Por: Andrés E. Mora M…
Hace nueve años y siete días, el 6 de noviembre de 2012, el Estadio Universitario de la UCV presenció el que fue, hasta hace menos de 48 horas, el único encuentro en la historia de la LVBP en enfrentar a dos hermanos como managers: Marco Davalillo al frente de los Tiburones de La Guaira y David Davalillo como estratega interino de Leones del Caracas. Marco, el mayor de los hijos del recordado Pompeyo – una de las figuras legendarias de la pelota venezolana y miembro cimero de una de las familias de mayor abolengo en el beisbol criollo – salió airoso en el juego que se decidió con un rally de cuatro carreras en el décimo inning para sellar la victoria de los escualos con pizarra de 9 por 5.
Pero el beisbol siempre da segundas oportunidades. Los dos hermanos volvieron a verse las caras en un duelo fratricida, en la serie de dos encuentros disputada por Águilas y Bravos en el Fórum La Guaira, sede temporal de los margariteños, finalizada anoche. Los insulares con David al mando, desde el inicio mismo de la campaña, recibieron el jueves al equipo rapaz con Marco dirigiendo su tercer partido después de sustituir a Rouglas Odor, quien fuera cesanteado como manager luego que el equipo aguilucho finalizara la tercera semana con record de 4-10. David ganó el jueves y empató la serie particular con su hermano. Del partido de anoche, que sería el primer «bonito» entre ambos, no podemos informar, porque el primer lanzamiento de ese encuentro se hizo horas después de haberse enviado El Big Ben para su publicación. De cualquier manera, ambos tienen agendados otros cinco juegos hasta el final de la temporada regular.
Ahora bien, las destituciones o cesantías de managers son frecuentes en el beisbol invernal del Caribe, y el venezolano no es la excepción. Esta situación es consecuencia de lo corto que son los calendarios. Circunstancia ésta que, irremediablemente, disminuye el margen de maniobra de los clubes y obliga a las gerencias a tomas de decisiones rápidas. De hecho, pocos días antes del despido de Odor, el 4-N, Luis Ugueto se había convertido en el primer manager cesanteado de la temporada 2021-2022 y, con apenas diez partidos, el más rápidamente cesado de sus funciones en la LVBP. La directiva aragüeña optó por suplirlo con Clemente Álvarez, quien se hizo cargo de los Tigres que, con marca de 3-7, ocupaba el foso en ese momento.
Sin embargo, estas decisiones, por lo general, no generan conflictos entre las partes. De ahí que no sea extraño volver a ver al frente de un equipo al manager que, o fue despedido en años anteriores, o al que la gerencia no le renovó el contrato para el siguiente año. Clemente es un ejemplo del primer caso, y Marco del segundo. Se hace evidente, entonces, que los managers, con el profesionalismo que les caracteriza y el conocimiento que tienen de la liga y su dinámica, asumen sus responsabilidades cuando el éxito no los acompaña y, por lo tanto, no buscan «chivos expiatorios» entre sus dirigidos y entorno para evadirlas o eximirse de ellas. Cuestión impensable que suceda en el “Socialismo del siglo XXI”, acostumbrando a andar de «chivo expiatorio» en «chivo expiatorio». Veamos
El régimen inventó aquello de la “guerra contra el latifundio” como «chivo expiatorio» para la expropiación de las más de 5 millones de hectáreas productivas que inició el «padre de la pesadilla roja-rojita» en 2005 y continuó su sucesor. “De producir alimentos para todos los venezolanos ahora esas tierras solo producen lástima”, comentó en el 2018 Aquiles Hopkins, para entonces presidente de Fedeagro.
De hecho, esa supuesta “guerra contra el latifundio”, junto con la expropiación de empresas como Agroisleña – rebautizada como «Agropatria» después de ser intervenida por el régimen con el argumento de que ejercía un oligopolio y explotaba a los agricultores con precios exorbitantes –, conformaron la columna vertebral de lo que el oficialismo denominó la política de “soberanía alimentaria”, plan que perseguía la creación de un «monopolio estatal» de los alimentos que, al promover la importación de alimentos por parte del Estado, resultó la piedra angular de la destrucción del sector productivo nacional.
El tristemente célebre caso de “Pudreval” – el mismo que se «pudrió» en la impunidad «revolucionaria» de los tribunales del país, como muchos otros cuando de camaradas se trata – es uno de los episodios más emblemáticos de la insaciable corrupción en la que ha navegado el “Socialismo del siglo XXI”. Por supuesto, el régimen, a través de su hegemonía comunicacional, no tardaría en inventar aquello de la “guerra económica”, un «chivo expiatorio» más, para hacerse el «Willie Mays» ante las nefastas consecuencias – escasez, desabastecimiento e hiperinflación – derivadas de su política de Estado, por demás inhumana e irresponsable.
En donde «chivos expiatorios» imaginarios no le funcionará al régimen, es en el paso del caso Venezuela I a la fase siguiente en la Corte Penal Internacional. Bien conocido es el hecho que los que se encuentran en lo más alto de la cadena de mando harán todo lo que está a su alcance – y sabemos de lo que son capaces – para no verse involucrados en los crímenes de lesa humanidad que investigará la CPI.
Las muertes del capitán retirado Rafael Acosta Arévalo, del concejal del municipio Libertador Fernando Albán, ambos bajo custodia del Estado, el caso de la “masacre del Junquito” en donde fue ajusticiado óscar Pérez y sus cinco compañeros – para solo nombrar tres de los cientos de casos de personas asesinadas por la violencia de los cuerpos de seguridad del Estado –, las torturas, desapariciones forzadas, las violaciones, los encarcelamientos y las persecuciones son, difícilmente, consecuencia de la sangrienta iniciativa de algunos uniformados desadaptados. Así pues, será «pa’ coger palco» ver la reacción de los subalternos – encargados de ejecutar las órdenes de «los de arriba» – cuando sus superiores expresen “pa’ bachaco, chivo”… expiatorio.
aemora@gmail.com, @amoramarquez
13-11-2021