Por: Ramón Rivas Aguilar….
El descubrimiento de América, un enigma para los historiadores por constituir un proceso histórico contradictorio, paradójico y complejo. Se han tejido unas cuantas interpretaciones historiográficas para descifrar las razones por las cuales se produjo este acontecimiento de alcance universal. Para algunas escuelas del pensamiento historiográfico, el descubrimiento de América significó la destrucción del edén. Y, para otras, el descubrimiento de América abrió el camino de nuestros pueblos hacia la era moderna. Sin embargo, los historiadores marxistas soviéticos consideran que el descubrimiento debe examinarse desde otra perspectiva con el propósito de resaltar los aspectos positivos y negativos y así determinar su verdadero significado histórico.
Uno de estos historiadores, I. Gvozdev, plantea unas cuantas interrogantes que contribuiría a estudiar de una manera más objetiva este acontecimiento universal:
¿Qué ocurrió en esa fecha? ¿Un descubrimiento? ¿El encuentro de dos mundos? ¿O un cruel enfrentamiento? Hay quienes dan al acontecimiento de hace quinientos años la denominación de la clausura de la América india. Los manifestantes en México exigían juzgar al gran navegante, llevar a Colón al paredón. Se ha difundido también un punto de vista equilibrado, según el cual se deben reconocer la significación del descubrimiento de América y sin olvidar los crímenes del colonialismo el positivo aporte que hicieran los españoles al desarrollo de los actuales pueblos latinoamericanos (STP, 8205, Agosto 1990: 108).
En esa misma dimensión, Ernesto Sábato, novelista y ensayista argentino, examina desde la filosofía el impacto del descubrimiento de América en la configuración de una nueva cultura en Hispanoamérica.
Parte de la idea que los procesos históricos no son puros e impolutos. Por tanto, no tiene sentido la supuesta búsqueda de una identidad que nos permita diferenciarnos radicalmente de otras culturas. Por lo que:
La historia es siempre sucia, intrincada e infinitamente mezclada. Pero es que nada de lo que tiene que ver con el hombre es puro, porque el hombre no pertenece al orbe platónico, único en el que se pueda aplicar el epíteto de puro. Ni los olímpicos dioses helénicos, que hoy nos aparecen como arquetipos de la identidad griega, eran impolutos, pues estaba contaminados de antigua deidades egipcias y asiáticas. Aceptemos pues, la realidad humana como realmente es, y no nos empeñemos en bizantinas disputas sobre una absoluta identidad que no ha existido jamás (República de las letras, enero de 1990, tema, nro. 26: 51)
Más adelante, sobre este aspecto da una visión distinta sobre el significado del descubrimiento de América, sin esa visión idílica de algunos antropólogos, etnólogos e historiadores de América Latina:
En relación al descubrimiento y a la conquista de estos territorios, los que defienden a ultranza los pueblos, avasallados suelen hablar de la necesidad de recobrar nuestra identidad americana. Pero, ¿cuál? La de los aztecas, mayas y quechuas, para no hablar sino de las principales culturas. ¿Qué serían entonces de los descendientes de europeos y negros? En estos siglos de dominación, las razas indígenas, europeas y negras se han fundido en una sustancia infinitamente compleja, con extrañas y permanentes reverberaciones de unas u otras. ¿Qué identidad, pues, es la que habría que reivindicar? Si retrocedemos en el tiempo, y en cualquier parte del planeta, no sabríamos donde detenernos en la búsqueda de esa ilusoria identidad. Pensemos en los propios españoles ¿Sería las de los reinos visigóticos? ¿O lo que podría hallarse bajo la dominación romana? Habría que terminar pensando en los íberos, misteriosos pueblos de los que poco o nada sabemos, pero que en todo caso invalidarían automáticamente el derecho a la identidad española a todos los hombres que nacieron y crecieron bajo las dominaciones anteriores. Lo mismo sucedería analizando las diferentes regiones europeas, en Francia, en Italia, en Grecia, invalidadas y sojuzgadas una y otra vez (La lengua de Castilla y el nuevo continente. Letras de la república, Nro. 36, 1990: 51).
Como podemos observar, el problema resulta complejo. De lo que se trata, en definitiva, es el de evaluar en su justa dimensión histórica lo que representó el descubrimiento de América para nuestros nativos y para el mundo europeo. No se trata de negar los horrores del mismo sino también el de resaltar su legado que sigue transformando la vida cultural y material de nuestras naciones. El cristianismo, la lengua castellana, el estatismo y el espíritu de justicia fueron los símbolos más importantes que determinaron el curso de la historia de América Latina.
El Quijote de Miguel de Cervantes el signo más representativo de la presencia espiritual y literaria de España en nuestra América. Esta novela universal y la lengua hispana han modificado la vida intelectual del más grande imperio de la historia de la humanidad: Estados Unidos. La lengua española ya es un proceso irreversible en la dinámica política, histórica y cultural de los norteamericanos. ¿Acaso la colonización y la conquista de América no comenzó por el verbo, la palabra y la lengua? ¿Será que la lengua española debilitará los cimientos espirituales y políticos de ese gran imperio? ¿Qué significa para los Estados Unidos la presencia de Cervantes? ¿No se estará modificando la estructura social y antropológica de los norteamericanos con el ingrediente hispano? ¿Para nuestra América y Venezuela que revela la incursión de la cultura asiática? ¿Cómo rastrearemos nuestra identidad con todos estos elementos políticos, económicos, sociales y culturales? ¿Comenzaremos acaso construir un discurso contra la dominación y colonización de Japón y la China en nuestra América?
En nuestro Estado, la Mérida de Don Tulio y la de Amador no estará cambiado esa relación vital con la presencia de la gastronomía y la gente proveniente de Arabia, Japón y China. Cómo buscar nuestra identidad perdida con toda esta complejidad planetaria en el que se cruza y se intercambian la cultura y la vida humana. Cada vez que escucho la palabra identidad cultural recuerdo las atrocidades de las ideologías totalitarias.
En fin, el tema de la identidad y la búsqueda de una América perdida es una tontería. Descubramos en toda su complejidad lo que hemos significado como historia en sus distintas vertientes materiales y culturales. Somos singulares y al mismo tiempo plurales. De nuevo la España de Ortega y Gasset está cruzando nuestras fronteras geográficas a través de la cultura, de las finanzas y de las comunicaciones. Pareciera reencontrarnos de nuevo con nuestros orígenes desde el presente. La España y el mundo asiático son los nuevos símbolos que están navegando por la geografía de América Latina. De nuevo: cuál identidad. Somos lo uno, lo diverso y lo otro. El dialogo es el sendero que permitiría el encuentro creador de esa bella trilogía.