Con fundamento: Urgen proyectos, construcción e ingenio

Por: Bernardo Moncada Cárdenas…

«A mi amigo el arquitecto, en este mundo donde todo está por construirse». Dedicatoria inolvidable escrita por Carlos Fuentes

«Tenemos que empezar por ser exigentes con nosotros mismos. Tratándose de nuestro trabajo, de nuestro futuro, de nuestro porvenir, del de nuestros hijos, del de nuestra patria, todos debemos dar lo mejor de nosotros mismos, debemos ejecutar nuestras tareas y actividades, nuestro trabajo de la mejor forma posible, tratando siempre de superarnos en su realización. No importa el tipo de tarea de la cual seamos responsables.» Leopoldo Sucre Figarella, Ingeniero

Hoy miércoles recurre el Aniversario de fundación del Colegio de Ingenieros de Venezuela. En su útil portal http://www.civ.net.ve, leemos una crónica que no tiene desperdicio. Usted juzgará, apreciado lector: «El Colegio de Ingenieros de Venezuela tiene una tradición gloriosa que remonta a los años de la Independencia y cuyo más alto representante es Antonio José de Sucre, el Gran Mariscal de Ayacucho, y el Cuerpo de Ingenieros Militares que con él abrazaron la causa republicana. Después vendrá a sumarse otra de las grandes glorias venezolanas en el campo de la ciencia de la matemática. Juan Manuel Cajigal, primer presidente del Colegio y fundador de la célebre Academia de la que egresaron los primeros ingenieros formados en la República: nombres tan eximios como los de Rafael María Baralt, orgullo de las Letras de América; Manuel María Urbaneja, Olegario Meneses, Juan José Aguerrevere, integran la primera promoción de jóvenes puestos al amparo del sabio Cajigal. Seguirán otras promociones sobre cuyos hombros reposará la ingente tarea de construir físicamente una nación bajo las peores condiciones de una Venezuela destrozada por la guerra y sumida en la miseria

Nuestro CIV nace el 28 de Octubre de 1861, por Decreto del Presidente de la República Manuel Felipe Tovar, de fecha 24 de Octubre de 1860, en el cual a la vez reglamenta a la Academia de Matemáticas. Ciento sesenta años atrás, en medio de la profunda crisis económica y política en que se encontraba sumida la joven Venezuela, brota este prometedor gremio con la tarea de construir físicamente una nación bajo las peores condiciones de una Venezuela destrozada por la guerra y sumida en la miseria. Gran injusticia sería no solidarizarse con la celebración de este aniversario, cientos de miles somos los profesionales que, bajo el amparo del Colegio y de sus centros regionales, hemos contribuido de una manera u otra a la edificación de Venezuela como realidad tangible y operativa.

A los agremiados: ingenieros civiles, mecánicos, electricistas, petroleros, y de sistemas, así como arquitectos y urbanistas, geólogos, forestales, hay que reconocer aportes concretados en obras como la industria petrolera venezolana, floreciente, y modelo para el mundo cuando estuvo bajo responsabilidad exclusiva de estos profesionales; las industrias básicas de Guayana y la ciudad de Puerto Ordaz; el logro de lo imposible: el Metro de Caracas; la red de carreteras y autopistas que interconectan todo el país, los aeropuertos, el Puente sobre el Lago de Maracaibo, y el desarrollo urbano de las principales ciudades, entre otros de similar importancia.

Es creencia común que la Guerra de Independencia sacó a Venezuela del “infierno” de la colonia para llevarla al paraíso emancipado de la mano de los próceres armados. En realidad la gesta militar, como los dos grandes sismos del siglo XIX, empobreció y destruyó la modesta economía y la incipiente infraestructura existentes, dejando las regiones en las codiciosas manos de los comandantes desmovilizados. Son los ingenieros y no los militares, quienes comienzan a lograr un país en reconstrucción y ayudan, con los médicos y los religiosos, a conformar las bases de un sistema de Educación Superior. Gracias a las universidades y al Colegio profesional cuyo aniversario se celebra, un ejército de eficientes venezolanos ha hecho contrapeso al mitificado poder castrense, dando vida al país del que, hasta hace poco, hemos estado legítimamente orgullosos.

En esta etapa, cuando el énfasis de un gobierno pareciera estar en desmontar los reconocidos logros de los profesionales agremiados en el Colegio, es urgente recalcar el potencial que se conserva, aunque ignorado en pro de la costosa importación de ingenieros de países supuestamente “amigos”. El Colegio debe aferrarse a su fin supremo: «servir como guardián del interés público y actuar como asesor del estado en asuntos de su competencia, fomentando el progreso de la ciencia y de la tecnología, vigilando el ejercicio profesional y velando por los intereses generales de los profesionales», y hacerlo así el Estado haga oídos sordos a lo generado a lo largo de estos ciento sesenta años, mientras se den las condiciones para la colosal reconstrucción que habremos de emprender.