El Big Ben Deportivo: Los “numeritos” develan inmortales y revelan inmorales también

Por Andrés E. Mora M…

Las estadísticas son reveladoras. Nos describen en fríos y objetivos números el significado de algo o alguien en una actividad e, inclusive, su trascendencia e impacto más allá de ésta. Así ocurrió, aunque como consecuencia de un hecho muy doloroso y lamentable, el 26-E. Cuando el pasado domingo el mundo fue sacudido por la trágica noticia del accidente de helicóptero en donde murió el insigne basquetbolista Kobe Bryant, su hija Gianna y otros siete desafortunados ocupantes del aparato que se precipitó a tierra en una ladera en Calabasas – California, se le dijo adiós al hombre para, de mano con los impresionantes números dejados en la NBA luego de su extraordinaria carrera de 20 años con los Lakers, darle paso a la leyenda.

«Manba», como cariñosamente apodaron al emblemático número 24, marcó con sus guarismos al mejor baloncesto del mundo ubicándose, para siempre, como uno de los mejores jugadores que han pasado por este deporte. En la historia de la liga ocupa el cuarto lugar en minutos jugados (57.278) y puntos anotados (39.283). Tercero en la lista de los que anotaron 40 o más puntos en un juego (122 veces) y en la de los que anotaron más de 50 (25 ocasiones), sólo detrás de Wilt Chamberlain y Michael Jordan. Segundo al Anotar más de 60 puntos en un juego seis veces, solamente superado por Chamberlain. Segundo con el total más alto en un juego al anotar 81 puntos contra los Raptors en el 2006. Además, fue el primer escolta en la historia de la liga en jugar 20 temporadas y, por si fuera poco, ningún jugador en ningún deporte profesional pasó más tiempo jugando para un equipo en Los Ángeles que él, de ahí que se convirtiera en un ícono de esta ciudad.

Las estadísticas, producto de su ecuanimidad e imparcialidad, ayudan, también, a dirimir situaciones y responder interrogantes. A ellas recurrió Ignacio Serrano, en su prestigiosa columna de «El Emergente» del día 2t-E, para contestar la pregunta que, seguramente, se hicieron muchos paisanos una vez conocidos los resultados de esta año al «Hall of Fame»: ¿Por qué Larry Walker sí y Andrés Galarraga no?.

Escribiría Serrano: “El primer contraste es claro: la prueba de los promedios. El nivel de excelencia en average es .300, así como es .400 el grado elitesco en promedio de embasado y es .500 la marca que en el slugging distingue a los grandes aporreadores. En ese mismo balance, todo OPS por arriba de .900 es brillante. Esto, que es un simple ABC, sirve para evaluar una temporada y también una carrera toda”. El reconocido periodista pasó luego a comparar «los numeritos» dejados por ambos peloteros: “Los promedios de Walker fueron .313/.400/.565/.965. Eso es excelencia pura, en cada una de las áreas. Excelencia en el contacto, en la habilidad para ponerse en circulación y para sonar extrabases.  Galarraga se retiró con .288/.347/.499/.846. Entre criollos fue notable. Ratificó su lugar como el mejor artillero nativo en el siglo XX…. Ya esa sola comparación demuestra por qué Walker sí y el gigante de Chapellín no. El de Caracas fue un gran bateador. Pero el de Maple Ridge tuvo la consistencia de los más grandes de las últimas décadas”, sería una de las conclusiones del cronista de El Nacional.

Lo de la consistencia de Walker, ciertamente, es de un jugador fuera de serie. De hecho, Miguel Cabrera, quien tomó la batuta dejada por el «big cat» como el mejor toletero venezolano de todos los tiempos en la MLB, en sus 17 años de carrera en la mayores tiene como promedios .315/.392/.543/.935, muy similares – aunque todos ligeramente inferiores, excepto el promedio al bate, ligeramente superior – a los dejados por el compañero de Andrés en aquel recordado equipo de Colorado. Esta comparación confirma lo acertada que fue la elección de Walker y, nos permite confirmar, que el nacido en Maracay hace 36 años tiene «numeritos» para ser exaltado «al templo de los inmortales», cuando le llegue su turno. 

Pero así como las estadísticas develan inmortales, revelan inmorales también. La corrupción voraz del régimen usurpador se hizo sentir, una vez más, el año pasado. El ranking 2019 de la organización Transparencia Internacional ubica a nuestro desvencijado país, con solamente 16 puntos de cien posibles, en el puesto 173 entre las 180 naciones evaluadas. La mafia roja-rojita se encuentra al mismo nivel que sus colegas de Guinea Ecuatorial, Sudán y Afganistán. Únicamente los gobiernos de Yemen, con 15 puntos, Siria (13), Sudán del Sur (12) y Somalia (9) son más corruptos que el «Socialismo del siglo XXI». De tal manera que con esa aceitada, afinada y entonada maquinaria de corrupción no extraña para nada que el régimen, de manera frenética e incesante, busque seguir reclutando diputados con el ponzoñoso alacrán que anda por ahí alborotado y que continúe contando con los «favores» de sus aliados internacionales. Así como, por ejemplo, hizo Pablo Iglesias – el vicepresidente del bisoño gobierno español, «picado de alacrán» desde los tiempos del difunto presidente – con Delcy Eloína, a quien en «modo levitación», sacó a pasear por el aeropuerto de Barajas para que no tocara suelo español.

 Prof. Titular jubilado ULA – Cronista deportivo       aemora@gmail.com, @amoramarquez