Y… ¿ahora qué?

Foto Leo León

Amanece en un país sumido en una modorra post elecciones presidenciales. No hubo sorpresas, todo lo que iba a ocurrir estaba vaticinado, tanto por  las encuestadoras como por las voces en la calle.” Maduro vuelve a ganar”. Es un triunfo sin laureles, sin aplausos porque jugar con ventajismo no es una buena forma de ganar.

La soledad envolvió las calles, pueblos, vecindades, avenidas. Llamados a votar hasta con desesperación, pero el pueblo, demostró que estaba cansado, unos y otros querían un cambio, pero, lamentablemente, era iluso pensar, que bajo condiciones predeterminadas habría resultados diferentes. La ausencia, la no presencia fue la única forma que encontraron los habitantes para demostrar su descontento, Fue un grito callado, pero contundente, imposible de negar.

Y así, en un clima, demasiado cargado de desesperanza, se eterniza en el cargo un presidente que ofreció, como candidato una serie de medidas para solventar la tremenda y abrumadora situación en la que nos encontramos sumergidos los venezolanos. Sin embargo, la pregunta obligada es ¿por qué no se intentó , desde un principio, modificar el rumbo de este barco llamado Venezuela que bajo una tormenta constante de injusticias, equivocaciones, negligencia , nos conducía directo a estrellarnos contra los acantilados del hambre, la pobreza, la desidia, la indiferencia, la enfermedad, la humillación , la muerte. Y… ¿por qué ahora, sí?¿Es que ahora, como si de un milagro se tratara, vamos a dejar de ver niños comiendo basura, no sentiremos más la angustia de la gente para abordar un transporte público.¿Los hospitales recibirán dotación y el personal de salud va a poder trabajar en óptimas condiciones? Es que ahora, sí, ¿los enfermos encontrarán sus medicamentos, el pueblo dejará de enflaquecer por hambre, las madres podrán ponerle a sus hijos merienda en sus loncheras?¿se ordenará el problema causado por falta de dinero en efectivo, y no se harán largas colas frente a los bancos para sacar ,míseros 10 mil bolívares? Es que ahora sí, habrá un diálogo y una concentración profunda para solucionar la gran cantidad de los problemas que nos aquejan?

Este triunfo sin laureles, ni aplausos tiene que servir de lección a quienes lo obtuvieron. No hubo “fiesta electoral”, hubo apatía, alejamiento,  desaliento.Solamente algunos, afectos al gobierno, se sienten ¿alegres?, tal vez hasta que el hambre, vuelva a tocar sus puertas.

Lo que pasó es una lección que hay que aprender .Por los resultados se nota fehacientemente, que es necesario corregirlos errores y enmendar la plana. Es una tarea titánica, pero si en realidad se quiere sacar al país del colapso en que se encuentra, las enmiendas deben darse ahora. Ya.No hay más tiempo. Pero, si no hay voluntad política y se mantiene la tesis de imponer a toda costa un modelo comunista, arcaico y declinado, que de paso, ha fracasado rotundamente cuando ha sido impuesto en otras naciones, entonces, se cierne sobre nosotros una época aún peor de la que estamos viviendo. Este “triunfo” debería servir para hacer un llamado de recuperación nacional.

¿Y qué podemos hacer ustedes o nosotros, ante este panorama  que se puede tornar cada vez más oscuro? ¿Perder la fe? no es una opción. Se pierden batallas, pero no la guerra. La clave es, un movimiento de conciencias, un renacer de algo distinto. Es cambiar de paradigma, y reinventarse en una lucha sin armas, pero constante, ondeando la bandera de la moral y los valores. No creer en quienes nos han engañado, buscar una forma de decir ¡ya basta!, reconocer en el otro sus méritos, encontrar la unión de voluntades  y jamás olvidar que esta hermosa tierra llamada Venezuela nos pertenece a todos, que nadie tiene el derecho de erogarse como dueño absoluto  de su extensa y fecunda geografía. Venezuela es de todos los que nacimos aquí, y también de los extranjeros que la adoptaron como hogar. ¡Pongámonos de acuerdo y no es hora de callar!