Por: Valentin Alejandro Ladra…
Iba a escribir sobre fe y esperanza, dado el drama o más bien tragedia donde nuestro hermoso país está sumergido en virulenta oscuridad, para alentar el espíritu de muchos en el necesario optimismo para vencer todo mal, pero viendo en estos días las noticias en inglés de la BBC de Londres donde la marina tailandesa, en uniformes blancos radiantes regresaban al mar a más de 1.000 tortugas rescatadas de unos criminales que iban a vender a restaurantes clandestinos, que “contentas”, no sin esfuerzo, comenzaron a abandonar la playa, recordé una verdad que hace 2.500 años es axioma del budismo, y que muy poca gente conoce: “hacer el Bien es muy buen Karma”.
¿Qué es Karma? La persona, hombre, mujer o niño que hace daño, miente, engaña, abusa de los demás, está inmerso en crueldad, corrupción, maldad, criminaliza, roba, aumenta oscuridad y negatividad en su alma. Ese es Mal Karma.
Mientras que una persona que hace el Bien, es generoso con los demás, solidario en la bondad, ayuda a los que sufren, a los necesitados, hermanado en lo positivo y creativo, es la contrapartida que combate el mal en todas sus facetas. Ese es Buen Karma.
Cuando se nace ya se va acumulando el peso de lo negativo destructor, o lo positivo creador durante los años que tenga de vida. En el antiguo Egipto los dioses pesaban las almas de los fallecidos en una especie de balanza “cósmica espiritual”. Ni que decir que las religiones, que tratan de guiar a sus feligreses por el camino del Bien y la Verdad, sus sermones distan mucho, es de lamentar, tratar de construir un mundo de paz y erradicar el mal y destrucción del hombre por el hombre en nuestro hogar que es el planeta Tierra.
¿Genético, error de fábrica cósmica, o es que el chip inducido en la mente humana procede de otras fuentes?
Con el Karma negativo –lo curioso es que a la persona que hace el mal no le importa hacerlo, mientras logre su propósito insano- , no sólo en el Budismo sino en todas las creencias y religiones esa alma se precipita al abismo, sea éste que sea… o reciclarse en una fábrica cósmica.
Veamos lo que nos corresponde en nuestra tierra. ¿Habrá espacio para tanta gente negativa en ese singular abismo, vacío o infierno? Si es en una fábrica reciclable debería estar lejos, muy lejos, quizá en otra dimensión. No me gustaría pensar lo que les espera según sus atrocidades.
En cambio el peso del Buen Karma ya no es tal, sino que se aligera con cada hecho positivo. Por un lado el peso que cada vez más hunde a la persona con mal Karma, y por otro lado la liviandad del alma de aquel que hace el Bien lo eleva más allá de los cielos.
¿Regresará al mundo el reciclado, o desaparecerá para siempre en un horno atómico, dispersados sus señales en la Nada? Es lo que hoy vemos, día a día, en nuestro país, y por hecho en Latinoamérica y bien se puede decir en todo el mundo. El optimista, el que lucha para engrandecer su Buen Karma, merece ser llamado “santo”, porque está librando una casi apocalíptica batalla para crear un mejor y floreciente país, continente o planeta. Aquella persona aun indecisa, ignorante o que desconoce cuál es el mejor camino para sí mismo, su familia o vecinos y amigos, debe con urgencia abrir sus ojos y su mente y aliarse con el espíritu de la luz.
No existe un Karma indiferente. O intermedio. Lo vemos con los antiguos sabios Esenios bíblicos, y los escritos encontrados en las cuevas cercanas al Mar Muerto. Unos pocos han salido a la luz, pero centenares de ellos son traducidos en el Centro Rockefeller a pocos metros de los muros de la vieja ciudad de Jerusalén, donde tuve el honor de ver los papiros. Yo mismo estuve en esas cuevas y parte de donde ellos habitaban. No queda mucho, pero aun se encuentran las piscinas de sus bautizos rituales, no lejos del mar más bajo del mundo, donde flotar en sus salitres y químicos incluso para algunos estudiosos indican que las impías ciudades del Antiguo Testamento de Sodoma y Gomorra, en el sur, bien pudieron haber sufrido alguna forma de destrucción nuclear. Moraleja: “El Bien siempre triunfa sobre el Mal”.