El Big Ben Deportivo: … Y a veces la mentira pedalea

Por: Andrés E. Mora M…

La desinformación, manera elegante o «polite» de referirse a las noticias falsas o «fake news», término acuñado en las entrañas del «ciberespacio» para luego popularizarse en el mundo real, ha sido utilizada desde hace años por Vladímir Putin con fines bélicos – ¡Como arma de guerra en estos tiempos de hiperconectividad! – siendo, de hecho, la punta de lanza en su estrategia para desestabilizar y/o socavar a las democracias occidentales, entendiéndose éstas como el sistema de gobierno que impera en los Estados Unidos y los países que integran la Unión Europea, a las cuales considera enemigas acérrimas de la autocracia que ha implantado en Rusia y, por lo tanto, atentatorias contra su sueño demencial de convertir a la enorme nación euroasiática en lo que fue la extinta,  afortunadamente para el mundo libre, Unión Soviética.

Sin embargo, mentir no es un acto exclusivo del déspota ruso, o de sus socios caribeños enquistados, ya sea en los regímenes autoritarios, y cada vez más totalitarios, de Venezuela y Nicaragua, o en la dictadura cubana, o de individuos igualmente megalómanos, mitómanos y narcisistas pero ubicados en el otro extremo del espectro político, cono es el caso de Donald Trump, quien, dicho sea de paso, no pierde oportunidad para elogiar al más reciente criminal de guerra conocido por la humanidad – «Estados Unidos debería hacer con México lo que Putin con Ucrania», frase, que por infeliz se hizo célebre, «gritada a los cuatro vientos» por el millonario empresario estadounidense cuando «Putler», el 21F, ordenó enviar tropas a Dombás para el «mantenimiento de la paz» –, sino que, lamentablemente, la mentira se ha hecho presente, también, en el mundo del deporte, ganando en el pasado, por ejemplo, varios Tour de Francia e inclusive, recientemente, seduciendo a la fama embriagada por el ego de la celebridad alcanzada en circuitos de BMX, para luego hacer de las suyas.

De lo anterior se hace evidente, entonces, que la mentira es una suerte de «comodín» que puede ser usada por su «propietario» cuando lo considere apropiado y que su versatilidad permite ser empleada en las circunstancias más disímiles. ¡«Una todo terreno, pues», dirán muchos! Sin embargo, independientemente de la habilidad y destreza de quien la use, y de las condiciones y entorno de su puesta en escena, el éxito alcanzado con ella será temporal, nunca definitivo. Tarde o temprano la mentira será develada. Aquello de que «la mentira tiene las patas cortas» es, quizás, el dicho más acertado de la sabiduría popular… Veamos

El argumento utilizado por Putin para justificar su invasión a Ucrania – el supuesto genocidio que el gobierno ucraniano estaría cometiendo en Luhansk y Donestk, poblaciones de mayoría rusoparlante ubicadas en la región de Dombás al este de Ucrania – ha sido desestimado por la Corte Internacional de Justicia ante la inexistencia de pruebas. Como consecuencia inmediata de esto, el máximo tribunal de la Organización de la Naciones Unidas, el miércoles 16M, «ordenó a Rusia suspender la operación militar en Ucrania».

Lo anterior supone un duro revés para el «zar del siglo XXI», ya que deja al descubierto la aceitada maquinaria de desinformación rusa – cuyo método de funcionamiento consiste en sembrar dudas, difundir falsas informaciones, propagarlas a través de las redes sociales y contaminar a los medios tradicionales, de acuerdo a lo descrito por el periodista español David Alandate en su libro «Fake news: la nueva arma de destrucción masiva» – diseñada con la intención de «llevarse por los cachos» todo aquello que considere su objetivo político, ya sea un desprevenido futbolista, como ocurrió con el delantero ucraniano Román Zozulya, o las democracias más robustas del planeta. De hecho, ha sido más que documentada la injerencia rusa en el Brexit, en el referéndum catalán y en las elecciones presidenciales de Francia, Italia y Estados Unidos.

Otro que reinó a sus anchas en el imperio de la mentira y el engaño fue Lance Armstrong. El exciclista estadounidense nacido en Austin, Texas, fue admirado por su tenacidad que lo llevó a vencer un cáncer de testículo en 1996 y ganar el Tour de Francia en siete ocasiones consecutivas (1999-2005), hazaña que lo catapultó al sitial más alto al que pueda aspirar atleta alguno, pero del cual caería estrepitosamente al admitir, después de años de investigación de la Agencia Antidopaje de Estados Unidos (USADA) y posterior sanción de por vida por dopaje sistemático, haber usado EPO, testosterona y transfusiones de sangre para mejorar el rendimiento durante su carrera de ciclismo. Armstrong pasó de ser un célebre ciclista, a convertirse en el mayor fraude en la historia de la actividad deportiva en el planeta. Toda una celebridad de la mentira y el engaño.

Ahora bien, si Armstrong se aprovechó de la mentira para hacerse célebre, Stefany Hernández se aprovechó de su celebridad para mentir. El bien conocido episodio – tendencia en el país al ser «viralizado» por las redes sociales – protagonizado por nuestra connotada ciclista BMX, medallista de bronce en los Juegos Olímpicos de Río 2016, el pasado fin de semana en un centro nocturno de la capital venezolana fue decepcionante, cuanto menos. Un usuario de Twitter, @GEDV86, fue elocuente y tajante, resumiendo el sentir de muchos: “Por una pea y una mentira, Stefany Hernández provocó desde una pelea hasta despidos múltiples, incluyendo una detención. Fue rápida para postear el ʽataque homofóbicoʼ que ʽsufrióʼ juntos a sus amigos… pero ahora, que se sabe la verdad, calla descaradamente”.

Así como “al mejor cazador se le va la liebre”, hemos visto «al mejor ciclista pelar el pedal»… sobre todo cuando la mentira pedalea…

 

      Prof. Titular jubilado ULA – Cronista deportivo            

      aemora@gmail.com, @amoramarquez

      19-03-2022