Buenas Prácticas

Por: Rosalba Castillo Rondón…

Los últimos tiempos nos han cambiado. Sentirnos no solo en casa, sino lejos del mundo, de la prisa, nos ha enviado a un espacio de introspección y hemos aprendido que nuestra vida ahora es diferente. Al pasar tanto tiempo aislados, luego de haber detenido el vuelo, espero que ya comencemos a abrir las alas. Saldremos a una nueva normalidad, aún en medio de esta situación de crisis causada por la Covid-19.

Nos encontramos en un espacio sagrado, donde nos repensamos para salir a la escena. Nos hemos quedado solos. En familia. Muchos partieron sin ni siquiera poderlos despedir. Caminamos en virtualidad. Compartimos vida con ese extraño que llegó para ser un maestro. Descubrimos a los nuestros, como lejanos.  Es más, nos hemos visto a nosotros mismos, como un gran desconocido.

Comenzamos un nuevo año, lentamente, sin poder planificar, más que lo poco que llevamos por dentro. Sin poder tener el control de nosotros y del entorno. Seguimos indicaciones para poder continuar. Hemos puesto la luz en aquello que nos hace feliz o infeliz. Este vivir, en el Aquí y en el Ahora, nos ha hecho partirnos en pedazos para constituirnos en otros seres. Hemos tenido muchas pandemias en la historia: la peste negra, la gripe española, el sarampión, el tifus, la gripe de Hong Kong, el VIH/SIDA, la gripe porcina, AH1N1, el ébola, el SARS, el MERS y ahora, la Covid-19.

Las grandes pandemias no solo se han visto en el nivel sanitario. Vivimos pandemias sociales, políticas y ambientales. Asumirlas nos ayudará a prepararnos para poder enfrentar este desafío de la humanidad y  pensar en el impacto que generará. La solución debe ser global. Una fórmula donde se conecten todos los elementos. Necesitamos tomar decisiones conscientes sobre lo que asumamos, darle vida a partir de este ahora.

Mucho de lo que ocurre a nuestro alrededor nos sobrepasa. Sin embargo, por muy pequeños que seamos, somos capaces de hacer mucho en función del gran cambio. Si alzamos nuestras voces y sensibilidad, lo lograremos. Nunca antes nos habíamos sentido tan interdependientes. El haberlo descubierto, nos hizo darnos cuenta de lo pequeños y grandes que somos a la vez. Necesitamos recuperarnos de manera colectiva partiendo de la individualidad. Nunca nada será igual.

Esta pandemia nos ha enseñado que no somos esa  especie dominante, controladora del mundo, que creíamos ser. Somos una parte muy pequeña dentro de algo grande. Somos finitos. Somos vulnerables. El reconocernos nos hace humildes. En medio de estos momentos tan difíciles, aun así nos planteamos buenas prácticas para los días venideros. Cada día sabemos que necesitamos muy poco para vivir. Ya perdimos nuestro deseo de hacer turismo hacia la luna. Cada vez somos más minimalistas. Finalmente, no nos llevamos nada. Necesitamos tan poco para ser felices.

Acompañarnos en  esta crisis, ha sido el mayor acto de amor. Ojalá que la pandemia termine pronto pero la solidaridad, nunca. Agradecemos esa compañía que antes era insignificante. Ese abrazo que rechazábamos. Ahora, nos encontramos bajándole velocidad a la vida. En este aquí y ahora, sentimos temor al abrir esa rendija de luz, por donde podemos ver hacia afuera.  Nos ha quedado la sensación de habernos roto en mil trozos.  La última decisión sobre nuestros sueños y nuestra realidad es solo nuestra.

Supongo que una buena forma de acercarnos a este momento, de toma de decisiones, es buscar vías alternas en lugar de aferrarnos a las de siempre. Nos adaptamos a los puntos extremos. El encontrar términos medios nos ayuda a abrir otras opciones y despegarnos de respuestas casi perfectas. Hoy, no tenemos respuestas únicas, ni fáciles, ante la encrucijada que vivimos. Se hace necesario recuperarnos de las heridas sociales, culturales y políticas y de amor que hemos sufrido. Realmente íbamos muy rápido. Los días se hacían muy breves. El tiempo es importante si nos permite ser felices, vincularnos con nosotros y los demás. Debemos hacer pausas a lo largo del día. Ir al trabajo caminando o en bici. Hacer todo con lentitud. La vida cambió en un instante. Vivir el momento. El pasado es memoria del ayer y el futuro el mañana desconocido. Todo ocurre sólo en el ahora. La vida es solo presente. “Carpe Diem”

Vivir un día a la vez y planificar menos, ha sido una de las prácticas más complejas y sencillas que nos ha dejado este 2020. Hemos aprendido a dejarnos fluir e inclusive a disfrutarlo. Eso nos hace sentir que estamos vivos, como la flor que nace en el asfalto. La vida sucede y no la controlamos. Corríamos siempre tras muchos objetivos. Teníamos muchas app para controlarlo todo. En fin, la energía puesta en el hacer y menos en el ser. Querer ser felices y estar sanos puede pasar más en términos de intención que de objetivos..

El poder descubrir que nos tenemos,  nos ha hecho recuperar el agradecimiento que  habíamos perdido y que lo dábamos por hecho. “Esta pandemia es un puente entre este mundo y el que viene después. ¿Quiénes seremos al llegar al otro lado?”  (Arundathi Roy, periodista en India)

rosaltillo@yahoo.com

23-I-2021