto se puede traducir en la búsqueda de otros caminos para expresarse: si niegan el derecho a votar, si la protesta sólo consigue represión y persecución, ¿qué caminos queda para los ciudadanos?

En Venezuela vivimos desde hace varios años un proceso de criminalización de la protesta en donde la filosofía del régimen ha sido la desatención de todo aquel que lo critique, llevándolo al borde de la desesperación, empujándolo a ejercer acciones de protesta que algunos pueden calificar como “radicales”, para posteriormente
exhibirlo ante el mundo como un actor violento de la sociedad.

El panorama nacional actual está marcado por escasez de alimentos, un sistema de salud comparable sólo con el de naciones en situación de guerra, la exaltación del hampón o delincuente convirtiéndolo incluso en parte de los instrumentos de represión para el control de la sociedad que levanta la voz.

¿Qué camino le queda a la madre que ve apagarse la vida de su hijo en un hospital?, ¿Qué puede hacer un padre que observa la carne pegada al hueso de su hijo desnutrido?, ¿A qué organismo recurren las familias que lloran el asesinato de los más jóvenes? ¿Qué hace el joven que se ha formado intelectualmente con la idea de ser mejor y ve cómo su país no le ofrece oportunidades profesionales y de progreso?

A la sociedad venezolana actual le ha sido tatuada en el alma la tristeza y el dolor al ver el paraíso venezolano destruido, convertido en fétido pantano por el odio y el resentimiento de una clase a la que sólo le interesa el poder.

Que no espere el régimen déspota e incapaz que el venezolano se vuelva a su casa con las manos vacías, el escudo de la dignidad soporta los golpes, la fortaleza que emana de los valores doblega la brutalidad represiva, y más temprano que tarde el cansancio impedirá que se levanten las armas contra el pueblo, se acerca el momento en que la luz cegará a todo aquel que impida nuestra determinación de ser una mejor sociedad.