Con fundamento: Mulieris Dignitatem

Por: Bernardo Moncada Cárdenas…

“Creo que para muchas jóvenes el feminismo se está convirtiendo en una religión, en una visión del mundo, con un fuerte componente sentimental, casi apocalíptico, una cosmología. Ven un universo repleto de mujeres victimizadas enfrentadas a unos malvados hombres depredadores. Tienen una visión de la historia según la cual todos los males han venido de los hombres… Ese resentimiento contra los hombres, eso que enseña el feminismo moderno, es puro veneno.” Camille Paglia – Feminista disidente

“…las mujeres que se encuentran junto a Cristo se descubren a sí mismas en la verdad que él «enseña» y que él «realiza», incluso cuando ésta es la verdad sobre su propia «pecaminosidad»…

El hombre no puede existir «solo» (cf. Gén 2, 18); puede existir solamente como «unidad de los dos» y, por consiguiente, en relación con otra persona humana. Se trata de una relación recíproca, del hombre con la mujer y de la mujer con el hombre. Ser persona a imagen y semejanza de Dios comporta también existir en relación al otro «yo»…” San Juan Pablo II, ‘Mulieris Dignitatem’

A Rosa Celina, a Bárbara

El domingo Día Internacional de la Mujer, las redes se vieron llenas de elogios, reconocimientos, panegíricos, apologías, alegatos, reivindicaciones, ad usum. Esta columna aparece los miércoles, así que toca llegar un poco tarde aunque fuera escrita, justamente, en plena celebración.

Personalmente, quien escribe se confiesa feminista, en el sentido de gustar de las féminas “de vista y trato” y con sobrada admiración. La galantería y el respeto corren en la sangre, actitudes que en ocasiones nos meten en problemas. Con ellas la llevamos perdida. Quizá este respeto se explica por las características personales de una madre, y por el amor incondicional y sempiterno de una hija. Ambas han sido apoyo efectivo y permanente, experiencia de sólida confianza mutua, fuente de dulce ternura. Haber perdido la presencia de tal madre tempranamente se ha visto compensado con la llegada de tal primogénita, quien reina magnánima sobre sus hermanos.

Lejos de quien escribe, pues, todo atisbo de machismo. En el hogar, si bien se necesita una revalorización del papel paterno, sobre todo en la educación de los niños, es insustituible la influencia y responsabilidad materna. En cuanto al ámbito laboral, es fascinante trabajar lado a lado con damas. Y uno se abisma en el misterio de nuestras diferencias y deposita en la mujer muchas veces la fe que algunos compañeros no parecen merecer.

Más que dar un regalo para el Día de la Mujer, o que sumarse a los panegíricos generales, es homenaje sincero presentar dos meditaciones en medio de la celebración.

La primera gira en torno a lo que Camille Paglia expresa en su crítica al feminismo como ideología política y casi credo religioso, el mismo que agudiza cada vez más la agresividad contra todo y todos, mostrada en varias manifestaciones de ese movimiento. La auto-victimización, que corre pareja con el auto-endiosamiento, o el desbordado sentimentalismo, reflejan en el fondo incertidumbre hacia la verdadera dignidad de la mujer. Algo de resentimiento se muestra, además, aunque muchas de las situaciones de real discriminación hayan sido superadas. Igual que a los hombres, a mucha mujer de hoy sigue faltando ese “descubrirse a sí misma” que promete el texto de Juan pablo II, para desplegarse sin complejos en todas sus potencialidades.

La segunda viene acerca del tema educativo. Indudablemente la educación del niño ha recaído siempre sobre el compromiso de la madre. Antaño, porque la rígida estructura social prescribía una familia patriarcal donde el hombre servía desde afuera, ganando el pan, pero modernamente, al llegar y popularizarse ciertas tendencias de la psiquiatría, con la destitución del padre en el núcleo familiar. Los efectos dela ruptura en esa relación al otro «yo» crearon el círculo vicioso que expendiéndose, aún en quienes jamás leen de psicoanálisis, agravó el flagelo del abandono paterno en las zonas urbanas marginales, y la retirada del padre de sus deberes educativos en familias mejor situadas. Demasiadas mujeres han aceptado ese status e incluso lo han exaltado, presentándose como heroínas, mientras preparan reyecitos listos para perpetuar la injusticia. El desbalance se percibe en el atuendo, cuando se ve una pareja donde la mujer viste con cierta elegancia y madurez, mientras que su pareja va como un eterno infante, y en la irresponsabilidad de tantos hombres.

Hay injusticia en muchos escenarios para la mujer aún hoy; en países progresistas de maneras sutiles y engañosas, formas de explotación que van mucho más allá de las denunciadas, o con abierta violencia, pero es también violento contra la propia mujer ignorar fallas que se desatienden en el alborozo. ¡Viva la dignidad de la mujer!