¡Bienvenidos a la universidad aérea!

Unas líneas sobre el reinicio de actividades no presenciales en la ULA
 
El Consejo universitario de nuestra Universidad de Los Andes decidió ayer, y cito el mensaje que el Rector ha hecho público ya que a muchos les parecerá casi increíble, «Aprobar el reinicio de actividades docentes de pregrado, no presenciales, en las Facultades y Núcleos, en base a (sic) la planificación de cada Consejo de Facultad/Núcleo.»
 
Sí amigos, por asombrosa que pueda parecer esa medida, volveremos, pero de manera no presencial.
 
Vale destacar que, para llevar adelante esta decisión se acordaron, entre otras propuestas, fomentar a través de la Coordinación General de Estudios Interactivos a Distancia (Ceidis) la capacitación de profesores y estudiantes en las herramientas tecnológicas necesarias para poder educar(se) de manera no presencial; se acordó también gestionar recursos para que los profesores podamos adquirir los equipos necesarios. Suena bien, ¿no?, nos formarán y hasta nos darán equipos.
 
Pero hay más, nuestros consejeros decidieron además solicitar a la OPSU (léase acá Oficina Para el Sometimiento Universitario), recursos que se destinarán a la atención de las asignaturas a distancia. Y por supuesto, bajo la célebre ley del embudo siempre a la mano de las autoridades, se aclaró que esta vuelta no presencial, “requiere que se reincorpore el personal administrativo y obrero, mínimo, indispensable que se requiera.” La redundancia por cierto es del original, requiero aclararlo.
 
Todo lo dicho hasta acá suena moderno, bueno y noble: pareceremos suizos o japoneses incluso. De hecho, hasta se ha presumido al darnos a conocer esta decisión diciendo que, «en tiempos de crisis, como siempre, nuestra Universidad se crece.» 
 
Y como no presumir, ¡educación a distancia para estar a la altura de los nuevos tiempos! Los profesores enseñaremos desde casa y nuestros estudiantes, en la comodidad de sus hogares, buscarán la verdad junto a nosotros desde sus ordenadores.
 
No obstante, dicho lo anterior y pasada la emoción inicial que provocan tales anuncios, de inmediato un manto de duda lo cubre todo y empiezan entonces a surgir algunas inquietudes en torno a la viabilidad de lo decidido por la máxima instancia del cogobierno universitario; aparecen algunas interrogantes, la primera de ellas: ¿Tenemos TODOS los profesores los equipos y la formación necesaria para educar a distancia? De no ser así, ¿nos facilitarán los equipos y recursos una dictadura como la venezolana que no envía presupuesto a la ULA ni para cancelar la factura de la luz y que paga sueldos a sus profesores que en algunos casos no superan los tres dólares mensuales?
 
Pero hay más, así que sigamos preguntando: ¿Tienen TODOS nuestros estudiantes también los equipos necesarios? ¿Y la conexión? ¿Sabrá el CU que los venezolanos tenemos la peor conexión a internet de toda América Latina? ¿Y los apagones? ¿Será que van a hablar con el “protector de Mérida” (aprovechando la amistad con algunos) para que no nos quiten más la electricidad? Estas son solo unas pocas dudas razonables de las muchas que nos asaltan tras esta insólita decisión.
 
Por otra parte, y más allá de estos elementos técnicos y de condiciones mínimas necesarias para desarrollar un proceso de educación a distancia que no sea una estafa, hay que considerar la crisis humanitaria horrorosa que vivimos todos los universitarios, bien que seamos trabajadores o que se trate de nuestros estudiantes, una crisis cuyos efectos además se han acrecentado exponencialmente tras el inicio distanciamiento social motivado por la pandemia que hoy azota al mundo. 
 
Y es que antes de tomar una decisión de este tipo, se debió considerar que muchos miembros de nuestra comunidad universitaria, al igual que ocurre con millones de venezolanos, no tienen que comer, ni gas, ni luz, sufren un verdadero drama para transportarse y padecen una hiperinflación pavorosa, ¿y les vamos a pedir más sacrificios? ¿Es justo pedir a quien en medio de una pandemia lucha por sobrevivir, que dedique su tiempo y esfuerzo en esta hora terrible a esa tarea, y más en las condiciones actuales?; “Mantengamos abierta nuestras (sic) universidad”, eso se nos ha pedido por enésima vez, pero, y me perdonan lo vulgar, ¿con qué nalgas se puede sentar la cucaracha?
 
Cabe destacar que la decisión acá cuestionada, que se nos ha dicho fue tomada luego de una «maratónica sesión» virtual del CU y tras un debate de «altura», fue aprobada basándose en una encuesta cuyos resultados no se nos han mostrado, y de los cuales solo se nos ha dicho que fueron “interesantes”; esa encuesta, en la que muchos profesores no pudimos participar, justamente, por no tener conexión o luz, fue además, y así lo denunciaron muchos colegas en su momento, terriblemente tendenciosa en su formulación, pareciendo con su redacción querer favorecer la opción que hoy se ha tomado como resolución: la vuelta no presencial a clases.
 
No pequemos sin embargo de suspicaces y aceptemos que esta decisión no tiene otro trasfondo, que no hay gato encerrado; demos entonces por bueno el argumento según el cual el CU, como siempre dice, lucha por la defensa de la ULA, que actúa en función de lograr que nuestra universidad siga abierta. Creamos y reconozcamos entonces la buena fe de quienes han impulsado esta decisión, sus buenas intenciones, sí, esas mismas de las que dice el proverbio, “está empedrado el camino al infierno.” 
 
Y decimos esto convencidos  de la imposibilidad de gobernar adecuadamente una universidad haciéndolo solo «preñados» de nobles intenciones; no se puede ignorar la realidad pues, actuar solo en función de lo que se quiere («mantener la universidad abierta») y sin atender a lo que se puede, obrar así es parecerse muchísimo a los legisladores venezolanos de 1811, a esos hombres de nuestra Primera República de los cuales, en su célebre Manifiesto de Cartagena de 1812, dijo Bolívar acerca de su proceder: “Los códigos que consultaban nuestros magistrados no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica del gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano.”
 
Pues bien amigos, como herederos de aquellos magistrados, los miembros de nuestro CU que han votado a favor de iniciar actividades de pregrado a distancia, al actuar solo desde lo que se desea, han inaugurado una nueva Universidad: «La Universidad aérea». En esta nueva versión de la ULA, levantada sobre las ruinas de la gran casa de estudios que alguna vez fuimos, pretenderemos enseñar a distancia en las condiciones ya descritas y sin afectar la ya de por sí menguada calidad de la educación que impartimos. 
 
Esa universidad aérea podrá enseñar a distancia en las condiciones actuales confiando en que la OPSU aportará lo necesario y que todos los profesores nos seguiremos «sacrificando». Y lo hará ya que en ella todos nos “sacrificaremos” motivados por un rector que como repite cada vez que puede, se ha “sacrificado” ejerciendo el poder por once años; un inspirado rector que, convertido casi en un coach motivacional, nos ha marcado el camino al decirnos que, de acá en adelante, «Los obstáculos serán retos».
 
Bienvenidos entonces a la Universidad aérea: ¡La que se llama rebelde y dobla la cerviz a la dictadura por miedo! ¡La de la normalidad fingida!
 
Prof. Rafael Cuevas Montilla
Facultad de Humanidades y Educación.