Por: Bernardo Moncada Cárdenas…
Corría 2019 y la Academia de Mérida organizó un coloquio en ocasión del centenario del fallecimiento trágico de José Gregorio Hernández, para descubrir la multiplicidad de mundos que, en este personaje reducido a la rígida figurilla de negro, aparentemente impasible, supo unir en la verdadera historia, en un cosmos regido por la fe.
Los ponentes, Ricardo Contreras, Pbro. Cándido Contreras, y Fortunato González Cruz, disertaron con soltura y elocuencia sobre las facetas de ese diamante de venezolanidad que fue el llamado “médico de los pobres”.
Se recorrieron aspectos como la significación histórica del doctor Hernández en los albores de la ciencia venezolana, el sentido de la santidad tal como la describe el Papa Francisco en Gaudete et Exultate, y la desbordante humanidad del facultativo, ahora beato de la Iglesia católica. Fue a la vez investigador científico, reputado como fundador de la microbiología en Venezuela, músico, filántropo, universitario amado y respetado por sus estudiantes, místico, académico, sastre, escritor de buena pluma y profunda reflexión, buen bailarín, y ferviente hombre de Iglesia. El conversatorio rompió afectuosamente la hierática estampita para que asomara el hombre. La estatuilla tocada con sombrero negro se abrió como una crisálida para dejar salir la envidiable personalidad de un venezolano ejemplar.
José Gregorio Hernández confrontó la imposición del evolucionismo que la filosofía positivista impulsaba provocadoramente, para resaltar que esa teoría y el relato del Génesis bíblico no son excluyentes. Fue una presencia de razonable encuentro y unificación, más que el abanderado de posiciones de tono más ideológico que científico o religioso. Unía ciencia clásica – la de Copérnico, Galileo, y Newton- con ciencia moderna, en el estudio y el ejercicio de la medicina. De la ciencia clásica mantenía la certeza de que existe la verdad, que el cosmos tiene significado y sentido, tal como el cuerpo humano tiene significado y dignidad, y toda investigación acerca a tal verdad. De la ciencia moderna, la aplicación audaz del conocimiento en técnicas y procedimientos para el bien del ser humano, sobre todo de los más necesitados. Fue pragmático, como Jesús de Nazaret, a quien seguía en su tarea salvífica.
Los venezolanos de hoy, a veces más aún que todo este mundo de confusión y discrepancia, necesitamos la capacidad de ser líneas de unión más de que separación, más umbrales que líneas divisorias, para lograr la síntesis humana capaz de superar la actual maquinaria de odio, en camino al país que necesitamos, como ha subrayado el Papa Francisco en su mensaje para la Eucaristía de Beatificación la pasada semana.
En el mencionado coloquio, el doctor Fortunato González, citaba el libro ‘Elementos de filosofía’, donde José Gregorio Hernández expresa: «Esta filosofía me ha hecho posible la vida… Confortado por ella he vivido y seguiré viviendo apaciblemente. Si alguno opina que esta serenidad, que esta paz interior de que disfruto a pesar de todo, antes que a la filosofía, la debo a la religión santa que recibí de mis padres, en la cual he vivido y en la que tengo la dulce y firme esperanza de morir: Le responderé que todo es uno.»
A pesar de haber él mismo sufrido también los embates de la persecución política de algunos caudillos de su estado natal, llevó su vocación de médico haciendo el bien sin resentimientos ni distingos. “Todo es uno”. Entendamos el ejemplo de santidad del Médico de Los Pobres, en el sentido de apertura y unificación confluyentes en una humanidad total, una sana venezolanidad generosa, en lugar de la segregación con moralinas y condenas rechazándonos mutuamente, para que la beatificación de este popular santo aporte mucho más de lo esperado.
05-03-2021