Bueno en esta hora: Lo bueno, lo feo  lo malo

Por: Ramsés Uribe…

Lo bueno, lo malo y lo feo, es la traducción al español de la afamada película de producción italo-francesa-alemana, de 1966, que contó con uno de los reconocidos  protagonistas, el rudo y duro de Hollywood, Clint Eastwood, hoy director de cine. Nuestro país lamentablemente tiende a acercase con rapidez a ese titular cinematográfico. Lo feo es una consideración estética que no tocaremos aquí, pues interesa lo bueno por encima de lo mal que está la cosa. A pesar de ello se diría claramente que la situación país pinta muy fea o que tocó bailar con la más fea.

 Lo bueno. Ahora las cosas buenas cuestan una fortuna en dólares, euros y pesos; en bolívares también cuestan, sobretodo para conseguirlos en efectivo porque parecen ocultarse misteriosamente de las carteras, bolsillos y las entidades bancarias. De lo bueno en sentido moral y social todavía queda mucho. Hace unos 20 años en la vida  todo era claro tanto lo que pensamos, vivimos, sentimos y creímos con tal intensidad, sin temor, sin dudarlo ni un tantico. Cosas como las siguientes: ir a la panadería a conversar y disfrutar con un buen café moccachino. No olvidemos las deliciosas y frescas frutas que conseguíamos en casi cualquier mercado o abasto: mis favoritos eran los duraznos, las peras y las manzanas. Compartir con familiares en reuniones festivas o íntimas eran lo mejor de la vida en aquella otrora hermosísima cuarta República, la democrática. Compartir con estudiantes, colegas y compañeros universitarios en esa otra Casa del Saber, era único e inigualable. Nada qué ver con comunicarse parcialmente con angustia y rabia y a ratos por culpa de las fallas eléctricas o de conectividad.

Estudio ético. Esta es una introductoria Teoría del bien. Aunque el bien y por consiguiente lo bueno está por estos días en la lona, por el piso, en vías de extinción y ha caído en desuso no sólo en el lenguaje sino en la realidad, todavía puede sumar seguidores y adeptos militantes  incondicionales; como reza la expresión harto conocida: los buenos somos más. Ser bueno tendría que llegar a hacerse viral en las redes sociales y demás medios. Debido a la confusión o duda que puede acarrear saber con certeza lo que es bueno, cabe preguntarse entonces ¿Qué es lo bueno?, ¿cómo saber realmente que es bueno lo que se hace?. Una forma válida, certera y confiable de contestar esta cuestión es por medio de la filosofía, específicamente con la ética y la axiología. Sin virtud (fuerza y poder de eficacia personal)  no hay valores y por ende poco o mínimo bien, en concreto nada bueno. Esa es la situación actual venezolana, que dicho sea de paso, no es nueva, es lo acontecido e insuperado históricamente en los pueblos latinoamericanos y otros. No se hace el bien porque sí. No se consigue en la farmacia de la esquina. No es resultado estrictamente genético, innato. Se necesita esfuerzos individuales y sociales de la familia, la educación, los medios de comunicación, los adultos significantes o ejemplares, entre otros, por medio de un hábito alentado con una constante y tremenda voluntad que al final se materializa como lo que se llama: una buena persona, un buen ciudadano. Con el filósofo español, Ferrater Mora (2004), el bien asume  categorías y valores distintos según lo estético, metafísico o ético y puede concretarse como bondad o lo bueno que pueden ser entendido por medio de Hipóstasis (manifestación del ser) o reificación (cosificación) de una cualidad.  Cuando algo es como es debido se emplea la expresión, aquello está bien. Ahora el Bien, (en clara mayúscula), equivale a la bondad cuando es una cualidad buena en abstracto: sin bondad no llegaremos a entendernos o al indicar abstractamente que alguna cosa es como debe ser; la bondad de este producto hace que se venda bien.  Igualmente el Bien en sí mismo es equiparado con frecuencia al Bien metafísico. El mal es definido como el alejamiento del ser y por consiguiente del Bien; entonces el Bien ilumina todas las cosas. Por lo cual expoliar, engañar o timar  a los consumidores, se aleja del deber ser: pagar lo justo. Según el análisis de su significado de bueno como algo definible sea justo o no; hay predicados que transforman lo bueno como lo único bueno. Por ejemplo, lo bueno es respetar al otro, independientemente de su credo religioso, ideología política, género, edad, condición social o económica. El Bien que lo ilumina todo, no es una expresión de retórica teológica. El supremo o summun bonum, Sumo Bien es pues Dios, en sentido estricto filosófico medieval. Simplemente es cuando las buenas acciones llegan a todas partes, en cualquier circunstancia, incluso en casos extremos como la pandemia o la persistencia perjudicial del socialismo, comunismo u otras ideológicas hierbas amargas.  La buena voluntad que dice el gran pensador alemán Kant, puede ser llamado bueno sin restricción alguna. El formidable filósofo griego Aristóteles, entre otros, señala en sentido objetivo y también subjetivo que el bien es algo apetecible pues hay algo bueno, rico atractivo, agradable, ameno, adecuado, maravilloso, que motiva o atrae. Por lo visto, ahora ese fruto delicioso no le apetece a todos por igual,  porque hay quienes comen fruta podrida al hacer el mal. Tal vez les apetece groseramente a unos pocos con ambición y maldad enloquecida y feroz.  Lo bueno en sentido estético, causal (metafísico) o teleológico (fines), también tendría que ser necesariamente moral y teológico. Si en verdad gusta y se aprecia lo bueno no se debe causar daño alguno. Por ejemplo, cuando arruinan y destruyen una de las más grandes industrias del mundo: Pdvsa. El bien en tanto convencional es aquel que depende del contexto del tipo de sociedad, histórico, social, etc. Así, en nuestra sociedad occidental se estima bueno aquello que sigue la Carta Magna (Constitución Nacional) y las leyes, sin acomodos, atajos ni torceduras como usualmente practican los robolucionarios.

La Real Academia Española (2019), enseña que un ciudadano también es alguien bueno y un perfecto ejemplo emblemático de la reserva moral de este bello país caribeño    es un ciudadano ejemplar, atípico y superhéroe en este tiempo malsano, lo representa el Teniente (Tte.) de Bomberos, Darglier Campos en Mérida, Venezuela. Ha demostrado con o sin su uniforme azul lo que hace cotidianamente un auténtico héroe anónimo: ser siempre bueno; hacer el bien sin buscar el interés o la gloria personal. Personas así son las que nos dan mucho ánimo y fuerza para seguir adelante con esperanza y fe en el porvenir.   

Pareciera que hoy la virtud de ser bueno está devaluado por culpa de la proliferación de la maldad de unos pocos; simplemente un ciudadano es insuficiente en este momento, más bien es urgente un súper buen ciudadano extraordinario y ejemplar  como los héroes anónimos que andan por las calles del país brindando amor y apoyo para los necesitados. Otros de ellos son los valientes y nobles miembros de las organizaciones no gubernamentales sin fines de lucro, (ongs). Todos a ejercer el nuevo verbo que propusimos antes, ciudadanear. Mientras más abunde gente buena, más hermoso y amable  puede ser  el mundo.

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