Con fundamento: Pandora Papers como papelillo

Por: Bernardo Moncada Cárdenas…

«La “caja de Pandora”: frase utilizada para referirnos a algo que, teniendo aparentemente un aspecto muy tentador y beneficioso,  puede ser perjudicial y causar grandes males.» Entredichos

En una completa enciclopedia infantil que terminó siendo la más fascinante de mis primeras lecturas, la sección de mitología griega encantaba por el trasfondo de sus interesantes y bien ilustrados relatos. Uno de ellos es el mito de Pandora (significa ‘Regalo para todos’), primera mujer, en cuyas manos viene a dar el recipiente donde el castigado titán Prometeo había encerrado todos los males. Pandora, advertida de no quitar la tapa, no resiste la curiosidad y así los males son liberados para asolar al mundo y a los hombres. Significativamente, en el fondo queda un pajarillo que permanece: es la esperanza.

Hoy, el ambiente político de Venezuela se ve sacudido por la quiebra de la empresa colombo-venezolana Monómeros, hecho que ha abierto camino a un huracán de acusaciones, renuncias, rupturas, capaces indudablemente de perjudicar las posibilidades de una oposición que venía ya menoscabada por rencillas internas, decisiones candidaturales inexplicablemente desfavorables, para no mencionar la inercia abstencionista que un liderazgo confuso y autorreferencial ha difundido en los votantes. Y a escala mundial, se ha comenzado a ventilar el escandaloso descubrimiento de inversiones multimillonarias que personalidades destacadas en todos los ámbitos mantienen en los llamados paraísos fiscales: los “Pandora papers”.

Como ha sucedido desde que apareció la prensa amarillista, y ha empeorado con las redes sociales, veremos un diluvio de respetabilidades y prestigios caer en picada, sin que haya previa y seria investigación. Quienes aparezcan injustamente señalados tendrán que cargar con una raya que las mismas redes no se preocuparán en blanquear.

En un mundo posmoderno donde el cinismo parece ser obligatorio, todos los señalamientos se hacen con sonrisitas sardónicas, con un injustificable rictus de alegría que parece esconder el “en cambio a mí no me han agarrado”.

Es un “protocolo” perverso que describe muy bien el Papa Francisco, sempiterno defensor de la dignidad humana frente este tipo de procesos extra-judiciales, con la venia del lector:

«Incluso si después no saben por qué gritan, qué quieren. Esta instrumentalización del pueblo es también un desprecio al pueblo, porque convierte en pueblo en masa. Es un elemento que se repite mucho, desde los primeros tiempos hasta ahora. Pensemos: el domingo de Ramos todos aclaman “Bendito seas tú, que vienes en nombre del Señor”, pero el  viernes después la misma gente grita “crucificadlo”. La respuesta es que se les ha lavado el cerebro y así cambiaron las cosas: en la práctica han convertido al pueblo en una masa que destruye. Es más, pensemos en Esteban: buscan inmediatamente dos falsos testigos y así la gente va a lapidar a Esteban. Y  en el Antiguo Testamento pensamos en la misma técnica, puesta en práctica por la reina Jezabel con Nabot, según lo referido en el primer libro de los Reyes. Es siempre lo mismo: se crean condiciones arregladas, “brumosas”, para condenar a una persona. Sí, después aquella unidad termina por deshacerse, pero mientras tanto la persona es condenada. Incluso hoy este método es muy usado. Por ejemplo, en la vida civil, en la vida política, cuando se quiere dar un golpe de estado, los medios empiezan a mal hablar de la gente, de los dirigentes y con la calumnia y la difamación, les manchan. Después entra la justicia, les condena y, finalmente se da el golpe de estado. Es un sistema entre los más impropios». Son comportamientos, continúa Francisco, «que sirven solamente para dar un paso más y condenar a la gente y llevar adelante intereses que no son los nuestros: intereses del príncipe de este mundo, que es la destrucción». (Mayo de 2018)

No podemos seguir haciendo eco, tontamente entusiasmados, a las cajas de Pandora que «teniendo aparentemente un aspecto muy tentador y beneficioso,  pueden ser perjudiciales y causar grandes males.» Las favorece el confuso relativismo cultural y el individualismo utilitarista y hedonista que debilitan la democracia y favorecen las hegemonías totalitarias.

Ante estos frenéticos y destructivos linchamientos morales, hay que recuperar y revigorizar una auténtica sabiduría política, como exhortó Benedicto XVI, en la Plenaria del Consejo Pontificio para los Laicos de mayo 2010, para dejar atrás el terrible momento que vive nuestra gente y nuestra democracia.

06 octubre 2021 bmcard7@gmail.com