16.4 C
Merida
jueves, junio 19, 2025

Carta de un inmigrante: Somos la generación de acero

Apropósito de la finalización de 2019, escribo estás líneas para combatir un poco la nostalgia. Hace ya más de dos años me tocó partir de mi país de mi tierra que tanto amo; Tabay: llena de tanto verde y tanto lugares inimaginables de gente buena otra no tan buena.
 
 Sin embargo, les aseguro que había más gente buena que mala; un lugar mágico donde ya sólo al caminar por la plaza sentías que estabas en familia conocías a la señora de las empanadas y pasteles la famosa “Yiya” el señor del café  los muchachos de la línea de Mucuy con sus Jeep, el Sr. Daniel con tortas y helados entre muchos personajes de ese pequeño pueblo de gran corazón.
 
Dejé muchas cosas atrás, afectos y grandes amigos   pero, sin duda, lo más importante es mi familia; mi papá, mi mamá, un sobrino en camino que ahora  conozco únicamente a través  fotos y videos. 
 
Viví el dilema de seguir luchando por la democracia o pensar en mi futuro además  el dolor de dejar todo lo que se construyó tanto que se sacrificó por lograr el sueño de muchos: cambiar el sistema que hasta hoy sigue oprimiendo al pueblo Venezolano separando familias, llevando la necesidad del punto de tener que ir buscar otro rumbos no solo por el futuro de uno, si no el de  la familia que ya no tenía para comer así, donde el pobre es más pobre, donde los enfermos morían  por falta de medicamentos, donde el hambre llevaba a niños y bebés a estados de desnutrición y así un país maravilloso que quebró y está en manos de un grupo de demonios  enfermos por el poder que se mantienen por las  armas la intimidación y la violencia y un pueblo sumiso ante la rutina de vivir en las  carencias de sobrevivir; de estas manera más de 4 millones de Venezolanos tuvimos que salir de nuestra nación; unos en avión otros en bus y otros hasta caminando; sufriendo penurias, fríos, rechazos, hambre, durmiendo en plazas calles, solo por conseguir algo mejor para su familia.
 
En mi caso, la circunstancia difíciles las persecuciones de la dictadura más el estado de necesidad me obligó a irme a Perú con dos maletas y un solo sueño que era volver a mi país; pero en libertad, recuerdo que yo tuve la oportunidad de irme en avión me tocó despedirme de mamá y mi actual pareja con un nudo en garganta y pase rápido migración para no me vieran llorar ni débil ante esa circunstancia.
 
 De esa manera me monté en aquel avión dejando como muchos el corazón en Venezuela fue el viaje más largo de vida, pero, en resumidas cuentas nos tocó. Al llegar al aeropuerto internacional de Lima el piloto dijo unas palabras que nunca se me olvidarán donde me dio algo de esperanza… 
 “bienvenidos a Perú gracias por volar con nosotros esperamos su pronto retorno a una Venezuela libre y democrática”.
 
Y así arribé en el  Perú, un país distinto con otra cultura a pesar de ser parte de Latinoamérica. En principio unos amigos me recibieron en su casa, recuerdo que llegué de madrugada , el primer día me tocó dormir en el piso en un habitación compartida, al otro día me compré un colchón inflable para dormir más cómodo.
 
Los días siguientes  salí a buscar trabajo no era fácil adaptarse siempre sentí como una mirada pesada cuando pedía trabajo realmente no se por qué, siempre me respondían “ya” realmente no lo entendía, después de tiempo la comprendí, a la semana gracias a una amiga conseguí un trabajo quedaba como a una 1 hora de donde vivía salía a las 9:00am llegaba a las 10:30pm y al llegar les confieso muy cansado me tocaba otra vez inflar en colchón porque se me desinflaba todos los días, y sin hacer mucho Ruido porque mis amigos también estaban cansados.
 
En ese trabajo conocí las dos caras del peruano, el buena gente, representado por dos señoras que se volvieron mis mamás adoptivas me protegían mucho, sobretodo de mi jefe, que para mi no fue el mejor ejemplo de liderazgo llegaba tarde siempre a exigir, incluso, nos cobraba hasta por ponernos agua a nosotros, a mi me pagaban  menos del sueldo mínimo, en  una oportunidad me dijo: “cuida tu trabajo porque hay muchos de tus paisanos que quieren tu trabajo” ahí seguí aguantando como decimos nosotros los venezolanos, nos tocó aguantar hasta que decidí con mi pareja buscar otros horizontes.
 
Entonces nos trasladamos a México, un país muy grande con mucha gente, con gente buena y mala pero les aseguro qué hay más buena que mala, ahí seguimos adelante tuvimos nuestro bebé mexicano, con más fortaleza luchamos por él con un nudito en garganta y con un sueño lejano de tener un país  libre democrático y sobretodo próspero con justicia.
 
Cada diciembre nos hace más falta la familia la comida los lugares, pero, con una fe enorme devolver abrazarlos, aunque no crean si volveremos  será con mejor patriotismo de construir un país de mucha abundancia, espero que este gran sueño de país libre sea pronto y la resignación que muchos tenemos solo sea parte de las circunstancias.
 
Hoy por hoy solo me queda  darle las gracias a Dios por permitirme portar con orgullo mi gentilicio. Este 2020 seguro estará lleno de obstáculos para todos, los que están dentro y fuera del país, no obstante,  sé que como buenos los vamos a superar. 
 
Ezequiel Sulbarán
 
Fonprula
Hotel Mistafi