Por: Germán Rodríguez Bustamant…
Existen elementos y razones para anticipar que estamos entrando en el capítulo final de esta farsa de revolución bolivariana. El ensaño del socialismo del siglo XXI dejo a su paso una nación devastada, arruinada y saqueada. La trágica novela que viven los venezolanos se asemeja a los culebrones del pasado, contados en capítulos que hacían interminables la serie. Las realidades económicas y sociales actuales exigen un cambio de rumbo inmediato, para salir de esta penosa situación que ha condenado a los ciudadanos a la miseria total y absoluta. Un acuerdo político es fundamental para poder diseñar e instrumentar un conjunto de medidas concertadas y divulgadas en materia económica, social y política para que la población comprenda la dimensión de la crisis y los esfuerzos necesarios que todos sin excepción deben realizar, para detener el profundo deterioro gestado por esta decadente Tiranía.
Gobernar es: dialogar, acordar y cumplir. La Tiranía de Maduro y su banda abandonaron esas premisas, incluyendo con sus grupos de apoyo más cercados. Esto no puede verse como una suerte de reparto del botín político, de acuerdo entre “cúpulas”, de manantial que origina caprichos; se trata de lograr consensos inteligentes, de llevar a la práctica decisiones políticas y administrativas indispensables para el funcionamiento del Estado, de la economía, de la sociedad en su conjunto. Esto también pasa por el establecimiento de acuerdos para la designación de las personas más idóneas según las circunstancias y requerimientos del momento infortunado que se enfrenta.
Los anuncios recientes realizados por el régimen que encabeza Maduro, la oposición de reconocimiento internacional que capitanea Guiado, factores internacionales y factores internos de la llamada mesita, sobre la necesidad urgente de establecer un dialogo, genera esperanza en la población. En definitiva, el país no tiene otro camino: la negociación es urgente en este momento, aunque no todos estén de acuerdo. La mayoría de las fuerzas que se oponen al régimen entienden y comprenden, que sin un acuerdo el deterioro se profundizará haciéndolos responsables a todos sin excepción. Inexorablemente existen escollos, posiciones y mitos que deben derrumbarse y sortear para conseguir un acuerdo que logre satisfacer, las aspiraciones de los grupos sentados sin obviar las necesidades urgentes de la población. Es decir, un acuerdo entre cúpulas, pero conectados con el sentir y padecer de la colectividad. Cada factor cuenta con elementos que pueden inclinar la balanza, sin embargo, muchos de ellos se anulan entre sí. El mayor desafío para quienes adversan al régimen es ponerse de acuerdo y lograr una solución política, teniendo en cuenta que existen decisiones que son determinantes que dependen únicamente de ella, de allí la importancia de tener una posición acordada en la mesa, para que facilite su difusión a la gente, en virtud del proceso electoral planteado.
Los pactos políticos no son malos, ni prohibidos, ni inmorales. Solo la miopía malintencionada al extremo, arroja descalificaciones a los acuerdos que han hecho posible la viabilidad democrática de numerosos gobiernos del mundo civilizado. No es posible encarar las acciones exigidas en este momento de manera aislada, es necesaria la anuencia de los empresarios, de la Iglesia, de los militares, de la academia, de los intelectuales, profesionales y maestros, obviamente de los actores políticos organizados en partidos, aunque puedan tener diferentes visiones sobre los hechos y la manera de afrontarlos. Los acuerdos políticos se convierten en la columna vertebral de toda democracia, como lo demuestran experiencias mundiales, en los cuales todos los actores de la sociedad participaron en negociaciones y entendimientos consensuados, responsables realizados bajo una visión de corto, mediano y largo plazo. Si un país pierde su capacidad para concretar acuerdos razonables, se expone a ser gobernado por la visión sin contrapeso de un solo partido hegemónico, en definitiva, víctima de una Tiranía minoritaria. Intención oculta que pretende este régimen debilitado imponer a la mayoría de la sociedad.
Estamos en el momento para construir e instrumentar un acuerdo: el régimen derivado de su incapacidad, negligencia y corrupción está imposibilitado de resolver los problemas, matizados por una pandemia desbordada; la oposición capitaneada por Guaído no cuenta con la fuerza suficiente para desbancar al régimen; la comunidad internacional está cansada y afectada por sus propias realidades y exigen un cambio de estrategia; la oposición sentada en la mesita requiere peso para mejorar su posición; en consecuencia la negociación sincera y comprometida es la única vía para resolver tremendo enredo, que tiene condenado a muerte a la gran mayoría de venezolanos.
Las realidades están forzando a una negociación eficaz, honesta, sustentada en mutuas cesiones que construyan consentimientos que conserven sustancialmente los intereses de las partes, que deben sobre todo alinearse con los supremos del país. Es indispensable el acuerdo y además es la única vía posible para afrontar adecuadamente lo que se nos viene como nación: cansada, exhausta, humillada y degradada hoy por una pandemia, desprovista de lo mínimo necesario para avanzar. Los ciudadanos exigen coherencia de la clase política y el establecimiento de una ruta que provoque el cambio requerido con un acuerdo político inclusivo.
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