Sin duda alguna, para los afortunados a quienes nos gusta la lectura y, por supuesto los libros, el hábito de leer ha sido un refugio en este tiempo de pandemia. Cuando nos dedicamos a leer, comienza una aventura súper interesante, y nos dejamos guiar por un autor que quiso contarnos un cuento, hacernos reflexionar, convertirnos en coprotagonistas de momentos de la historia mundial, enseñarnos cómo enfrentar dificultades. En fin, son muchas las experiencias que podemos vivir gracias al ingenio de los escritores quienes durante siglos han recreado los escenarios perfectos para que nosotros estemos allí. Así, leyendo, compartimos esos momentos donde podemos reír, llorar, sentir enojo, o felicidad y hasta expresar sin tapujos nuestras emociones, por ejemplo, ¿quién no se ha sentido conmovido por Don Quijote de la Mancha cuando sale en busca de aventuras, con su aspecto desgarbado, pero decidido a llevar a cabo hazañas heroicas? Ese personaje entrañable creado por Don Miguel de Cervantes, novelista, poeta y dramaturgo español, a quien justamente se le rinde homenaje cada 23 de abril con el objetivo de fomentar la lectura y defender los Derechos de Autor. En esta fecha también recordamos que el idioma es la principal herramienta de comunicación que tenemos en el contexto mundial, y que debemos preservarlo y jamás desvirtuarlo en su verdadera esencia.
El aroma de los libros
El libro es la expresión del pensamiento humano transmitido a través de un sistema de escritura realizada sobre una materia duradera y transportable. Hay una característica singular, que atrae a los lectores, y es el aroma que expelen los libros, y a través del cual nos sentimos como hipnotizados. Es una aroma indescifrable que contiene madera, esencias florales, hierbas del campo, en fin, es un aroma a sabiduría, a recuerdos, a nostalgias, a promesas de que tiempos mejores vendrán. No importa si el libro es nuevo, o lleva tiempo guardado en un estante, el libro siempre olerá a esa experiencia que usted quiere vivir. Si eres un amante de los libros, seguramente no puedas estar más de acuerdo con la frase del diseñador alemán Karl Lagerfeld: “pocos olores son igualables a aquel que se crea al plasmar las palabras con tinta en el papel, y que sientes cuando abres un libro por primera vez.”
Sin autores no hay libros, sin libros no hay autores
Es justo y necesario hacer una mención especial y aplaudir la encomiable labor de los escritores, esos hombres y mujeres que tiene un don que les permite plasmar sus ideas, pensamientos y vivencias a través de la escritura. Son los hacedores de todas las experiencias que se originan en las hojas de un libro y son capaces de llevarnos a sentir el universo y sus acontecimientos gracias a su magistral escritura. Es interesante conocer un poco de las costumbres de esos escritores, a los que admiramos, a la hora de enfrentar su tarea: Agatha Christie (Asesinato en el Orient Express) escribía en donde le llegara la inspiración: una cafetería, un hotel, el tren. Siempre llevaba papel y pluma para cualquier contingencia literaria. Philip Roth (El lamento de Portnoy) declaró que «escribir no es un trabajo duro, es una pesadilla». Enfrentar la terrible página en blanco, poblarla de mundos, historias y personajes deviene en un reto constante y en un arduo proceso. Isabel Allende (La casa de los Espíritus) inicia sus novelas el 8 de enero y cada día del proceso enciende una vela. Cuando ésta se consume termina de escribir hasta la próxima vez. Ernest Hemingway llevaba en su bolsillo derecho, a la hora de escribir, una pata de conejo raída y una castaña de Indias para asegurarse la «suerte literaria». Y para nuestro inmortal Gabriel García Márquez, era imprescindible que en su escritorio, donde se sentaba a escribir, hubiera flores amarillas.” Mientras haya flores amarillas nada malo puede ocurrirme, apuntó alguna vez el autor”.
En conclusión: autores-libros y lectores la ecuación perfecta para que el maravilloso y mágico círculo de la lectura se cumpla a cabalidad.
Librerías cerradas, libros abiertos
En Venezuela hemos visto con tristeza, cómo nuestras librerías, esas que nos hicieron felices al abrir sus puertas para que nos adentráramos en el fabuloso mundo de los libros, están cerrando. La gran mayoría no han podido resistir los embates de esta tormenta hiperinflacionaria que nos consume y no nos deja recursos, sino para sobrevivir a duras penas. Una crisis ignominiosa, donde comprar un libro es un lujo, y muchos prefieren invertir el poco dinero que ganan en comida para el cuerpo, que en alimento para el espíritu. Sin embargo, aquí en Mérida hay libreros y librerías que se mantienen gracias al impulso y al empeño de sus dueños, esos que no quieren dejarlas morir y aún permanecen, en una labor callada y encomiable, pero sin saber hasta cuándo soportarán esta situación. Ejemplos los tenemos y los conocemos: Librería Temas, La Rama Dorada, Nexos, entre las pocas que van quedando. Los libreros están dispuestos a dar la pelea sin “tirar la toalla”, porque los mueve la fe inquebrantable en que la cultura guardada en las páginas de los libros no debe desaparecer. Y los libros, siempre estarán allí, dispuestos a recibir el amor de sus lectores y la pasión de sus autores.
Redacción Arinda Engelke. C.C.
23-04-2021